¿Qué te queda después del sabor de un gol?

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El mejor cuento sobre futbol que he leído se llama “El hincha” y lleva la firma, o mejor dicho, el tufo de Mempo Giardinelli (Argentina, 1947). Su protagonista se llama Amaro Fuentes y en el fondo todos aquellos que hemos tenido una pasión por un equipo de futbol nos identificamos con él.

Amaro Fuentes es hincha del Club Atlético Vélez Sarsfield en Argentina, y digamos que no tiene nada de extraordinario en su vida personal. Más bien es un solitario, acostumbrado a ver el triunfo en el otro, en el vecino, en el compañero de cuadra que sigue a un equipo grande que es campeón más veces de las que en toda la vida Amaro pudiera imaginar que el suyo lo sería.

Giardinelli nos traslada a un escenario que puede ser cualquiera donde haya ilusión de triunfo, es un poco de amor y de historia, como el futbol, un poco de sabor y de histeria. También, por qué no dejarlo claro, es un mucho de corazón y un poco de razón, la pasión así es. El mejor pretexto para dejar salir la frustración es un grito de gol… y su sabor.

Esa sensación que en los labios viaja por instantes, quizá horas, o días si el triunfo lo merece. También hay goles que no dan campeonatos pero sí carácter y orgullo, como cuando el equipo va abajo en el marcador por una diferencia abultada y, sin embargo, no cuelga los brazos y llega a caer un gol que además de romper el cero, evita que se corrompa el amor propio.

La afición al futbol, como la vida, es un poco de suerte y un mucho de fortuna. La elección de equipo no es fácil, conlleva un alto grado de emoción, pese a que puede entrar por herencia o injerencia, los colores se portan con orgullo para no caer en el papel de “Villamelón” (que es como un experto de ocasión).

Posteriormente uno encuentra episodios en la cancha que suceden en la cotidianidad: el penalti, por ejemplo, es como un beso: se define el todo por el todo, no importan los entrenamientos previos. Es una cuestión de estómago y astucia; las manos sudan, quizá la decisión de último momento eche a perder el contexto. Allí se siente lo que es llevar el futbol por dentro.

Por eso el hincha se sabe único, especial, obviamente su individualidad se esconde en el anonimato de la masa en las gradas del estadio. Allí grita, saca las frustraciones de la casa, la escuela o el trabajo, el enemigo es el equipo contrario, el árbitro, el delantero que falla una jugada de gol, o el portero del equipo propio que con su error pone en peligro toda la temporada.

El futbol tiene una alta relación con la literatura porque allí transitan por igual héroes y villanos, amores y desencuentros, pasiones y desventuras. Y quizá haya protagonistas, como muchos ha habido, pero siempre el que brilla más es el señor gol, porque después de él viene el grito, el júbilo, el abrazo con el de al lado o al aire. Después de eso solo queda la sonrisa, el suspiro y el deseo de que nunca se termine ese momento… siempre y cuando sea a favor.

El gol en contra sabe diferente, es agridulce, frío, una especie de rebaba que le queda al pedazo de metal antes de ser guardado en el taller, donde aguardará hasta el siguiente ciclo.

Por eso los aficionados al futbol nos identificamos un poco con Amaro Fuentes, porque todos aspiramos a que un día nuestro equipo sea campeón y soñamos con que ese día llegará. Esa esperanza es lo que nos mantiene estoicos comprando la camiseta aunque no sea original, revisando la tabla de posiciones en el romanticismo del periódico de papel aunque el dedo quede manchado de tinta porque se sigue ubicando en los últimos lugares.

Y nos genera dosis de paciencia y tolerancia el saber que las personas que amamos y queremos no necesariamente se identifican con nuestro equipo, quizá incluso puedan ser aficionados a los adversarios de primer nivel, los más directos, y eso debemos traducirlo para que fortalezca la relación.

Por eso para mí, “El hincha” es el mejor cuento que he leído sobre futbol, porque habla de lo que somos, de lo frágiles que podemos ser ante el amor al equipo y sus colores (uno de los placeres dañinos que podemos elegir), a esa frustración que se siente cuando la derrota llega y al sabor que deja un gol recién caído en las redes. Y porque en el fondo todos somos expertos por un momento, todos somos genios, filósofos de café y de futbol.

Pd. El cuento citado lo pueden hallar en algunos de los libros del autor, así como en diversas antologías, además del universo de Internet, pero en particular me agrada recomendarlo en la página web del mismo Club Atlético Vélez Sarsfield que, quizá como ningún otro en el mundo, abrió un espacio de cultura donde aparece el cuento. La cultura no está peleada con el mundo de las patadas.

Autor

  • Rafael G. Vargas Pasaye

    Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y Máster con Comunicación Política y Corporativa por la Universidad de Navarra en España. Consultor en Consultores y Marketing Político SC.

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