Estratégicamente, el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, ganó la partida a sus pares en la alianza Va por México, Marko Cortés del PAN, y Jesús Zambrano del PRD. Por diseño o intuición, usó la teoría de juegos para llevar a cabo un brinkmanship, el término acuñado durante la Guerra Fría, para describir una forma de hacer política de alto riesgo, pero calculado.
La alianza de Moreno con el presidente Andrés Manuel López Obrador para duplicar el plazo de la presencia militar en tareas de seguridad pública llevó a la coalición opositora a la orilla del despeñadero, al rechazar Moreno el ultimátum que le hizo Cortés la víspera, con tal fuerza que el PAN y el PRD recularon y sólo suspendieron temporalmente el acuerdo.
No hubo la ruptura y el fin de Va por México, como parecía ser su destino este miércoles. Moreno jugó exitosamente lo que era visto como una traición a la oposición aliada para evitar que Morena repita en el poder, y los llevó al umbral de un conflicto con el propósito, como define la estrategia del brinkmanship, de lograr un resultado positivo. “Tenemos un proyecto conjunto, pero eso no quiere decir que coincidamos en todo”, dijo en conferencia de prensa. “Esto es por México, por la gente. ¿Con quién están?, ¿con los intereses de partido o con el interés supremo del pueblo de México?”.
Esta última pregunta los arrinconó. Alito Moreno mostró más sagacidad e inteligencia que sus pares en un momento crítico, y atajó el discurso de López Obrador de que no aprobar la adscripción de la Guardia Nacional era ir contra los intereses del pueblo, que pide seguridad. “No es un cheque en blanco ni le estamos haciendo el trabajo al gobierno”, agregó. “La estrategia de seguridad falló y es un fracaso, pero la Guardia Nacional no está lista aún para garantizar la seguridad en las calles”, ni podían, señaló, “desamparar” a las familias mexicanas.
Leyó bien la realidad. El Ejército, la Marina y la Guardia Nacional son las instituciones mejor evaluadas por la sociedad, y la inseguridad y la violencia son el principal problema que ven los mexicanos. El discurso académico sobre la militarización de la seguridad pública está rebasado. La oposición, la prensa, las ONG y todas las personas y organizaciones que lo interpreten de esa manera, hemos perdido esa batalla ante lo que sucede en las calles. Por lo que reflejan las encuestas, a la gente sí le importa quién se haga cargo de la seguridad, y hay un favoritismo claro por las Fuerzas Armadas, el ser en quienes confían.
Hablar de militarización desde la oposición tiene rendimientos decrecientes y contraproducentes. Pero también, particularmente para el PAN, que gobierna estados con alta incidencia delictiva como Chihuahua y Guanajuato, mantener la línea de confrontación con el PRI por su iniciativa, lo ponía en riesgo de que la gobernadora Maru Campos y el gobernador Diego Sinhué Rodríguez salieran públicamente a deslindarse de la dirigencia para mantener el consenso en sus estados. Ésta habría sido una fractura peor.
El brinkmanship surge de una entrevista en 1956 con el entonces secretario de Estado del gobierno de Dwight Eisenhower sobre la política exterior a propósito de la guerra en Corea, donde dijo: “Se tienen que tomar las oportunidades para lograr la paz, tanto como las que se tienen que tomar en una guerra. Algunos dicen que fuimos al borde de la guerra. Por supuesto que estábamos en ese punto. La capacidad de llegar a él sin entrar en una guerra es un arte necesario. Si no puede dominarlo, inevitablemente entrará en una guerra. Si se rehúye, si está temeroso de llegar a ese punto, está perdido”.
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