Otra vez alguien miente. Impúdicamente. Cínicamente. Descaradamente.
El domingo pasado, una artículo de Sanjuana Martínez, publicado en La Jornada, provocaba indignación.
La antropóloga social y defensora de los derechos humanos Yndira Sandoval le relató a la periodista la manera en que policías de Tlapa la detuvieron arbitrariamente, alegando que se había negado a pagar el costo de una consulta. Ella, en realidad, según dijo, sólo había ido a sacar dinero de un cajero automático.
Al volver, encontró que seis elementos de la policía municipal intentaban detener a su compañero, “porque supuestamente se habían negado a pagar la cuenta de la clínica”.
Según su propio relato, Yndira preguntó por qué lo detenían y reveló que ella era defensora de derechos humanos. A ella también la detuvieron. Cuando solicitó que se aplicara el protocolo para que en lugar de un policía la revisara una policía, una agente la calló con malas palabras y le dijo:
“Aquí en Tlapa te chingas”.
Yndira dijo que la lanzaron a la batea de la camioneta, que le apretaron la herida que había ido a curarse al hospital, que la torturaron “física y sicoemocionalmente”, y que todo el trayecto a la comandancia la agente la tuvo de rodillas, jalándole el cabello hacia atrás, riéndose y espetándole:
“Pinche güerita pendeja, aquí estás en Tlapa y te voy a enseñar quién manda”.
De acuerdo con la versión de Yndira, al llegar a la comandancia sucedió lo peor. Mientras una agente vigilaba en la puerta de la celda, la policía que la había agredido la sometió, le tocó los senos, le desabrochó el pantalón y le metió los dedos en la vagina. “La violación duró unos cinco minutos”, le dijo a Sanjuana.
La presunta agresión fue denunciada 36 días después en una conferencia de prensa en la que tomó parte la secretaria general del PRD, Beatriz Mojica. Luego se publicó un desplegado en el que se condenó la violencia de género en contra de la antropóloga, y se exigió la detención de quienes tomaron parte en los hechos, y la inhabilitación de “las y los” servidores públicos del ministerio público especializado en delitos sexuales.
Las condenas brotaron, las redes ardieron. Circuló el hashtag Todos somos Yndira.
Al día siguiente circuló un video. Mejor dicho, dos videos. Tenían la virtud de meterle a uno en la cabeza la idea de que la antropóloga no lo había contado todo, e incluso había dicho algunas mentirijillas.
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