Los transportistas ingleses suelen jugar Chicken. En carreteras que sólo cuentan con tres carriles (uno de ida, otro de regreso y uno en medio para rebase en ambos sentidos) este juego, tan peligroso como divertido, los mantiene despiertos en las noches en las que deben manejar largos trayectos. Los camioneros se abren al carril de rebase, apuestan a ver quién es más “valiente” y no se quita. El primero que regresa a su carril pierde, aun cuando con ello salve la vida. En el instante en el que finalmente se cruzan, quien logró mantenerse en el carril de rebase tiene la estúpida satisfacción de humillar al contrincante haciendo sonar el claxon, le hacen saber que él es el Chicken, sinónimo coloquial de miedoso.
Al parecer, a nuestros legisladores les ha dado por jugar Chicken. Importantes reformas se pierden cada periodo legislativo porque ni siquiera quienes las han promovido se atreven a aprobarlas. Éstas son lanzadas a la discusión legislativa más como parte de un juego en el que apuestan a que otro partido será el que pague el costo de regresar al carril del status quo.
En el último periodo ordinario se quedaron en el tintero al menos tres importantes reformas: del Estado, laboral y de la Ley de Transparencia. Sin lugar a dudas el ejemplo más dramático, y por tanto más ilustrativo, es el de la reforma laboral. Hace décadas que nuestros partidos hablan de la urgencia de una reforma laboral de fondo que, acorde con los tiempos y el manejo de la economía globalizada, actualice los principios básicos de las relaciones obrero-patronales en el país. No he estudiado las propuestas, por tanto no entraré a juzgarlas; sin embargo considero necesario denunciar el juego de Chicken que han entablado nuestros partidos y que tanto daño ha hecho al desarrollo democrático del país.
Se presenta una iniciativa por parte del PAN que, se sabe, es la que avala Presidencia. El PRI en el Senado aprueba una contrapropuesta y la manda a la colegisladora. Sorpresivamente, la fracción de diputados del PAN la acepta, al menos verbalmente, pero los diputados del PRI reconocen, en los hechos, que estaban jugando a ver quién se rajaba primero y no aprueban ni una ni otra. ¿Tuvieron alguna vez intenciones de aprobar alguna de ellas? Seguramente no.
Lo mismo sucedió con la actualización de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información. Fue aprobada por el Senado desde hace más de un año. Grupos de la propia Administración Pública Federal han trabajado activamente para revertir el acceso a la información; a través de sus cabilderos entorpecieron las discusiones, y alegando falsamente que la propuesta pone en peligro la privacidad de individuos y amenaza la confidencialidad de la iniciativa privada, lograron impedir la aprobación de las reformas.
Sin lugar a dudas la propuesta contiene algunos avances importantes en materia de transparencia. Irónicamente, el desarrollo legislativo más importante se centra en materia de protección de datos personales en manos del gobierno federal. Quienes han jugado Chicken probablemente ni siquiera llegaron a leer el segundo libro de la Ley, que se centra precisamente en lo que, ellos dicen, es su única preocupación. Una vez aprobada la Ley de Protección de Datos Personales en Posesión de Privados es indispensable homologar las reglas a los datos en manos del gobierno federal. ¡Lástima! Nuestros legisladores no lo vieron.
Sin negar la valentía e integridad de algunos legisladores que verdaderamente están trabajando por sacar adelante estas reformas, la mayoría de los legisladores ha quedado atrapada en el juego de sus respectivos partidos, sostiene la inamovilidad y se protege a fin de no perder un ápice de poder.