El segundo informe de gobierno de Enrique Alfaro ciertamente no fue un acto de rendición de cuentas, sino una extraordinaria puesta en escena para usar las cuentas como presentación de campaña. El mago Alfaro, con pantallas y escenario de Ted Talk para acompañar su habilidad al micrófono.
El lugar estaba a reventar y en primerísima fila se podía ver a Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado, acompañando como líderes nacionales del PAN, PRD y MC, el informe anual de un presidente municipal. ¡Cuándo habían estado tan interesados en las luminarias y los hoyos de un municipio! Nunca, ninguno, jamás.
Pero es que ellos, como Alfaro, entendieron que este era un acto político relevante, que el alcalde de MC, aunque habló de inversión en 20 ambulancias y asfaltado de miles de metros cuadrados, tiene tamaño estatal y peso nacional. No iban a dejar pasar la oportunidad de mostrarle su apoyo, y esperar el suyo.
Alfaro, fiel a su naturaleza, no puso límites a sus anhelos: “a partir de hoy inicio una lucha para refundar el Estado de Jalisco y sus instituciones”, dijo. Había que levantar la ceja, mínimo. Sobre todo cuando después se explayó al decir que Guadalajara pondrá la muestra y que la ruta, demostrada en dos años de administración tapatía, es clarísima como el agua: dignificar la política, gobernar con vergüenza, no prometer cosas que no se puedan cumplir y entender que la gente manda.
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