Habida cuenta de los resultados electorales de 2016, acaso sea pertinente considerar al arrumbado sentido común como un elemento central para entender el comportamiento electoral y aventurar una explicación medianamente plausible de los resultados del 5 de junio.
Hace ya algunos ayeres, Aristóteles explicó que sólo se logra persuadir a alguien para que realice, o deje de realizar, alguna acción cuando se logra generar en la persona que se quiere influir una emoción que sirva al propósito deseado. Las emociones son las que encauzan, impulsan o inhiben el actuar de mujeres y hombres.
Desde esta perspectiva es posible considerar a las contiendas electorales como una disputa por generar y encauzar una emoción socialmente mayoritaria que favorezca un proyecto a costa de los otros.
No hay necesidad de consultar ningún estudio especializado para advertir que en Veracruz buena parte de la población está muy enojada con los gobiernos actuales y con el partido que los abanderó. En este contexto, el lema de campaña “Para mejorar Veracruz” del candidato del PRI Héctor Yunes, que como candidato del partido en el gobierno tendría que haber sido el primero en reconocer el enojo social para tratar de encauzarlo, resulta totalmente ajeno al sentir común y sin ninguna fuerza para mitigar su cólera. Por el contrario, el “Ya, ya, ya” de Miguel Ángel Yunes del PAN sí logró sintetizar y expresar el reclamo social. Así, la emoción colectiva de la mayoría durante el proceso vuelve no sólo entendibles, sino hasta previsibles, los resultados de la contienda, a pesar de lo que presagiaron las encuestas y de las campañas negativas que en medios nacionales atestiguamos.
Esta fórmula se repitió en cuatro procesos. En Chihuahua, Enrique Serrano, del PRI, trató de combatir el enojo social con una frase que se hacía de la vista gorda “Tengo la vista de frente” y con un lema orientado a infundir miedo “El camino seguro”. Por su parte, Javier Corral sí identificó y azuzó esta cólera social con su “Ahora es cuando”, haciendo un llamado a una suerte de revancha. Lo mismo hizo en Quintana Roo Carlos Joaquín Coldwell, del PAN/ PRD, con su grito de campaña “Hagamos historia”, frente al mensaje de Mauricio Góngora que intentó mantener al PRI en el gobierno con un lema que trató de minimizar la emoción colectiva con su “Somos Quintana Roo”. En Tamaulipas, Baltazar Hinojosa esgrimió casi una amenaza “Por el bien de Tamaulipas”, frente a los “Vientos de cambio” que supo leer en el sentir social Javier García Cabeza de Vaca. En Oaxaca, José Antonio Estefan defendió la continuidad con una postura personal “Firme ante el futuro” contra una promesa de cambio social “Es tiempo de crecer juntos”, expresado por Alejandro Murat.
Hubo disputas electorales en donde los candidatos sí reconocieron y pelearon por encauzar el enojo social en su favor, tal es el caso de Durango. Esteban Villegas del PRI con el lema “Un nuevo proyecto, para que tú ganes más” trató de canalizar el reclamo social de un cambio hacia la gente y no hacia su partido. Sin embargo, José Rosas Aispuro del PAN centró su promesa de cambio en el partido en el gobierno: “Somos más los que vamos por un nuevo Durango” y, en efecto, fueron más.
También se dieron casos en los que el ánimo social fue propicio para la continuidad del partido en el gobierno. En estas batallas los lemas ayudaron a reforzar el sentimiento amistoso y de emulación para mover al número de conciencias necesario para alcanzar la victoria. Funcionó el “Sigamos avanzando” de Antonio Gali en Puebla, el “Tello es garantía” en Zacatecas y el “Por ti y tu familia” de Omar Fayad en Hidalgo.
En resumen, si bien es cierto que la creciente complejidad social obliga a partidos y candidatos a recurrir a sofisticadas metodologías y herramientas propias de la mercadotecnia política, también es innegable que para obtener resultados positivos es imprescindible pasar toda estrategia, mensaje y evaluación, por el cedazo del sentido común.