El llamado “cuarto poder” no es democrático, coinciden Ignacio Ramonet, Pascual Serrano y otros estudiosos del periodismo, porque “es el único, en el seno de las democracias, que no admite ningún tipo de crítica, que no admite ningún tipo de contrapoder”. Por eso los medios o periodistas se sienten atacados cuando se les critica: están acostumbrados a solamente ver los defectos de los demás. Por ejemplo, y como anotamos en el número pasado, se hace un escándalo cuando un actor importante de la sociedad incurre en un dislate lingüístico, cuando en los medios abundan ese tipo de errores. Hacemos un breve recuento.
“Periodo de tiempo” = redundancia
En los medios es común leer esa redundancia: “El Banco Central Europeo sólo podrá conceder préstamos ELA por un periodo de tiempo más largo si se asegura la solvencia del Estado griego” (La Jornada. 19/02/ 2015); o “[…] el copiloto del avión […] estuvo bajo tratamiento psicoterapéutico durante un largo periodo de tiempo por ‘tendencias suicidas’” (Excélsior. 31/03/2015).
Periodo o período: es un espacio de tiempo, un ciclo. La palabra proviene del latín periodos, que a su vez se compone del griego “peri” (alrededor) y “hodós” (camino, viaje) y se refería a la duración de un viaje o una actividad; por lo tanto, periodo es el tiempo de duración de algún acontecimiento. También se refiere al conjunto de palabras que forman una oración. Excepto en la gramática y en las matemáticas, no hay periodos de otro tipo; así que es un error decir: “periodo de tiempo”. Así decimos periodo: menstrual, juliano, geológico, orbital, de oscilación, de adaptación, vacacional…
¿Profesional o profesionista?
Es habitual leer o escuchar en los medios: “fulano es un destacado profesionista”. Sin embargo, el sufijo “-ista” significa o denota oficio o profesión. También sirve para nombres derivados de otros nombres: linotipista; o en adjetivos, como en partidario de una doctrina, sistema, escuela o movimiento: socialista, marxista, absolutista; para referirse a una persona que realiza una actividad o que tiene una afición: alpinista, coleccionista; o para indicar a la persona que muestra cierta actitud: egoísta, optimista. De manera que si decimos que fulano es “profesionista”, estamos señalando que tiene como profesión: la profesión (¡!).
Del sustantivo “profesión” se deriva el adjetivo “profesional”; y profesional, lo mismo en francés en inglés o en español, se dice de la persona que ejerce una actividad o profesión.
No indica el sexo. Por eso es incorrecto llamar “modisto” a un hombre (que ya se quedó) y no “modista”, porque indicamos su oficio o profesión. Igual es incorrecto decir “cirujano dentista”; debe ser “cirujano dental” (o simplemente “dentista”).
Indistinto no significa de los dos sexos
Es común leer en los anuncios donde se solicita personal, que puede ser “de sexo indistinto” o “de ambos sexos”. Pero en realidad no se refieren a los andróginos o hermafroditas; quieren decir que se solicita a hombres o a mujeres. Indistinto significa: que no se distingue de otra cosa; que no se percibe claramente; indiferente; es sinónimo de: indiscernible, imperceptible, confuso, nebuloso, indistinguible, indefinible.
Entonces, si solicitan a gente de “sexo indistinto”, se están dirigiendo a personas cuyo sexo es desconocido. Y los que tienen “ambos sexos” son sumamente raros, porque normalmente los someten a cirugía al nacer.
Veintiuna personas, no veintiún personas
Antes, los locutores eran la pauta a seguir para hablar con cierta corrección; ahora, con la eliminación de las licencias para ello, cualquiera puede serlo. Es común escuchar en la radio y televisión (o leer en la prensa) que “resultaron lesionadas veintiún personas”.
Debió decirse: “veintiuna personas”, porque el numeral “uno” solamente es posible apocoparlo cuando va antes de sustantivos masculinos, excepto cuando tiene enfrente sustantivos femeninos que comienzan por “a” tónica (una vocal es tónica cuando en ella recae el acento prosódico o de intensidad): un águila, un alma, un hacha. Pero nunca se apocopa cuando está antes de sustantivos femeninos que no comienzan por “a” tónica: una alcoba, una arteria, una persona.
Por lo tanto los números compuestos con el uno se comportan igual. Así: veintiuna alcobas, veintiuna personas; treinta y una personas… Por ello, ese gran libro árabe no se llama “Las mil y UN noches”.
Décima primera o undécima, no onceava
Los números cardinales se usan para contar: 1 (uno), 2 (dos), 3 (tres). Los ordinales se usan para dar orden de secuencia: 1o (primero), 2o (segundo), 3o (tercero)… Los fraccionarios son los que nos indican en cuántas partes se divide la unidad; proviene del latín fractus, fractio– onis (roto, o quebrado). A partir de la undécima parte, los fraccionarios se forman añadiendo “-avo” o “-ava” a la raíz: onceavo, doceavo…
Frecuentemente vemos en los medios que algunos periodistas se confunden con los números ordinales y los fraccionarios. No es “quinceavo” aniversario sino “décimo quinto” (o decimoquinto) aniversario. Porque no estamos dividiendo la vida de la mujer que cumple 15 años, sino aumentándolo. Así vemos que se dice: “la veinteava zona militar”, cuando debe ser “la vigésima”.
Por ejemplo: “La mala calidad de la educación se ha convertido en la onceava violación a los derechos humanos más denunciada en México, por encima de la negligencia médica y el empleo arbitrario de la fuerza pública, de acuerdo con el Informe de Actividades 2014, presentado el pasado 25 de marzo por la CNDH” (Excélsior. 05/04/2015).
Los reporteros de Excélsior debieron escribir la décima primera (o decimoprimera o undécima); no “onceava”, porque no se dividió una violación en once partes.
Se dice, décimo, undécimo, duodécimo… porque estamos hablando de lugares, de puestos, del orden en que van ubicados elementos, cosas…
Y el numeral fraccionario o partitivo se refiere siempre a una unidad que ha sido dividida en fracciones iguales; no están “numeradas”. Si partimos una pizza en veinte pedazos y le entregamos una parte a igual número de personas a cada una le tocará un “veinteavo” de pizza, no “un vigésimo”.
Se abusa de del verbo abusar…
Por influencia del inglés “to abuse” (que para los hablantes de esa lengua es verbo transitivo; es decir, para ellos: “se abusa algo o a alguien”: “abused children”: niños abusados), en México usamos esa forma de manera incorrecta.
Así, nuestros periodistas o defensores traducen lo mismo, cuando en español el verbo abusar es intransitivo. Ejemplos de transitivos: amar y odiar; por lo tanto, habrá niños amados u odiados. Pero como abusar no es transitivo, no podrá haber “niños abusados” (no en ese sentido).
Al emplear ese verbo se utiliza la preposición “de”.
Así, se debe decir: “ella sufrió abuso de su secuestrador”.
“Los niños fueron víctimas de abuso de…”. Y no: “ella fue abusada…”. “Los niños abusados…”.
Por eso decía Federico Campbell que “nuestro español hablado y escrito se está pareciendo a ese español pergeñado en las malas traducciones de las películas estadunidenses”.
Lapso de tiempo
Hay otra expresión que también es redundante, aunque aceptable, como señala el Diccionario Panhispánico de dudas: “Es frecuente y admisible el uso de la locución redundante lapso de tiempo: ‘Los patos actualizan su instinto de seguir a la madre en un lapso de tiempo muy corto’”.
Lapso: “tiempo entre dos límites”. Viene del latín lapsus (resbalón o tropezón) su significado original era “correr, fluir” (hacia adelante) o “deslizar” (hacia abajo). También es “espacio de tiempo” porque el verbo “labor” que da origen a “labi–lapsus”, se empleaba para indicar el transcurso del tiempo.
Es utilizado para indicar la duración o el transcurso entre dos demarcaciones: “El día es el lapso que tarda la tierra en dar vuelta sobre su eje”. “Durante ese lapso, no escribí nada, hasta que me recuperé”.
Por lo tanto es innecesario decir “lapso de tiempo”, aunque no es incorrecto, como indicamos arriba: “[…] la Ciudad de México se ubica en el primer lugar, con 134 mil 131 casos en el lapso de tiempo señalado” (La Jornada. 14 de febrero de 2018).
Pero contra lo que dice el muy importante Diccionario Panhispánico, considero que no es necesario, repito, complementar con “tiempo”, porque, cuando se hace referencia a “otro” lapso, se indica con cursivas. Porque también se usa para olvido, error o el “resbalón” en sentido figurado.
Aunque “lapso” o “lapso de tiempo” tiene el mismo origen que “lapsus” (equivocación), conviene no confundirlos.
Lapsus linguae: error al hablar, cambiar un sonido por otro, por ejemplo.
Lapsus calami: error al escribir (“cálamo” era pluma, en latín).
Lapsus mentis: olvido o error mental.
Entonces deberíamos dejar “lapso” para tiempo, y “lapsus” para una equivocación cometida por descuido.
Abundan las redundancias
Este fallo, del uso repetido o excesivo de una palabra o concepto, de información superflua abunda en los medios. Es muy usual escuchar: “te lo vuelvo a repetir”; cuando no han repetido nada antes, y lo que quieren indicar es “te lo vuelvo a decir” o “te lo repito” (“volver a” significa repetir una acción).
Repetir es: volver a hacer o decir lo ya hecho o dicho. Entonces, si no se ha hecho o dicho algo dos veces (mínimo), es decir, repetido, no se puede decir “volver a repetir”.
Es el mismo caso de “vuelvo a insistir”. Insistir significa: Instar reiteradamente. Persistir o mantenerse firme en algo. Repetir o hacer hincapié en algo. Es mejor decir: “insisto”.
También es incorrecto decir: “vuelvo a reiterar”; “vuelvo a reafirmar” “vuelvo a retomar”. “Prever con anticipación”; “yo, personalmente, considero”; “en mi opinión personal”; “divisas extranjeras”; “erradicar totalmente” o “conclusiones finales”.
La empresa Televisa tiene un programa nocturno que se llama: “Veredicto final”. Los productores ignoran que “veredicto” significa: única decisión o dictamen final; fallo o sentencia definitiva.
Al conjunto de los desperdicios sólidos o líquidos que constituyen el producto final del proceso de la digestión se le llama excrementos, heces o materia fecal. Entonces, es redundante decir “heces fecales”: “Las partículas que provienen del humo de los camiones y las fábricas, incendios, el polen de plantas, de las esporas de los hongos, de la piel que se desprende de cuerpo, o de las heces fecales […]” (Animal Político. 24 de enero de 2018).
La mayoría de la gente toma su educación lingüística de los medios, entonces, es de capital importancia que se retome el estudio de la gramática en las redacciones. Si los útiles, las armas del periodista son las palabras, debe conocerlas a la perfección. Es premisa original del periodismo escribir con precisión, y para ello no se necesita ser un gramático o lingüista consumado.