Ariel Ruiz Mondragón / J. Scott Bronstein y Rita Vásquez
El 3 de abril de 2016 se hizo público un vasto y grave proyecto periodístico que exhibió una red amplia y compleja para la evasión de impuestos. Se trataba de una investigación de periodismo colaborativo a la que dio lugar la filtración de documentos del bufete Mossack Fonseca, una empresa con domicilio en Panamá dedicada a mover, de manera secreta, dinero y activos alrededor del mundo.
En este caso salieron a relucir nombres de mandatarios, políticos, multimillonarios, narcotraficantes, miembros del jet set, traficantes de armas, actores y hasta deportistas de renombre, entre otros personajes.
En esa vasta colaboración profesional, liderada por al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), participaron unos 400 periodistas de un centenar de medios de comunicación.
Quienes fueron la cabeza de playa de esa investigación en Panamá fueron los periodistas J. Scott Bronstein y Rita Vásquez, quienes se desarrollaban allí profesionalmente y que conocían, desde diferentes ámbitos, el funcionamiento de las empresas extraterritoriales (offshore) y de los paraísos fiscales caribeños.
Ahora, ellos dos relatan sus experiencias en esa investigación en el libro Sociedades peligrosas. La historia detrás de los “Panama Papers” (México, Debate, 2017), sobre el que etcétera conversó con los autores.
Bronstein ha trabajado como editor de The BVI Beacon, de Islas Vírgenes Británicas, y en la última década de la versión digital en inglés de La Prensa, de Panamá. Vásquez laboró varios años en la industria de los paraísos fiscales, en Islas Vírgenes Británicas y en Panamá. Es subdirectora de La Prensa.
¿Por qué publicar un libro como el suyo? Ya antes estaba Panamá Papers. El club mundial de los evasores de impuestos, de Frederik Obermaier y Bastian Obermayer. Scott dice que todo periodista sueña con tener una noticia que capture la atención del mundo, y que le encanta ver su nombre impreso.
Rita Vázquez (RV): Surgió porque nuestra historia sucedió en el epicentro de esta investigación. Esto apareció en Panamá porque la firma de abogados está allí y porque somos panameños.
Nosotros nos convertimos en punto de referencia de muchísima gente; dentro del proyecto fuimos los periodistas que interactuamos más con todos los colegas que estaban en él.
Era muy importante contar nuestra historia y hacerlo bien. Muchas veces, cuando uno dice algo, la gente lo malinterpreta y luego se escribe mal.
Además, este proyecto era extremadamente personal para nosotros: habiéndonos conocido en las Islas Vírgenes, teníamos un grupo muy importante de amigos que eran nuestra familia. Entonces tener conflictos con ellos fue duro, muy difícil: nos rompió el corazón.
Asimismo, sentimos que las publicaciones, la selección del nombre del proyecto y la reacción internacional habían sido extremadamente injustas para nuestro país. Se había satanizado a la industria offshore y, a la vez, se le había hecho daño al periodismo de investigación. Entonces sentí una necesidad de reivindicar estos aspectos también.
Scott Bronstein (SB): El primer nombre que busqué dentro de los “Panama Papers” era el de Rita, así que esto también tenía un aspecto muy personal para mí. Ella estaba en ese medio, y apareció dentro del proyecto 30 veces.
Los “Panama Papers” fueron producto de una filtración de un personaje llamado John Doe. ¿Qué clase de suspicacias y dudas les generó esto para emprender la investigación? Doe decía que lo único que quería era un mundo mejor.
RV: Todas las del mundo. La primera vez que yo abrí la base de datos, me llevé las manos a la cabeza porque no podía creer lo que veía: documentos internos de Mossack Fonseca, como facturas. Todo el que trabaja en una firma sabe que la factura es un documento muy confidencial.
A partir de las preguntas que yo y los directivos del diario La Prensa habíamos tenido, que fueron evaluadas con nuestros abogados de Panamá e internacionales, entendimos que entrar en una investigación periodística de este calibre no implicaba una actividad ilícita por parte del medio, porque éste no había filtrado la información, no la había adquirido de una forma ilícita. Había sido compartida con nosotros a través del ICIJ. Para cualquier colega es realmente un sueño hecho realidad, además de la colaboración de tantos periodistas de tanto renombre y éxito. Pero yo no podía decirle nada a Scott en ese momento porque era un proyecto secreto.
Me fui a Alemania cuando me dijeron “necesitamos que hagas una presentación sobre Panamá”. No me dieron muchos detalles, pero decidí que la presentación tenía que orientarse al sector de servicios. Tenía que explicar cómo funcionaba el sistema financiero en el país, así como lo más importante, que esto no es más que el mal uso de un buen recurso. Las sociedades anónimas y la industria offshore tienen un fin legítimo, que a lo largo de los años los abogados de Mossack Fonseca fueron tergiversando.
La única pregunta que me hacía (porque hubo un momento en el que los periodistas que ya habían empezado a investigar nos contaron sus hallazgos) era por qué todas estas personas llegaron a esta sola firma. Yo estuve en esta industria varios años, y jamás me topé con situaciones parecidas. Entonces me di cuenta de que algo se venía haciendo mal, y sabíamos que al final eso iba a traer reacciones contraproducentes para nuestro país.
El segundo aspecto fue el nombre del proyecto. Cuando se escogió el nombre en Alemania, yo dije: “Esto no puede ser, no tiene nada que ver con Panamá. Son abogados panameños (dos) que hacen una firma y operan mal este servicio”. Además, la mayoría de las sociedades que tienen ni siquiera fueron constituidas en Panamá, la mayoría de las operaciones bancarias no son en el sistema bancario panameño sino europeo, y ninguno de los clientes es panameño. Había muchísimas cosas que no vinculaban directamente a Panamá, y sabíamos que utilizar su nombre en el título del proyecto distraería su verdadera razón, que era revelar un vacío jurídico que necesitaba ser llenado en pro de esta industria para que lo que proporcionaba fuera utilizado en buena lid.
SB: Lo primero es que era un proyecto inmenso, que cubría muchísimas cosas: desde actrices hasta Messi, a Putin, cárteles de la droga y multimillonarios, así que era difícil entender su alcance. Luego, a medida que seguimos, vimos sus implicaciones globales, y empezamos a cambiar un poco cómo lo veíamos: pensábamos que necesitábamos tener muy claras la perspectiva y el alcance de todo esto, y que en realidad Panamá no debería ser su enfoque principal.
Al final del libro hay un señalamiento muy importante: también Mossack Fonseca fue víctima de un delito: el robo de sus registros. En los aspectos éticos y legales del periodismo, ¿cuáles fueron los problemas que enfrentaron por esto? Esto tiene muchas aristas: incluso en el libro dicen que cuando se publicó la historia en la prensa, se usaron muchos condicionales por cuestiones legales.
RV: Era parte del conflicto que teníamos día a día. En ese caso, por ejemplo, sabíamos que quienquiera que sacó esta documentación no le pidió permiso ni a Jürgen Mossack ni a Ramón Fonseca: lo hizo sin permiso, de forma no autorizada. Ellos alegan que esto es un hackeo, y las fuentes dicen que fue una filtración. Hay una diferencia sutil, pero muy importante: si es un hackeo, la obligación fiduciaria de la firma para con sus clientes es nada porque ellos fueron atacados; si es una filtración, quiere decir que provino desde adentro, y eso quiere decir que tendría que enfrentar muchas demandas de sus clientes por no haber resguardado con el debido cuidado esa información privilegiada.
Hay un caso en el Ministerio Público que busca investigar eso en Panamá, y eso tendrá su consecuencia en su momento.
Sabíamos que la información no había sido obtenida de manera autorizada (yo no quiero decir si de forma legal o ilegal, todavía). También sabíamos que era información privada de las personas, y por eso enfocamos nuestra investigación única y exclusivamente en aquellas personas que eran públicas: ministros, exministros, presidentes, expresidentes, lo que se llama politically exposed person (PEP). Al ser una PEP, la información no es tan clasificada ni tan confidencial ni privada, porque todo eso puede ser utilizado para luego la apertura de causas criminales porque estamos hablando de personas que tienen o están en una situación de poder respecto a otras, y que, además, tienen a su alcance fondos públicos. Por eso en La Prensa de Panamá decidimos que todas las publicaciones que se hicieran fueran única y exclusivamente cuando había un interés público, general, común.
Así, a nosotros no nos interesaba hacer una publicación sobre Juan Martínez, quien tiene 50 millones de dólares o que tiene sociedades anónimas, ni sobre sobre el tío del primo del abogado del sobrino de Jürgen Mossack. En la base de datos había información muy personal de ellos mismos, asuntos como cómo utilizar el botón de pánico en su carro, que hubiesen hecho una historia periodística sensacional, pero nosotros no la hicimos.
Nos enfocamos exclusivamente en aquellas personas de interés público, y eso es para nosotros, simplemente, de lo que se trata el periodismo.
En los debates que se realizaban en la red iHub varios periodistas parecían más preocupados por cuál político caería que por el funcionamiento de la estructura de la empresas offshore ilegales. ¿Cómo fueron esos debates?
SB: Fue excelente el nivel de cooperación; había gente de Finlandia, de Estados Unidos, de Panamá… todos investigando, por ejemplo, un caso de México. Y la colaboración fue increíble: nos criticábamos entre nosotros y era muy singular, porque no estábamos en competencia sino que teníamos una meta en común. Si yo encontraba algo acerca de Argentina, me metía al grupo de ese país para platicarlo, y luego salía alguna conexión con Irlanda, por ejemplo, donde hablábamos con el que tenía ese conocimiento. Realmente fue trabajo en equipo. No estábamos de acuerdo con el nombre ni con el enfoque ni con, por ejemplo, la persecución de Leticia Montoya, que era la empleada casi de base de Mossack Fonseca. Pero el sacrificio es parte del compromiso, y el proyecto seguía siendo importante incluso después de la publicidad negativa, después de todas las presiones dentro de Panamá. Rita le puede contar acerca de las amenazas en Internet, pese a lo cual seguíamos colaborando y dando información.
RV: En La Prensa nunca hemos utilizado el nombre de “Panama Papers”, porque no estoy de acuerdo ni nunca lo hemos estado; incluso en Alemania yo les dije que esto era perder el enfoque. Ese fue el miedo que siempre tuvimos, y efectivamente pasó.
Está el caso de Von der Goltz, un evasor de impuestos, sobre el que el ICIJ les dijo que no causaba interés porque la evasión fiscal casi no es noticia. ¿Cómo han contribuido los medios a normalizar casos tan graves como ese, de 500 millones de dólares en oro que se pierden? Se trataba, como dicen en el libro, del evasor más grande del mundo, y no genera interés. ¿Qué pasó allí?
SB: Nos sentimos algo frustrados porque pensábamos que estas historias iban a ser interesantes, especialmente en los periódicos de Estados Unidos; pensábamos que iban a tomar estas historias, pero no les dieron seguimiento. Tenemos que respetar las decisiones de otros, al final de cuentas ellos tienen razones, y nosotros no tenemos la información de por qué tomaron ciertas decisiones. Pero nosotros pensábamos que era una historia importante, por ejemplo, porque en la firma hablaban de evadir impuestos en Estados Unidos, entre ellos Ramón Fonseca, un empleado del gobierno panameño, que estaba minando la relación con Estados Unidos, que era el socio comercial más importante de Panamá.
RV: Agrego: la razón por la cual el periódico publicó esa noticia fue porque era una forma de demostrar que sí había clientes estadounidenses en la base de datos.
Otro punto es lo que se menciona sobre Leticia Montoya, que es muy emblemático de cierto periodismo: reporteros y camarógrafos de unos ocho países fueron a buscar a esa trabajadora de la firma hasta su casa, y les dice el ICIJ que está bien; pero cuando van a las oficinas de Mossack Fonseca a montar otro espectáculo, ya les dice que no está bien. Ustedes dicen: “Esto nos va a dar para grandestitulares, pero no se va a entrar al fondo del problema”. Algunos de los participantes en el proyecto criticaron estos espectáculos y poner lo noticioso sobre lo relevante. Esto es un problema serio.
RV: El tema de la industria offshore es muy técnico, y toma muchos años formarse un criterio porque, además, evoluciona mucho: de lo que era hace 10 años, hoy es una historia totalmente distinta, y no necesariamente por los “Panama Papers”. No todos los periodistas que están en un proyecto tienen el mismo nivel de conocimiento, y pienso que cada uno, con su criterio, escogió aquellos temas que pensó que le iban a dar más lecturas y más circulación. Definitivamente se sintió, aunque tal vez no fue la intención, que había un tipo de propaganda en contra de Panamá, algún tipo de cobertura un poco parcializada, en la que no importaba qué hiciera Panamá, nada era suficiente. Eso ocurrió tal vez porque era la noticia fácil, y no estoy diciendo que los periodistas que participaron en el proyecto no tengan la capacidad, sino que uno en el día a día también encuentra muchas cosas. Entonces la noticia fácil era: Panamá, paraíso fiscal, el lugar donde todo esto pasa, el país que no coopera…
Pero habría que debatir caso por caso: en el caso del presidente Putin, por ejemplo, la sociedad ni siquiera era panameña. Vamos a ver tantos otros asuntos que fueron investigados internacionalmente, como el de la familia del primer ministro inglés David Cameron, que era de un fondo de Bahamas, por ejemplo.
Estos casos eran emblemáticos, y tenían su sitio en Panamá porque la firma y los abogados estaban; pero, a la larga, el hecho de que Panamá hubiese facilitado todo ello como país no es cierto; de hecho, la industria offshore para Panamá representa menos del 1% del ingreso. Esta industria es importante porque es un país de servicios; pero si mañana se acaba, sufrirían los abogados, que ya una vez se reinventaron. Hay formas de reinventar esta industria y hacerla explotable para que no se utilice con propósitos ilícitos. Pero la noticia se acelera y hay que irnos contra el país y la firma, sin debatir que este es un problema mucho más grande y global. No hay manera de que la industria offshore funcione si no hay un banco donde guardar el dinero, de la misma manera que no hay un narcotraficante que pueda vender cocaína si no tiene dónde meter esa plata para lavarla después. Es exactamente lo mismo.
Otro punto es el uso político que se le dio a esta información, como fueron los casos, por ejemplo, de Joseph Stiglitz y David Cameron.
RV: Las propuestas de Cameron fueron totalmente hipócritas: ¿cómo promueve el condenar algo cuando él y su familia lo habían utilizado? Que no se sabía o que no era algo muy escandaloso, es otra cosa.
Al caso de Stiglitz, yo no encuentro una explicación: llega invitado por el gobierno de Panamá para formar parte de la comisión de notables, y sabía las reglas del juego desde el día uno, y las quiso cambiar. Es como cuando a uno lo contratan para hacer un trabajo: si a usted lo contratan para hacer periodismo y para publicar en un diario, ¿usted por qué va a decir “ahora quiero publicar en otro periódico”? Es lo mismo, y lo peor es que la cobertura internacional que se le dio a las renuncias de Stiglitz y de Mark Pieth fue exactamente a lo que ellos quisieron decir. Ningún medio internacional fue a preguntarle a los notables panameños, que, además, son notables: el presidente de la comisión había manejado el canal de Panamá por muchísimos años, y es un modelo de negocio para toda esta región.
Entonces es un poco absurdo que la cobertura internacional sobre ese tema sea exclusivamente de la posición que ellos tenían sin seguir una regla esencial en el periodismo, que es buscar a ambas partes. Son preguntas para las cuales nosotros no tenemos respuestas, pero podemos dejar abiertas las puertas al análisis con este libro, para que todo el mundo, cuando lo lea, llegue a sus propias conclusiones.
SB: Puede ver qué tanto se emociona Rita hablando de esto, así que se puede imaginar cómo estaba cuando todo un país se sentía así con lo de los “Panama Papers”. Y sí, hay problemas, y se necesita un cambio pero no sólo en Panamá.
Al respecto se menciona esta carta que 300 grandes economistas firmaron contra la industria offshore, entre los que está Stiglitz. Pero ustedes mencionan algunos casos en los que ha servido a algunas empresas de Centroamérica para prevenirse de los vaivenes cambiarios, casos de divorcios y fallecimientos. A grandes rasgos y en tres ejemplos, ¿cuáles son los aspectos positivos que tiene la industria offshore?
RV: El primero, incluso la protección de derechos humanos de grupos minoritarios; ejemplo clásico: en el caso de parejas del mismo sexo, no todos los países ni todas las ciudades son como la de México, donde es una figura reconocida; en la mayoría de los países, la unión de parejas del mismo sexo no es aceptada, por lo que no pueden contratar propiedades, tener cuentas bancarias ni hacer un montón de cosas en conjunto, además de que los derechos de sucesión son negados, y si uno fallece, entonces los que están en primera línea para heredarlo son sus familiares, no la persona con la que construyó un patrimonio. Al poner esto en una estructura offshore, quedan protegidos.
Dos, la protección de los bienes. Hay países como México y Colombia, donde era muy peligroso tener propiedades, dinero, y las personas no querían que eso se supiera. Entonces estas personas veían en este vehículo una forma de protección contra la violencia, de protección de su propiedad.
El tercer ejemplo son los planes de sucesión: cuántas familias hemos visto que se desintegran en disputas sobre 50 mil dólares o menos. Cuando uno organiza su patrimonio en vida y fallece, nada de eso existe: no hay que ir a juicios de sucesión, no hay que pasar por un juzgado porque se puede hacer un fideicomiso o una fundación, y señalar a los beneficiarios. Si yo muero, nada es mío ya porque la propiedad se ha traspasado a esa fundación o a ese fideicomiso en beneficio de quienes serían mis herederos.
SB: Este es un gran ejemplo: saliendo de aquí nos matan a los dos, y luego del libro se venden 10 millones de copias y sacamos mucho dinero. ¿Quién lo recibe? No tenemos hijos, yo tengo tres sobrinos en Estados Unidos, Rita tiene dos allá y una en Panamá. Pero ¿en qué jurisdicción se va a tratar todo esto? ¿En México, donde se publica el libro? ¿En Estados Unidos porque soy estadounidense? ¿En Panamá porque Rita es de allí?
Estos instrumentos son también para planeación del patrimonio. La gran mayoría de los documentos de los “Panama Papers” que vimos eran acerca de la planeación de qué va a suceder con el patrimonio de uno después de que muera. Es gente rica, básicamente.
SB: La primera vez que supe de este proyecto, me pareció que iba a ser sumamente aburrido. Lo único que yo sabía acerca de los offshore era a través de Rita, que trabajaba en eso, y a mí me parecía que los casos acerca de planeación de patrimonio, de transacciones e monedas y de tipo de cambio en los que trabajaba eran muy aburridos.
Luego, cuando me empecé a enterar de lo que hacía Mossack Fonseca, lo que estaban haciendo y lo que sabían que hacían, eso era totalmente diferente.
RV: Muchas veces sus excusas han sido: no hemos hecho nada malo, nuestros intermediarios abusaron de nosotros, no sabíamos quiénes eran los beneficiarios finales porque en ese momento la ley no nos obligaba a saberlo, etcétera. Pero el problema radica en que sí sabían, nosotros lo sabemos porque la base de datos no nos dio acceso solamente a información pública sino también a correos electrónicos, a documentos .tif y .jpg en donde se recrearon conversaciones entre los socios y los abogados de la firma.
Vayamos a los aspectos profesional y personal: ¿cómo les cambió la vida este proyecto? Se habla de que su carrera periodística tuvo un gran impulso, pero también se menciona que otros periódicos de Panamá los atacaron. Otro aspecto es su trato con sus amigos, algunos de los cuales terminaron declarando contra ustedes.
RV: La vida antes de “Panama Papers” y después de ellos es distinta. A nivel personal, creo que como pareja nos unió, algo que parecía imposible. Tras haber pasado, no solamente los nueve meses de investigación, sino un año más para escribir el libro y presentarlo, yo creo que nunca nos vamos a divorciar porque después de esto podemos sobrepasar cualquier cosa.
Fue extremadamente doloroso, porque hay gente que queremos muchísimo. Yo tengo un amigo que trabajó en la firma y que es como mi otro esposo, y esta es una historia que les iba a afectar a ellos de una forma u otra. Algunos tuvieron el espíritu, el corazón y la sensibilidad para entender que estábamos haciendo nuestro trabajo. Otros optaron por creer lo que se decía y, aun cuando nos conocían, optaron por acusarnos de recibir dinero, de traidores.
A nivel familiar creo que recibimos gran apoyo; a mi pobre madre le tocó vivirlo desde el día uno porque tradujo los documentos, porque esto era tan confidencial que no podíamos buscarle un traductor que no estuviera ligado a nosotros. En lo periodístico me hizo crecer muchísimo y entender todos estos aspectos sobre la colaboración, y saber cómo esto puede darse a otro nivel no sólo de periodismo sino a nivel judicial.
SB: En el último año he pasado mucho tiempo leyendo acerca del sistema financiero global para estar preparado, y tengo una perspectiva muy diferente comparada con la de hace cinco años. He leído historias que salen acerca de los “Panama Papers” en muchos países. Tenía que hacer eso para poder hablar con conocimiento acerca de la industria offshore. Rita y yo estábamos en Panamá, y por eso queríamos asegurarnos de que dábamos el mensaje justo y basado en información real. La vida ha cambiado: ahora la Unión Europea está considerando cambiar el sistema de impuestos, lo que ha de tener impacto. Pero tenemos que dar una opinión informada.
Al final ustedes hablan de que este proyecto puede ser un buen impulso para el periodismo, especialmente el latinoamericano. ¿Cuáles han sido sus consecuencias para el oficio?
RV: Básica: que a través de la colaboración periodística podemos eliminar las fronteras que existen entre nuestros países.
SB: Terminamos todas las entrevistas diciendo que hay que construir puentes y no muros. El éxito salió en este proyecto por haber trabajado juntos, por haber colaborado. Esa es una lección para los periodistas, para los gobiernos. Muchos estadounidenses dicen que los muros son la respuesta, pero nosotros podemos decir que lo es la colaboración.