El concepto de neutralidad puede ser definido en forma denotativa como la actitud o “postura” que asume alguien ante un conflicto entre terceros, en cuyo caso no se inclina en favor de alguna de las partes. En derecho internacional, este concepto aplicado a un país se asocia con la no intervención en una crisis bélica, mientras que en el campo de la investigación hace referencia a la imparcialidad que el científico social debe mantener ante su objeto de estudio.
Sin embargo el concepto de neutralidad al ser transportado al terreno de las modernas tecnologías, ha generado posturas encontradas. En el caso de Internet puede ser considerada a partir de la libertad de flujos de información que se dan entre los nodos de una red, es decir, la libertad de comunicación de los usuarios sin ningún tipo de interferencia o bien sin condiciones sobre el uso de determinadas aplicaciones. La neutralidad incluye que la información no puede distribuirse parcialmente, por lo que los proveedores del servicio, llamados Internet Service Provider (ISP), no tienen facultad para priorizar el acceso a determinados servicios o bien interrumpirlos, tales como las descargas de contenidos gratuitos (Homet, Terrón y Martínez, 2014). En otras palabras, la neutralidad de la red se refiere a la libertad de tráfico en Internet.
Con la penetración de la banda ancha la neutralidad adquiere relevancia, principalmente por todo el abanico de restricciones que las instituciones mediante políticas públicas y la iniciativa privada a través de contratos comerciales imponen o intentan imponer. Las medidas que han dañado la neutralidad de Internet van desde el bloqueo de páginas web (por ejemplo de competidores o en contra de aquellas que utilizan contenidos contrarios a las ideas o posturas del distribuidor) hasta la suspensión de aplicaciones (como han sido los casos de programas gratuitos para compartir música o para comunicarse con otras personas).
La neutralidad de Internet genera un amplio debate en el mundo. Tanto en Europa como en América Latina o en Estados Unidos existen iniciativas legales que pretenden socavarla. En todos los casos la discusión se originó por decisiones políticas sobre la forma económica en que debería operar la red, mismas que fueron avaladas por gobiernos tanto para garantizar la neutralidad, como para eliminarla.
En la corta historia de Internet los intentos para eliminar la neutralidad han partido de tres formas: promulgación de leyes o reglamentos, persuasión sobre el cumplimiento de normas sociales, factores que afectan o benefician al mercado, y el control de la estructura de Internet. En este último punto, vale la pena reflexionar sobre lo que el fundador del Centro para el Internet y la Sociedad de la Universidad de Stanford, y creador de la iniciativa Creative Commons, Lawrence Lessig advierte: la red no puede ser regulada hoy en día, pero si el Estado regula la arquitectura de la red, entonces sí que podrá hacerlo en el futuro. Lessig pronostica que dado que la regulación de la arquitectura de la red por parte del Estado está fuertemente unida a los cambios que el comercio está introduciendo en ella, el Estado se esforzará para conseguir que la conducta en la red llegue a ser altamente regulable.
Los valores económicos y políticos son contradictorios a los que integraron en la tecnología en red sus creadores: una arquitectura abierta y de difícil control. En palabras de Manuel Castells: “cuando la sociedad se dio cuenta de la extraordinaria capacidad que representa Internet, los valores encarnados en la red se difundieron en el conjunto de la vida social, particularmente entre las jóvenes generaciones. Internet y libertad se hicieron para mucha gente sinónimos en todo el mundo”.
Naturaleza de Internet
La nueva revolución tecnológica y de la información tiene una característica global: se difunde por encima de los Estadosnación y penetra en las esferas humanas, generando cambios profundos en la economía y las políticas públicas (Gordon, 2001). Internet, cuyo origen data de la década de los sesenta del siglo XX, a partir de la realización de proyectos de transferencia de datos, alcanzó popularidad como tecnología a partir de 1993, cuando sus desarrolladores abrieron los canales de la red para su uso social (Abbate, 1999).
El liberalismo económico y el mismo Estado capitalista sentaron los cimientos del paradigma de la llamada Sociedad de la Información y el Conocimiento, donde el código abierto (open source), los programas libres (free software) y el intercambio sin lucro de las invenciones (open knowledge, open content) permitieron la construcción de Internet. La libertad de la red generó los valores de una cultura libre (free culture) en donde podemos citar las aportaciones de Richard Stallman, Linus Torvalds, Bruce Perens y Eric S. Raymond, entre otros. El desarrollo de Internet enlazó en un primer momento equipos informáticos para la transmisión de datos. La interconexión entre computadoras se dio a través de redes, es decir, de un conjunto de nodos interconectados que puede tener una estructura parecida a las ramificaciones de un árbol, desde el cableado o la señal que envía el proveedor, transitando por un enrutador (router) que encamina paquetes de datos de una red a otra, pasando datos de un segmento a otro similar a los puentes de red (switch) y este a su vez puede derivar en el mismo proceso hasta llegar a los puertos finales (hosts). La forma en la cual se organiza la red siempre partirá de una arquitectura física de conexión.
La forma en la que son diseñadas las redes da la posibilidad de que la información no pueda ser interferida por terceros y se traslade desde un punto nodal a otro. En su arquitectura pueden ser diseñadas de tres maneras: centralizadas, descentralizadas y distribuidas. En el caso de las centralizadas se trata de redes donde la comunicación pasa por un nodo central, de tal forma que si éste desaparece la red se desarticula, dejando al resto del conjunto inconexo. En la red descentralizada dos o más nodos centrales se conectan de forma que la información pueda ir de una red a otra, pero la ruptura del enlace de los nodos centrales no destruye toda la estructura. En la red distribuida no hay nodos centrales, pues cada nodo está conectado con otros, formando una malla en la que ninguno tiene el poder de aislar a otro, por lo que la caída de un nodo no repercute en el flujo de la información (Alcántara, 2010).
En cuanto al tráfico en la red, todos los datos transmitidos en esencia son iguales, es decir, unidades mínimas de información. El sistema transporta paquetes de bytes sin que sea predeterminante para su transmisión el contenido o la tecnología utilizada. Por ejemplo, si los bytes se descargan por parte de los usuarios, serán los mismos para quienes utilicen un mayor ancho de banda que para quienes solo empleen una pequeña porción.
Si bien en un principio las redes conectaron aparatos computacionales, también precipitaron la integración de una gran cantidad de sistemas de producción a la digitalización, alcanzando actualmente a una variedad de objetos de uso común que se encuentran unidos en redes, teniendo como columna vertebral la tecnología Internet. Tanto el mundo de los objetos inanimados como el mundo de los seres humanos que están conectados, forman densas redes de interconexiones y de relaciones que sobrepasan el espacio físico y dinamitan todo límite temporal.
Los efectos de la nueva tecnología se deben en parte a la penetración de la red en las sociedades. La cantidad de equipos de computación conectados creció de dos millones en 1993 a cerca de 200 millones a finales de 2003, mientras que la cantidad de sitios web aumentó de 228 mil a cerca de 45 millones en el mismo lapso. Según datos de Internet World Stats, en 2014 se estima que el número de seres humanos conectados a Internet en el mundo supera los 2 mil 700 millones, siendo la zona más conectada Norteamérica (Estados Unidos y Canadá), seguida por Oceanía (Australia) y Europa.
Las nuevas tecnologías informatizadas evolucionan en forma constante y ofrecen una gran cantidad de variantes mejoradas en sus sistemas elementales, entre las que podemos mencionar la banda ancha, la señal inalámbrica, las computadoras personales, tabletas o teléfonos inteligentes, los programas para aplicaciones y soluciones, las redes sociales digitales, la televisión de alta definición, las plataformas de información satelital o sistemas de posicionamiento global (GPS), el Internet de las cosas, entre otras. Internet da la posibilidad a los usuarios de conectarse con otros y hace factible la interactividad gracias a las innovaciones que permiten crear comunidades. Las redes unen a los cibernautas a partir de fines, intereses o gratificaciones, ya sean racionales o inconscientes.
Ante la postura que defiende la neutralidad de Internet vale la pena señalar las perspectivas que proponen autores como Lewis Mumford sobre el fin tecnológico: como liberador o como opresor de lo social. Partiendo de tal posición, lo neutral no se refiere a la posibilidad o imposibilidad de conexión entre nodos, sino al diseño de la misma tecnología, ante lo cual se puede interpretar que un sistema técnico se desarrolla a la sombra de múltiples intenciones humanas y de poder. Quien desarrolla la tecnología puede incluir intenciones alejadas de la neutralidad.
En la última década, empresas vinculadas a la distribución y diseño de contenidos que circulan por Internet han iniciado un debate sobre la neutralidad con la pretensión de conferir a los proveedores de la red la facultad de controlar el servicio. Uno de los argumentos más utilizados es el económico: señalan que ante el aumento del tráfico de Internet la industria podría sufrir un colapso, dado que los usuarios tienen una tarifa fija como renta del servicio, por lo que se propone segmentar las tarifas para que los usuarios paguen por velocidad y por bytes descargados.
Quienes están a favor de la neutralidad de Internet han elaborado una serie de argumentaciones a partir de la libertad. Desde esta perspectiva las medidas de control de tráfico afectarían la libertad del usuario para emplear, por ejemplo, una aplicación gratuita para hacer videollamadas o para descargar datos, los cuales podrán ser bloqueados por los operadores de telefonía para evitar perder ingresos. En otro caso hipotético las empresas que distribuyen la red podrían demandar el pago por el tráfico a otras compañías como Google o Yahoo!, dado que la “utilizan” para ofrecer sus servicios, o incluso las distribuidoras tendrían el derecho para alterar los escenarios de la competitividad.
Neutralidad en riesgo
La neutralidad de la red no se ha quedado en simple discurso. El poder político ha tomado cartas en el asunto, en algunos casos aprobando normas que obligan a los prestadores de servicios de Internet a garantizar la neutralidad como parte de la libertad que tienen los usuarios para consumir contenidos, utilizar aplicaciones o artefactos para la conexión, paralelamente en otros países los gobiernos continúan proponiendo eliminar la neutralidad y regular a través de instituciones públicas parte de lo que transita por la arquitectura digital.
Un célebre caso sobre neutralidad se registró en Estados Unidos en 2005, cuando la Federal Communications Commission (FCC) publicó una declaración oficial en la que obligaba a los prestadores de servicio de la red a respetar la neutralidad en cuanto al acceso a contenidos por parte de los usuarios, el uso de aplicaciones, la libertad para conectarse a cualquier dispositivo y la libre competencia entre proveedores. La declaración fue puesta a prueba en 2008 cuando miles de usuarios presentaron quejas contra el operador de cable Comcast debido a que la empresa bloqueaba las descargas que hacían los internautas a través de BitTorrent. Ante esto, la FCC obligó a Comcast a modificar la forma en la que gestionaba la red, pues estaba atentando contra la neutralidad. Sin embargo tal neutralidad fue tirada por la borda en Estados Unidos el pasado 14 de enero, cuando un tribunal federal derogó la norma de la FCC bajo el argumento de que los servicios de Internet no deben ser protegidos por el organismo federal dado que no es un “servicio básico”. Con tal medida las empresas tendrán la posibilidad de ofrecer nuevas tarifas a los usuarios, no solo por velocidad, sino también por el tipo de contenidos, como podría ser la descarga de películas o música.
Chile se convirtió en julio de 2010 en el primer país en el mundo en reconocer el concepto de neutralidad en una ley especial. El parlamento chileno reformó la Ley General de Telecomunicaciones para prohibir a las empresas telefónicas, cableras o que presten el servicio de Internet, el bloqueo a páginas web, la restricción de la red a cualquier usuario, la persecución de contenidos, páginas y programas o aplicaciones, además de que no podrán modificar la velocidad en la transmisión de datos. Asimismo, la ley incluyó un apartado para fomentar medidas de control por parte de los adultos sobre tópicos inapropiados para menores de edad.
En junio de 2011, siguiendo los pasos de Chile, la mayoría del parlamento de Holanda aprobó una ley para garantizar la neutralidad de la red, prohibiendo a los operadores de telefonía como Vodafone o T- Mobile la aplicación de costos adicionales a los cibernautas que utilicen servicios gratuitos de comunicación como WhatsApp, aunque sí podrán ofrecer a los consumidores diversas tarifas por datos móviles con velocidades de descarga y niveles de servicio. La empresa que incumpla tal medida podrá ser multada hasta por el 10% de sus ventas anuales.
En México, durante los últimos dos años, la neutralidad de la red ha estado en riesgo a partir de dos campos: el económico y el político. El primer caso se registró el 15 de marzo de 2012, cuando los senadores mexicanos Fernando Castro Trenti y Juan Bueno Torio presentaron una iniciativa con proyecto de decreto para reformar la fracción VI del Artículo 44 de la Ley Federal de Telecomunicaciones. Dicha iniciativa, que nunca se aprobó, fue bautizada en Twitter como #LeyCastroBueno y pretendía facultar a los ISP para discriminar el tráfico de las redes. El documento establecía que cualquier proveedor podía censurar contenidos, bloquear aplicaciones o retrasar la velocidad.
A finales de marzo de 2014 la Presidencia de la República remitió a la Cámara de Senadores una iniciativa para expedir las leyes secundarias en telecomunicaciones y radiodifusión. En el Capítulo VI la iniciativa aborda la “neutralidad de las redes” y para vigilar su cumplimiento da facultades al Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel). La fracción II del artículo 145 establece que no podrá haber discriminación en la transmisión de contenidos por parte de los concesionarios y los autorizados a comercializar el servicio de Internet, siempre y cuando no se trate de contenidos ilegales o ilícitos, en tanto que según la fracción III los proveedores podrán bloquear el acceso a la red por orden de alguna autoridad o cuando dichos contenidos atenten contra alguna ley.
En la fracción V se permite a las empresas que vulneren la neutralidad, ya que podrán “tomar las medidas o acciones necesarias para la gestión de tráfico y administración de red, a fin de garantizar la calidad o la velocidad del servicio contratado por el usuario, siempre que ello no constituya una práctica contraria a la sana competencia”. Otro artículo que también atenta contra la neutralidad es el 146, el cual establece que los ISP “podrán hacer ofertas según las necesidades de los segmentos de mercado y clientes, diferenciando entre niveles de capacidad, velocidad o calidad”.
El artículo 197, en su fracción VII, da poder al gobierno para “bloquear, inhibir o anular de manera temporal las señales de telecomunicaciones en eventos y lugares críticos para la seguridad pública y nacional a solicitud de las autoridades competentes”. En este caso no solo está en riesgo la neutralidad, sino la libertad informativa que puede quedar sometida a medidas discrecionales de control por parte del poder político, como lo establecen otros artículos: 190, 192 y 194. Académicos, investigadores y especialistas, así como diversos organismos especializados, han cuestionado y rechazado esta iniciativa.
Conclusión
Intereses comerciales con el aval de actores políticos han dado prioridad al mercado por encima de la arquitectura de Internet en perjuicio de los usuarios, de otros competidores, de la innovación y de la competitividad. Aunque existen casos exitosos donde se respeta y fomenta la neutralidad, como ocurre en Holanda o en Chile, gran parte de los marcos normativos que se promueven en gobiernos de Occidente parecen apostarle a la regulación de la neutralidad y dar potestad a las empresas sobre la transmisión de bytes entre usuarios.
Defender la transmisión de paquetes de datos de una posible discriminación por parte de proveedores de servicio es defender la neutralidad de la red. Desde los valores que incubaron a la red se deben rechazar las iniciativas que germinan con el oscuro propósito de eliminar la neutralidad. La transferencia de contenidos, el uso de aplicaciones, la consulta de portales, la descarga de datos o el empleo de cualquier tecnología de conexión no debe estar supeditada a decisiones de terceros. Internet continúa siendo la tecnología que proporciona mayores márgenes de libertad a los consumidores, sin embargo cada día aparecen en el horizonte nuevas amenazas que ponen en riesgo su uso y apropiación
Fuentes:
Abbate Janet (1999). Inventing the Internet. Cambridge: MIT Press.
Alcántara, José (2010). La neutralidad de la red. Biblioteca de las Indias.
Castellet Homet, A., Aguado Terrón, J. y Martínez, I.J. (2014). De las libertades de Internet al tráfico: evolución del debate en torno a la neutralidad de la red, Icono 14, vol.12, págs. 431-461.
Graham, Gordon (2001). Internet. Madrid: Editorial Cátedra.
Lessing, Lawrence (2001). El código y otras leyes del ciberespacio. Madrid: Taurus.
Renik, Owen (1995). “The perils of neutrality” en The Psychoanalytic Quarterly, vol. 65, No. 3, págs. 495-517.
Wu, T. (2004). “The broadband debate a user’s guide” en Journal on Telecommunications & High Technology Law, vol. 3, No. 1, págs. 69-95.