Parece bastante claro que, más allá de la culminación de una estrategia de elección de estado el pasado 2 de junio para imponernos una derrota desconcertante, hay otros factores que influyeron en esos resultados. Padecimos la ilusión óptica de las plazas públicas repletas, de la calle, de la conversación pública, de la “marea rosa”, y de algunas encuestas que nos colocaban en empate técnico, mezcladas con la esperanza de que si la gente salía masivamente a votar tendríamos asegurada la victoria presidencial y los necesarios contrapesos en las Cámaras Legislativas y en los estados.
“El golpe de realidad” fue brutal. Nunca pensamos que tendríamos esos resultados. Salvo en varias de las grandes urbes, solo el 60% de la gente votó. Y aún ahí importantes sectores de clases medias, medias altas y hasta altas, votaron por Claudia Sheinbaum.
Nuestros discursos, propuestas e imágenes no lograron entusiasmar suficientemente a esa mayoría social que, en conjugación con la compra de conciencias, el miedo a perder lo poquito que les llega con los programas sociales y las enormes cantidades de dinero líquido que fluyó el día de la jornada electoral directamente en las casillas, llevaron a los resultados dados a conocer por el INE.
Los cómputos que posteriormente se realizaron en los 300 distritos electorales no movieron nada sustancial porque lo que estaba en la panza de esos paquetes ya traían el resultado de un proceso electoral amañado, inconstitucional, ilegal e ilegitimo para concretar el “Plan c”: que era ganarnos la Presidencia a como diera lugar y tener mayoría calificada en Diputaciones y Senadurías.
Además, la gente apostó por lo tangible, por lo que le caía en la bolsa y que “se lo daba López Obrador”, quien expresamente colocó las elecciones como un referéndum sobre su gobierno. Un 30% del electorado que salió a votar sí creyó en lo ofrecido por Xóchitl Gálvez y la coalición Fuerza y Corazón por México. No es poca cosa, pero fue claramente minoritaria.
La mayoría social rechazó a Xóchitl y a la Coalición PRI-PAN-PRD. No nos tuvo confianza, no nos la ganamos.
Ciertamente, se cometieron múltiples errores en la Coalición opositora. Nunca hubo una estrategia de campaña discutida y acordada por todos: con la candidata, los partidos aliados y la representación de la sociedad civil. El “cuarto de guerra” funcionó sin coordinación con las dirigencias partidistas. No hubo coordinaciones estatales para dar seguimiento a las campañas y hacer una campaña única, con el paraguas nacional de Xóchitl Gálvez a la cabeza. A pesar de los importantes recursos financieros aportados a la campaña presidencial, salvo excepciones, la propaganda de las y los candidatos no incorporaron la imagen de Xóchitl Gálvez (como sí lo hizo la candidata oficialista). El diseño de las giras de nuestra candidata presidencial no se decidió con las direcciones nacionales. Además, nunca quedó claro cuál era el perfil de Xóchitl, qué representaba, qué ofrecía, dicho sea sin menoscabo de su capacidad y de sus invaluables y extraordinarios esfuerzos como candidata mujer. Nuestro reconocimiento al papel jugado por ella, es natural y entendible que, a la luz de los resultados, muchos perredistas afirmen que fue un error ir en alianza y que mejor hubiéramos ido solos como PRD. Pero me parece que eso sería muy simplista, ya que no en todos los estados donde fuimos solos sea cierto que nos haya ido mejor, como lo muestran los resultados en Baja California, Tabasco, Yucatán y Tamaulipas, en contraste con Michoacán donde sí ganamos importantes municipios yendo solos como PRD.
En Tabasco, nuestro candidato a Gobernador se fue al 3er lugar, mientras que la candidata PRI-PAN, partidos que tienen escasa presencia en el estado, quedó en 2° lugar. En contrapartida, ganamos Chilpancingo, Gro., con un candidato del PRD, en alianza con PRI y PAN.
Lo que está claro es que el ciclo del PRD, que ya se venía cerrando, se agotó tan drásticamente que hasta nos encontramos en el riesgo de perder el registro legal al no haber alcanzado el 3% de la votación válida emitida, aún cuando seguimos dando la batalla jurídica.
Por eso tenemos que reinventarnos con quienes quieren seguir en la lucha, ahora en condiciones muy complicadas.
Con motivo del 35 aniversario del partido, manifestamos desde la dirección nacional que después del 2 de junio estábamos obligados a ir a un proceso de revisión, renovación, reconstrucción, redimensionamiento y relanzamiento del PRD.
Confieso que, como resultado de encuestas en las que confiamos, nunca pensé en que hoy estaríamos en estas circunstancias. En las campañas yo vi a un PRD que resurgía con mucho vigor, ánimo, entusiasmo y energía. Hago un reconocimiento sincero a los esfuerzos y entrega de nuestra militancia en todo el país.
Desde la Dirección Nacional apoyamos como nunca a las direcciones estatales, a las campañas locales, a las candidaturas federales, y a la presidencial. Pero no fue suficiente. La realidad nos dijo otra cosa. Ni los votos ofrecidos por la “Marea Rosa”, ni el llamado de personalidades de la intelectualidad mexicana a votar por el PRD nos permitió salir avante. El PRD, pues, ya no es opción nacional para la sociedad actual.
Aún así, nuestro partido logró importantes votaciones que lo colocan en 13 ó 14 estados de la república arriba del 3%, con una buena cantidad de importantes municipios conquistados, dos senadurías de primera minoría (Michoacán y Tabasco) y una diputación federal en la CDMX.
El hecho de que en 19 estados de la república no hayamos podido superar el 3% es indicativo de esa debilidad endémica, de la falta de penetración y enraizamiento del PRD en amplios territorios del país, aunado a otros vicios y problemas internos que no atendimos.
Al mismo tiempo, es menester reconocer que la estrategia de elección de Estado que se nos impuso en todo el país, logrando el objetivo obradorista de hacernos perder el registro legal, pudo golpear más al PRD que a los otros dos partidos de la Coalición debido a nuestras debilidades estructurales que nunca pudimos superar, porque no tomamos a tiempo las decisiones radicales que urgían y cedimos a las presiones internas de las otras corrientes y hasta de compañeros de NI.
El proyecto de Futuro 21, impulsado por el PRD, fue una oportunidad de renovación audaz, que dejamos escapar.
¿Qué hacer en las nuevas circunstancias? No tengo ninguna duda de que debemos reinventarnos, ir al encuentro de todos los liderazgos y fuerzas importantes de la sociedad con quienes coincidimos en este proceso electoral para junto con ellos construir una nueva fuerza política progresista de corte socialdemócrata, que diseñe su propio programa, un nuevo perfil, nuevos esquemas organizativos y, de perder el PRD el actual registro, trabajar por el registro legal de un nuevo partido, con un nuevo nombre, dejando atrás las prácticas y vicios que provocaron estos resultados en el PRD.
Es decir, caminar con todos los que quieran refrendar su compromiso por un México mejor. Desde el PRD tendríamos 13 ó 14 estados con registros locales y muchos miles de compañeras y compañeros en todo el país, lo cual constituye un capital humano y político invaluable. Esa es la tarea actual para defender la república democrática y evitar la implantación y consolidación de un régimen autoritario.
Me duele decirlo, pero me toca decirlo: ¡ya no existe más el PRD que con el registro original del PCM, PSUM y PMS, fruto de gloriosas batallas y múltiples sacrificios, construimos hace 35 años! Pero sigue vivo el entusiasmo y la convicción de seguir luchando por una democracia hoy amenazada y una Patria para todas y todos.
¡Viva la Democracia! ¡Viva la República! ¡Viva México! ¡Gracias!