En una época llena de conceptos empíricos y avances tecnológicos que son precipitados por el paradigma de la llamada Sociedad de la Información y el Conocimiento, Era de la Información o Sociedad de la Comunicación, las ideas sobre autonomía, libertad e independencia cobran vigencia. El ideal de una sociedad cosmopolita y de la razón como forma de liberación, fueron propuestas desde el Siglo XVIII por Immanuel Kant, uno de los filósofos más influyentes en el pensamiento occidental moderno.
En esta reflexión intentaré rescatar algunos conceptos representativos de la filosofía de Kant, su desarrollo histórico y las principales críticas de algunos pensadores contemporáneos para intentar ubicarlos dentro de la época informacional, movida a partir del cambio tecnológico de un cambio de sistemas análogos a renovadas fuentes digitales.
En medio de utopías y futurismos sobre la sociedad actual la posibilidad de cambiar las estructuras de poder a partir de los cambios políticos de los últimos años, ¿cómo ubicamos el ideal de la ilustración kantiana para transformar y mejorar a la humanidad mediante el desarrollo de su propia naturaleza racional? ¿El paradigma de la Sociedad de la Información y el Conocimiento es un escalón más hacia el ideal de la Ilustración? ¿Las nuevas tecnologías son un avance del pensamiento humano para su liberación racional?
Immanuel Kant fue un filósofo prusiano que nació en 1724 en el poblado de Königsberg. Se distinguió desde muy joven por ser un estudiante ejemplar y muy disciplinado. Su padre fue artesano comunitario y su madre fue hija de un fabricante de sillas para montar caballos. Kant fue formado dentro del movimiento luterano de Philipp Jakob Spener, por lo que su formación durante su infancia y adolescencia fue más religiosa que científica. Estudió filosofía en Wolff y en Leibniz, donde tuvo su primer acercamiento a la física de Newton, al idealismo y al racionalismo. Fue profesor de filosofía y muy joven escribió sus primeros textos sobre ciencia y metafísica, la cual llegó a rechazar en su edad madura. A partir de 1960 comenzó a escribir tratados filosóficos pero fue hasta 1781 cuando salió a la luz pública Crítica de la Razón Pura, considerada una de las obras más importantes de la historia de la filosofía. El libro abrió un nuevo horizonte para esta ciencia al profundizar las formas de conocimiento del ser humano.
La obra no fue popular en sus primeros años. En el siglo XIX fue clasificada por la Iglesia Católica como un tratado que atentaba contra la fe. El Papa Pío VIII prohibió su lectura bajo amenaza de excomunión a todo aquel que la leyera.
En este texto, Kant considera que el fundamento del conocimiento está dado a través de la estética (intuición), lo analítico (conceptos) y lo dialéctico (trascendental). Para que un objeto pueda ser “conocido”, debe estar situado en el tiempo y el espacio, pero si el objeto no está en el tiempo y en el espacio, no significa que no exista, simplemente no se puede conocer.
El filósofo prusiano se distanció de la ontología y de las explicaciones ideales sobre cuestiones humanas, pues consideraba que la ontología no aporta nada del objeto, el ser no es “propiedad” y los tratados filosóficos sobre dios sólo existen en la razón. A diferencia del filósofo y matemático alemán Gottfried Leibniz, Kant estableció que los sentidos son la única base del conocimiento: es verdadero y válido porque corresponde con una representación general que todos conocen.
A partir de que un objeto es sensible por la experiencia e inteligible mediante el pensamiento (todo aquello que vive en la razón, como dios, el alma, etcétera) la verdad es alcanzada por el hombre cuando la representación (idea) corresponde a la realidad (noúmeno).
Al separar la filosofía que abordaba lo inmaterial y acercarla a los objetos reales, Kant logra un avance hacia la libertad: a partir de que dios ya no es el fundamento del mundo, el hombre debe de encontrar el conocimiento. Al establecer que el conocimiento es dado por la experiencia con el mundo, las ideas kantianas encallan en el puerto del empirismo pero al establecer que no todo el conocimiento puede ser empírico, la filosofía gira hacia el racionalismo.
Para 1788, Kant publica la segunda obra que da continuidad al argumento epistémico pero desde otra perspectiva: Crítica de la Razón Práctica. El trabajo filosófico aborda puntos vinculados a la moral y a la ética. La moralidad está determinada por dos principios: ideal o naturista, referente a la búsqueda de la felicidad; y legal o deontológica, fundamentada en el deber ser. Mientras que dios construye dogmas, ahora corresponde al hombre crear leyes.
Entonces, la libertad kantiana está limitada por la propia razón: el sujeto que busque ser libre debe ser moral, es decir, trascender las leyes de la naturaleza, como los instintos o los sentimientos. El sujeto debe determinar sus fines y no ser sometido por fines externos, como las pasiones o la irracionalidad. Mientras que para Aristóteles la causalidad última era dios, o para el utilitarismo de que todo medio es algo por un fin, en el kantismo el sujeto no sólo es medio, sino también su propio fin.
A diferencia de Jean Paul Sartre, que considera a partir del existencialismo ateo, que la libertad es absoluta y por lo tanto el hombre no debe someterse ni siquiera a su propia ley (moral y razón), para Kant el hombre no es libre debido a la naturaleza, sólo lo es a través de la razón: la voluntad está restringida al ámbito humano.
En el campo moral, Kant establece que se encuentra la libertad a partir de la razón y de un imperativo (obligación): la universalidad limitada por la ley moral. Define que la razón proporciona al individuo las leyes para pensar (ética) y autonomía de acción (razón práctica). En las acciones humanas el bien no tiene significado moral pero trasciende al hombre; lo malo es natural e impide a la voluntad identificarse con lo moral; lo bueno no trasciende la voluntad ya que no se es bueno por naturaleza sino por deber; los sentimientos no son buenos ni malos y la naturaleza siempre juega un papel neutral. El hombre es el único ser en el universo que puede apartarse de la naturaleza.
Por lo tanto el sujeto puede ser empírico, es decir, aquel que es movido por los sentimientos y el conocimiento; o moral el que no sólo es pensante sino que llega a la acción. A partir de la razón y de una acción humana que trascienda la naturaleza, es aquí donde Kant establece el núcleo de su filosofía y construye una hipótesis cosmopolita: la Ilustración.
La ilustración para Kant es “la liberación del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía del otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro”. Dentro del contexto histórico en el que vivió el filósofo, la minoría de edad representa una mutilación racional y de acción a causa de la pereza y la cobardía.
La Ilustración es racionalista y empirista, como una herencia del pensamiento de Descartes y Locke. Aborda tres ideas fundamentales: autonomía del hombre, la finalidad de los actos y la universalidad. El tema que tiene más debates que consensos, en Ensayos sobre la Paz es el progreso y el ideal cosmopolita de 1784, Kant asegura: “Por todas partes encontramos limitaciones de la libertad. Pero ¿qué limitaciones impide la Ilustración?, y por el contrario, ¿cuál la fomenta? Mi respuesta es la siguiente: el uso público de la razón debe ser siempre libre; sólo este uso puede traer Ilustración entre los hombres. En cambio, el uso privado de la misma, debe ser a menudo estrechamente limitado, sin que ello obstaculice, especialmente, el progreso de la Ilustración”.
La tesis de la Ilustración puede llegar a compararse con la idea de una sociedad justa e igualitaria que planteaba Carlos Marx. Sin embargo con una diferencia de fondo del idealismo kantiano: el materialismo. Marx llegó a considerar que la razón ilustrada a través de la emancipación del hombre no garantiza un mundo mejor en tanto no sean resueltas y atendidas las desigualdades materiales que genera el sistema de explotación y acumulación de capital.
Para el filósofo e historiador francés Michel Foucault el tema de la Ilustración no debe de ser un concepto definido a partir de Kant, sino que se debe volver a preguntar: Was ist Aufklärung? Según Foucault la Ilustración es un periodo histórico que no ha madurado y que desde su planteamiento en el siglo XVIII no ha llevado a la humanidad a nada. Y cuestiona la propuesta kantiana: “¿Cuál es mi actualidad? ¿Cuál es el sentido de esta actualidad? En esto consiste, a mi parecer, esta interrogante nueva sobre la modernidad”.
Para Foucault es necesario mirar al pasado y comprender la realidad del momento histórico, pues el presente tiende a falsificar el tiempo. Además, la racionalidad no puede enmarcarse sólo a partir de una perspectiva kantiana, ya que existen diversas formas de racionalidad, y no sólo una que pudiera encabezar un proyecto como es la Ilustración, por lo tanto hasta que el ser humano no pueda darle sentido al presente no se puede afirmar que llegó a una mayoría de edad.
Ju%u0308rgen Habermas, uno de los herederos del pensamiento de la Escuela de Frankfurt considera a la Ilustración un proyecto inacabado que no se ha cumplido como se había pensado después de la Revolución Francesa, pues es necesario fundamentar las bases de la razón, del ser humano y de la sociedad. Coincide con Kant en el sentido de que la razón pública debe de usarse no sólo para la vida sino para los demás. Critica la racionalidad como concepto científico al establecer que la racionalidad va más allá de la ciencia y hay aspectos como las conductas de las personas donde la ciencia no puede normarlas.
El ideal democrático habermasiano es kantiano, pero sustituye el paradigma de la subjetividad por el paradigma de lo que llama intersubjetividad, es decir, comunicación: se necesita recuperar la posibilidad de una razón práctica. Su tesis que es difícilmente realizable, consiste en que los valores pueden legitimarse a partir de la acción comunicativa: discusión racional o argumentativa. Para Habermas todos los fines humanos deben ser llevados al debate.
En una crítica a la modernidad humana enmarcada en medio del nacismo y la Segunda Guerra Mundial, Max Horkheimer y Teodor Adorno publican el célebre libro Dialéctica de la Ilustración, donde buscan comprender a la sociedad contemporánea. Para los filósofos, la razón en la actualidad es un simple instrumento y no una palanca para sacar de la minoría de edad a la sociedad. Adorno asegura que la Ilustración del siglo XX sólo ha servido para disfrazar la realidad, por lo que propone una dialéctica negativa: la lucha del dominio de lo idéntico, es una rebelión de los particulares contra el mal universal en que se ha convertido la razón.
Alejándose de ideas fundamentales que engendraron la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y desconfiando de la razón, los filósofos se preguntan: ¿por qué la humanidad se ha inclinado hacia la barbarie? Analizan una serie de conceptos que consideran mitos de la modernidad y que han sido creados a partir de la razón y su instrumentación:
– La ciencia y la técnica tienen poderes ilimitados.
– El hombre es el señor y dueño de la naturaleza.
– La razón de la Ilustración se convierte en un poder alienante.
El positivismo es el responsable de la decadencia en que viven la mayoría de los habitantes del mundo occidental.
Para Horkheimer y Adorno, la culminación de la razón instrumental llegó a su máxima expresión con la llamada Industria Cultural, es decir, la cultura de masas producida por los medios de comunicación que tiene como fin que el hombre se adapte lo mejor posible al mundo en el que vive: la razón ya no busca ninguna objetividad, sino que sea objetiva, es decir, instrumental. Para la teoría crítica la producción industrial de la cultura es difundida por los medios para construir estereotipos sociales y mantener un control ideológico. A partir de esta consideración resultan vigentes algunos términos en el campo mediático actual (Ver etcétera 75):
a) Ideología: los acontecimientos informativos son convertidos por los productores de medios de comunicación tradicionales en mercancías que buscan legitimar sus intereses políticos o utilitaristas. Queda sustituida la racionalidad kantiana por el fomento de la esfera del estado natural del hombre.
b) Mercancía: en la actualidad la mayoría de los medios en el mundo se legitiman a partir del mercado, es decir, entre mayor sea la audiencia tendrán mayor capacidad de absorber publicidad para su mantenimiento económico. En este caso la libertad económica no es inversamente proporcional a las libertades de participación social.
c) Fetichismo cultural: los medios fabrican falsas expectativas del mundo: “algo se proporciona para todos, de modo que ninguno pueda escaparse; se acentúan y se amplían las distinciones”. Los productos mediáticos, como artistas, cantantes o deportistas, pueden llegar a tener un valor agregado que los convierte en fetiches de las audiencias.
Adorno incluye dentro de la Industria Cultural la producción de obras de artes como objetos de adorno y no como elementos artísticos. Escuchar música en un reproductor o ir a las salas de cine obedece a una era de degradación valorativa: la función poética en la estética es suplantada por la gratificación inmediata que provoca el efecto del consumismo.
Ilustración y tecnología
En las últimas tres décadas se registra a nivel global una nueva revolución de técnicas e innovaciones en torno a las llamadas Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC), también conocidas como Nuevas Tecnologías Multimedia (NTM) o Nuevas Tecnologías de la Información (NTI): artefactos que han transformado la base material de la sociedad a un ritmo constante y desenfrenado a partir de su aplicación en las esferas de la productividad.
A diferencia de lo que ocurría en la época de Immanuel Kant, la sociedad actual vive una expansión de instrumentos tecnológicos digitales que permiten la comunicación inmediata entre los usuarios. Vivimos en la era humana de mayor comunicación e información. El diseño y desarrollo de tales instrumentos tiene como base la ciencia y por consiguiente, el conocimiento. La llegada de Internet y su liberación en 1993 para ser una tecnología de uso social, revivieron las utopías de una aldea global, un mundo internacionalista o una sociedad cosmopolita.
El invento de Internet propició la aparición en racimo de una serie de microinventos que marcan la actual era de la información. Las esferas humanas registran diversos impactos con la introducción de tecnologías digitales en cualquiera de sus procesos de producción: aprendizaje, derechos, cultura, entretenimiento, agricultura, comercio, comunicación, ciencia, salud, medio ambiente, etcétera. La nueva economía y el trabajo flexible funcionan ahora bajo un nuevo paradigma informacional: el conocimiento.
Ante tales adelantos tecnológicos, ¿cómo ubicamos a las innovaciones y a Internet frente a la propuesta de la Ilustración kantiana? ¿El desarrollo de nuevos modelos de aprendizaje o la disposición de información sobre bases digitales de datos que superan en cantidad a todos los archivos almacenados en las bibliotecas del mundo, son un paso hacia una sociedad ilustrada?
A estas preguntas se suma una serie de conflictos entre la razón pura y el mundo virtual que sostiene a la Era de Internet. Por ejemplo, hoy en día lo que prevalece en la sociedad mediatizada (aquella que se comunica a través de un medio tecnológico como una computadora personal y sustituye el modelo face to face) es una realidad alejada del tiempo y del espacio kantiano: la realidad de Internet vive en la mente de los usuarios, son conceptos vacíos de propiedad, son simples representaciones de lo que es real.
En cuanto a la razón práctica, las nuevas tecnologías no parecen despejar las dudas al sujeto sobre los límites de su libertad o el alcance de sus acciones, sean éticas o morales. En la era digital los problemas kantianos para que el ser humano alcance su libertad a partir de la superación de las leyes de la naturaleza son los mismos, sólo que ahora transcodificados de un espacio físico a las pantallas digitales de los teléfonos móviles o las tabletas personales. Las perversiones, miedos y neurosis freudianas son ahora más visibles que hace cien años.
¿Cuáles son los imperativos universales en las comunidades digitales actuales? Parece existir mayor autonomía y libertad a partir del uso tecnológico por parte del usuario, sin embargo hasta qué punto la autonomía tiene como base una norma aceptada por el propio sujeto y por otro lado, una obligación de cumplirla. En el mundo digital y real, continúan existiendo reglas civiles, naturales y deberes morales que deben ser reconocidos a partir de la razón humana. Si no existe un proceso de racionalidad y en su lugar las acciones parten del campo de los instintos, entonces las acciones humanas no son verdaderamente libres.
Si la penetración de Internet y sus innovaciones representan la posibilidad de un nuevo espacio habermasiano de la esfera pública que garantice la discusión de ideas y el consenso social sobre los valores sociales, entonces estaríamos ante un puente que nos permitirá cruzar hacia la razón práctica. Lo mismo ocurriría en la filosofía kantiana si las tecnologías del conocimiento representan un progreso para la especie humana a partir de imperativos categóricos como la autonomía y libertad para que el individuo salga de la minoría de edad.
Aquí podríamos preguntarnos si las movilizaciones civiles organizadas mediante Internet y sus innovaciones en contra de poderes políticos o económicos, que se han registrado en varias partes del mundo como fue en Medio Oriente desde el año 2009 o en México durante las elecciones de 2012, se tratan de acciones surgidas del ejercicio comunicativo de los internautas para cambiar determinados sistemas que consideran que atentan contra los valores universales. Ahora, no siempre una acción negativa representa progreso. Un caso reciente es lo que ocurre en Egipto.
Pero ante el optimismo hipotético que pueda generar la Era de la Información existe una gran cantidad de problemas tecnológicos que superar, no sólo de conectividad o marginación digital, sino del uso tecnológico con fines racionales. Lo explico mejor con una pregunta: ¿la tecnología en red permite a los sujetos regirse por principios universales y no por una libertad natural?
Efectivamente, la Ilustración como propuesta de emancipación humana es un proyecto inacabado, pero más que una línea recta se ha convertido en un laberinto para el propio hombre. La razón instrumental que denunciaron los teóricos críticos si bien puede ser extrema y sin fundamentos empíricos, se debe reconocer que no toda la razón científica o tecnológica que ha generado la modernidad obedece a un dominio de los demás, puede ubicarse mejor el concepto si se analiza la tecnología a partir de los artefactos con política como lo explica Langdon Winner en La Ballena y el Reactor.
La digitalización de las actividades humanas, la disposición de la comunicación y el conocimiento en las hipotéticas esferas públicas que parecen emerger de Internet, son elementos que podrían generar originales formas de realización social. Pero tales formas deberían de responder (en el ideal kantiano) a una época donde no existe claridad en los valores universales que puedan identificar las aspiraciones de un ciudadano global. La Ilustración es una utopía en la era de Internet. Sin embargo, los artefactos y su disposición social, podrían abrir nuevos debates sobre las aspiraciones para aproximarnos a una idea cosmopolita donde prevalezca la paz y el progreso humano
Referencias
Adorno, Teodor y Horkheimer, Max. (1993). The culture industry: enlightenment as Mass Deception, en Dialectic of Enlightenment. Nueva York: Continuum.
Adorno, Teodor. (1991). How to look a TV?, en Teodor Adorno, The culture industry: selected essays on mass culture. London: Routhledge,
Foucault, Michell. (2006). Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos
Habermas, Ju%u0308rgen. (1998). La flecha en el corazón del presente, en Ensayos Políticos. Barcelona: Península.
Kant, Immanuel. (1960). Crítica de la razón práctica. Buenos Aires: Losada.
Kant, Immanuel. (2005). Ensayos sobre la paz, el progreso y el ideal cosmopolita. Madrid: Tecnos.