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Es convención aceptada que la actual oleada populista en el mundo se consolidó con dos acontecimientos fundamentales: de una parte el Brexit, el referéndum que se llevó a cabo el 23 de junio de 2016, mediante el cual el Reino Unido abandonó la Unión Europea; de otra parte, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, lo que ocurrió el 8 de noviembre de 2016.

Respecto del Brexit debemos decir que fue una votación bastante cerrada: 51.9 por ciento a favor de la salida, 48.1 por ciento en contra del abandono de la Gran Bretaña de la Unión Europea. Quien inclinó el fiel de la balanza fue el Partido de la Independencia del Reino Unido (United Kingdom Independence Party) (UKIP), encabezado por Nigel Farage. Para lograr su propósito este demagogo de extrema derecha exaltó el nacionalismo, el euroescepticismo y el rechazo a los inmigrantes.

Por lo que hace a la llegada de Trump a la Casa Blanca, debemos recordar que su primera declaración al anunciar su postulación fue en contra de los vecinos del sur. El 16 de junio de 2015, desde Nueva York, dijo que los mexicanos “están mandando gente que tiene muchos problemas. Nos están enviando sus problemas, traen drogas, son violadores y algunos supongo que serán buena gente, pero yo hablo con agentes de la frontera y me cuentan lo que hay”. El magnate neoyorquino apeló al racismo, al odio y al resentimiento de los votantes. Como se observa, el neopopulismo tiene una visión conflictiva de la política: siempre busca un enemigo.

Estos dos acontecimientos son emblemáticos, pero, en la práctica, ya el neopopulismo había tomado el poder en algunas naciones. “El padre fundador” del neopopulismo fue el multimillonario Silvio Berlusconi, quien asumió en Italia el cargo de presidente del Consejo de Ministros en 1994 con su partido Forza Italia en coalición con otras agrupaciones políticas, cargo que ocupó en tres ocasiones distintas. Se presentó como un extraño a la política (outsider), como alguien que no estaba involucrado en las turbias maniobras de los partidos. Sedujo a la mayoría de los italianos presentándose como uno de ellos que había alcanzado el éxito y que tenía acceso a los placeres que brinda la riqueza, como palacios, yates, mujeres hermosas, fiestas en las que derrochaba comida, bebidas y sexo (le feste del bunga-bunga). O sea: alguien para ser admirado y envidiado a la vez.

Polonia es un caso especial. El presidente de ese país es Andrzej Duda, el primer ministro es Mateusz Morawiecki, pero quien lleva realmente las riendas del poder es Jaroslaw Kaczynski, líder del partido Ley y Justicia, un instituto político de clara filiación conservadora que ha trastocado los derechos individuales y los de la mujer, y se ha lanzado contra los inmigrantes y refugiados. Su base social se compone de personas que han sido dañadas por las medidas impuestas por la Unión Europea, y por una juventud que, si bien ha tenido mejores condiciones de educación y ha salido a otros países europeos, no encuentra oportunidades de desarrollo ni afuera ni adentro de su nación.

Un caso emblemático del populismo de derecha en Europa es el húngaro Viktor Orbán, primer ministro de su país, quien el 26 de julio de 2014 pronunció un discurso en Baile Tusnad (Rumanía), en el que habló de la necesidad de implantar una democracia no liberal. Parece una contradicción en los términos, pero así es: una democracia en la que no se respeten los derechos individuales como las libertades de expresión, de prensa, de culto, de tránsito, de reunión y de asociación. Un régimen de esa naturaleza simple y sencillamente no es una democracia: es una tiranía populista.

El líder populista más importante del mundo es Vladimir Putin. Este personaje no solamente tiene un proyecto nacional, sino también internacional: rehabilitar el imperio ruso tanto en su faceta blanca (los zares) como en la roja (el estalinismo). Para él, la peor tragedia del siglo XX fue el desmembramiento de la Unión Soviética. Lo que ha puesto en marcha, a nivel nacional, es una brutal represión contra los disidentes; a nivel internacional, puso en acto la invasión de Ucrania.

De otra parte, conviene recordar lo que Nadia Urbinati escribe en su libro Me the People

Cualquier esfuerzo por entender la política contemporánea que quiera ser tomado en cuenta debe considerar seriamente al populismo. Sin embargo, nuestra habilidad para conocerlo actualmente es limitada porque, hasta hace poco, este fenómeno fue analizado bajo dos grandes rubros. De una parte, fue conceptualizado simplemente como una subespecie del fascismo; de otra parte, fue entendido como una forma de gobierno que se pensó que sólo se practicaba en la periferia de Occidente, en particular en los países de América Latina.

Es que, en efecto, lo que podría llamarse “el populismo clásico” se presentó en nuestro subcontinente con los gobiernos de Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina y Lázaro Cárdenas en México. Aparte de las especificidades de cada uno de ellos, lo que los vincula es que fueron regímenes que rompieron el monopolio político de las oligarquías terratenientes. Esto sucedió gracias a la movilización de las masas sociales a las cuales esos gobiernos populistas respondieron con reformas para mejorar sus condiciones de vida. Crearon el Estado social. Fue un “populismo paternalista”.

El neopopulismo en América Latina es diferente del populismo clásico. En primer lugar, aquel no se lanza contra un sistema político oligárquico, sino simple y sencillamente contra la democracia liberal. Un caso ejemplar es el de Hugo Chávez, quien ganó las elecciones de 1998. No obstante, en cuanto tomó el poder él y sus congresistas cambiaron la Constitución para llevar a cabo lo que llamaron la “Revolución bolivariana” o “socialismo del siglo XXI”. Ciertamente, Chávez instrumentó una serie de medidas para mejorar la vida de los desposeídos, pero luego se comprobó que esto se plasmó mediante una red de corrupción y gracias al auge petrolero. Pero sobrevino la crisis energética que afectó fuertemente a Venezuela. Sus críticos achacaron este problema al mal manejo de la economía, a los gastos excesivos e insostenibles. Además, durante su gobierno hubo un aumento significativo de la criminalidad; se incrementó la corrupción, así como una presencia avasalladora de la propaganda oficial.

Chávez destripó a la democracia constitucional venezolana desde dentro e impuso una tiranía populista. Entre otras cosas, censuró a la prensa, modificó las leyes electorales, metió a la cárcel a algunos opositores y a otros disidentes los sacó del país. Murió el 5 de marzo de 2013. Dejó como su sucesor a Nicolás Maduro.

El proyecto bolivariano sumó adeptos: Evo Morales en Bolivia (2006-2019), Rafael Correa en Ecuador (2007-2017), Daniel Ortega en Nicaragua (1985-1990, 2007-ad perpetuam).

Con el propósito de formalizar esta alianza internacional se fundó la organización llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). En el documento de presentación se resalta: “Es una alianza política, económica y social en defensa de la independencia, la autodeterminación y la identidad de los pueblos que la integran. Nace el 14 de diciembre de 2004 por un acuerdo firmado entre Venezuela y Cuba, como forma de integración y unión de América Latina y el Caribe”.

Otra organización internacional es el Foro de Sao Paolo (FSP) establecido en julio de 1990 por Luiz Inazio “Lula” da Silva y Fidel Castro, como reacción a la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. A la primera reunión de esa organización acudieron 48 partidos y organizaciones. Se puede decir que el FSP es la fuente ideológica del populismo y del comunismo para América Latina y el Caribe.

Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como presidente de la República el 1 de diciembre de 2018. Sin embargo, ha abusado del poder y ha violado sistemáticamente la ley. Para explicar la índole de su régimen, que denomina “Cuarta Transformación”, es necesario recurrir a la tradición del pensamiento jurídico. Es decir, hay dos clases de tiranos: uno por defecto de título (tyranno ex defectu tituli), otro por defecto en el ejercicio del cargo (tyranno ex parte exerciti). Luego entonces, aunque llegó legítimamente al poder, lo ha ejercido fuera de la ley. Por ese motivo es un tirano populista.

Por último, tratando de proponer una catalogación de los populismos, propondría la siguiente clasificación: 1) los populismos originarios, es decir, los narotniki rusos, y el partido populista norteamericano, ambos del siglo XIX; 2) el populismo clásico: Getulio Vargas, Juan Domingo Perón y Lázaro Cárdenas, y 3) el neopopulismo, que se divide en dos ramas: a) de derecha, b) de izquierda.

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