¿Cómo sobrevivir a las noticias cuando los medios no son meros narradores sino partes interesadas en los conflictos que cubren? El reto es aún mayor cuando el objeto de la disputa es el mercado multimillonario de las telecomunicaciones. Desde hace meses los medios son el campo de batalla de poderosos grupos: el de las empresas de televisión abierta y de paga, proveedores de telefonía fija y celular, frente al consorcio de grupo Carso, que busca incursionar en nuevos mercados.
Desplegados, “camisas” que cubren las portadas de los principales diarios en el país recordando que “todo México es territorio Telcel”, notas inducidas y comerciales al aire y en línea destacando los argumentos de cada lado. Y en ese proceso ¿cómo distinguir la información de la propaganda? Aquí algunas ideas.
Sigue el dinero. La publicidad ha sido un factor en la construcción de las noticias. Para unos -los de “ética flexible”- el gran determinante de lo que se puede y debe o no contar. Para otros como un elemento más, ajeno al proceso editorial. Lo cierto es que hoy el flujo de dinero es extraordinario. Ya sea por las televisoras que dejarán de percibir más de mil millones de pesos este año por el retiro de la publicidad de Telmex y Telcel, o por el resto de medios electrónicos e impresos que ahora recibe una cantidad de dinero impensable hace unos meses.
La publicidad puede jugar y por eso hay que observarla. Mirar los desplegados y anuncios entre plana y plana para descubrir quién está metiendo dinero a la caja de quién. Pero los tiempos demandan ir más allá, pues los vínculos no siempre son tan evidentes. Las agendas coincidentes entre quienes quieren entrar a la televisión abierta, o quienes tienen interés en ofrecer telefonía, pueden hacer que unos y otros medios tomen partido.
Cuidado con los maniqueísmos. En estos tiempos abundan los discursos de los buenos contra los malos, los impuros contra los inmaculados. Y en este conflicto no se trata de ideales contra ambiciones, sino de intereses.
Los nuevos membretes. El escepticismo vale para todos, en particular con actores de reciente aparición. En la búsqueda de la credibilidad se recurre a terceros que validen ciertas posturas, de ahí el nacimiento de organizaciones o “especialistas”. Hay que tomar sus mensajes con distancia. Tanta como a las encuestas telefónicas que no buscan conocer a la opinión pública sino moldearla.
Cada palabra cuenta. En su libro Historia y poder de la prensa, Raúl Sohr escribió sobre el doble criterio que aplicaba la prensa británica y estadounidense en la cobertura de la Guerra del Golfo: “Los aliados realizan ruedas de prensa, en tanto que Irak (intoxica con propaganda). En el campo aliado no se mata sino que se ‘suprime’ o ‘neutraliza’ al enemigo (…) Los misiles y bombas aliadas causan ‘daño colateral’, en tanto que los iraquíes provocan ‘muertes de inocentes'”.
En la guerra de las telecomunicaciones para algunos medios las empresas “ejercen sus derechos” ante los jueces, mientras otros “saturan” al Poder Judicial; unos “luchan contra los monopolios”, y otros son “actores ambiciosos” que buscan ampliar más su riqueza y poder; las autoridades son “receptivas” a los empresarios o se “subordinan” a los grupos de poder. Las palabras cuentan, los adjetivos revelan preferencias y aportan información sobre los criterios con los que se procesa la información.
Las historias paralelas. Bajo la premisa de que la comunicación se debe mirar más allá de de las notas directamente relacionadas con el tema, todo vale. Los reportes sobre las fundaciones de cada lado, las historias personales que alcanzan las primeras planas, los eventos sociales que sirven para mostrar poder de convocatoria. En la lucha se juega también con las opiniones que despierta cada uno de los sectores de la sociedad. Es relevante cómo ganaron cada peso y cómo lo gastaron. Las secciones de economía se mezclan con las de sociales y cada movimiento en estos campos lo debemos de leer.
Las “verdades asumidas” o los juegos del oráculo. Es un recurso tan común que a veces ni siquiera detectamos su aparición. Se dan por hecho cosas que no han ocurrido para facilitar que así sucedan. Se usa lo mismo para inhibir el voto por un candidato que va en segundo lugar, al dar como hecho consumado el triunfo de quien puntea las encuestas, como por dar como nota natural -por ejemplo- que si hay una tercera cadena de televisión será para el hombre más rico del mundo. Cualquier afirmación que tenga como resultado eliminar otras alternativas debe ser vista con lupa.
El escenario para los consumidores de información es complejo. Lo que hay son agendas que están sacudiendo a los medios.
Y en ese proceso hay que evitar caer en el error de asumir que este no es nuestro pleito. Se trata, en más de un sentido, de bienes públicos: nos afecta y nos debe importar.