Para cuando usted lea estas líneas, que escribo el 18 de diciembre, seguramente ya se habrá comido kilo y medio de bacalao, estará recuperándose de una fiesta apocalíptica en la que el Tío Luisito se orinó en los arriates y las criaturas quemaron el árbol por medio de un limpio cortocircuito. Bien, más allá de que le desee lo mejor en lo venidero, no pienso adentrarme en esta última colaboración del año en las anomalías de nuestros festejos con villancicos muy extraños y ritos que llevarían a la tumba a una raza menos resiliente que la nuestra.
Me interesa abordar el tema de las predicciones; como es sabido cada año que termina personas con la lucidez de un pisapapeles se dedican a ofrecernos vaticinios tan específicos como: “ocurrirá una catástrofe”, algunos más arrojados dan fecha y hora del fin del mundo, esos nomás quedan como pendejos. Lo que le propongo, en cambio querido lector, es entrar en este maravilloso mundo de las predicciones con lo que a mi juicio ocurrirá en 2018 concerniente a nuestro proceso electoral.
Lo primero serán los trapitos al sol, estoy seguro que en este mismo momento hay legiones de gente pagada con muy mala leche con el fin de que hagan la necropsia de los cadáveres en el armario. Nos enteraremos que el candidato de tal Partido golpeaba perros o que Sutanita le dijo pendejo por la vía telefónica a un tercero en discordia. Esta maña de la guerra sucia llama poderosamente mi atención ya que uno esperaría que la gente que se vale de esto para desprestigiar fuera la más afectada, pero como los mexicanos somos una raza chimiscolera le atizamos alegremente al chisme.
Pronostico, también, que las maromas ideológicas estarán a la orden del día, porque hay que tener mucho estómago para aliarse con el Verde o Panal (dentro de mis pronósticos también sé que vendrán descerebrados a mandarle mensajes a Quadri por mi conducto sin enterarse que soy su amigo y no su mandadero), Anaya deberá tragar mucho pinole para encabezar una agenda de “izquierda” que declinó graciosa y pragmáticamente agobiada por sus eternas divisiones y pleitos de barrio. Pero sin duda el que la tiene más difícil es nuestro buen amigo AMLO; hay que tener dotes de acróbata para no sólo llevar a sus filas a Bartlett, Sansores y fauna que los acompaña, sino tambien aliarse con el Partido Encuentro Social, una entidad evangélica que no para de sufrir y trae una agenda del siglo XIV. El PT, otra cueva de Alí Babá, se ha sumado a Morena y cuando analizan sus tropelías se escudan en dicha alianza mientras claman que es un golpe político.
Nos queda el asunto de las encuestas que tienen la virtud de enriquecer a un puñado de casas demoscópicas que pronostican ganadores, inciden en el proceso electoral y que, suponiendo sin conceder que son honestas y no sirven a intereses partidarios, tienen la misma capacidad predictiva que una señora gorda con bola de cristal.
Se está poniendo de moda el tema de consultar por quién va uno a votar y, con horror, veo que en todas las tertulias a las que asisto se emiten comentarios como “Meade es decente ¿pero el PRI?”, “Andrés Manuel es el único honesto”, “Andrés Manuel es un pillo”, Anaya es un oportunista”, “Anaya sabe hablar francés” y así hasta la náusea. Me he propuesto con la paciencia que me es consustancial no meterme en líos, no alegar a lo idiota y librarme de esa plaga que son los mexicanos opinando de cosas que no entienden.
En fin, querido lector, vote usted por quien le dé la gana, que para eso se inventó la democracia participativa, ésa que permite que el Verde conserve el registro o que el PES, a cuyos integrantes los imagino de corbatita tocando la puerta de una casa en domingo para hablarnos de la palabra del señor, pueda aparecer en una boleta electoral. Yo estoy valorando entrar en una suerte de veda que me hará sufrir una forma atenuada de autismo, pero eso sí, seré un autista feliz.