Hoy, lunes 05 de septiembre, dará inicio el homenaje oficial que el pueblo y el gobierno de México le quieren rendir a Alberto Aguilera Valadez, “Juan Gabriel”, en el icónico Palacio de Bellas Artes, espacio que pocas veces ha abierto sus puertas a las manifestaciones de la cultura popular.
Cómo no recordar la polémica que se desató cuando “El Divo de Juárez” se presentó por primera vez, en mayo de 1990, en Bellas Artes. ¡Impensable esto para los puristas de la “alta cultura”!
Ahora, el Palacio de Bellas Artes se abre de par en par para que todos los mexicanos puedan rendirle tributo a unos de sus más preclaros artistas populares: Juan Gabriel. Un tributo merecidísimo, porque “Juanga” se supo ganar la admiración y el respeto de la gente por varios motivos:
Representante de la cultura del esfuerzo
Su padre, de oficio campesino, perdió la razón, y su madre fue una empeñosa empleada doméstica que, desesperada e impotente ante la múltiple descendencia, terminó por ingresar a su hijo Alberto en un internado para menores. De origen muy humilde, como millones de mexicanos, Juan Gabriel se hizo a sí mismo desde abajo, desde muy abajo, explotando al máximo sus talentos hasta sacarles el mejor de los provechos.
Con una infancia llena de carencias materiales, Juan Gabriel pudo abandonarse a la facilona idea de “nacer para perder”. Pero no fue así. Como millones de mexicanos humildes y tesoneros, Juan Gabriel se impuso a sus circunstancias, sin rencores, sin complacencias. Por ello es un fiel representante de eso que llamamos la “cultura del esfuerzo”, que consiste en superar nuestras privaciones de origen, de nacimiento, a través del esfuerzo continuo y permanente.
La vida no es fácil, eso ya lo sabemos. Menos aún para quienes nacen en cuna de cartón. Pero ¿acaso esto justifica que nos solacemos en la mediocridad y en la conformidad por el resto de nuestros días? Por ello, Juan Gabriel es un ícono popular, porque, más allá de su talento artístico, la gente se identifica con él porque es como él:mexicanos con muchas carencias materiales, pero con un espíritu tan fuerte que hace de estas carencias una plataforma de despegue y no una loza mortuoria.
Juan Gabriel pasó de la pobreza a la riqueza. De no tener qué comer pasó a proveer el alimento a muchas personas necesitadas, sobre todo infantes. Sus obras filantrópicas y su generosidad para con sus amigos y allegados son harto conocidas.
Ni siquiera sus problemas con la hacienda pública, o con algunos de sus trabajadores o socios, le hicieron perder el rumbo. Fue siempre él, Juan Gabriel, artista millonario pero, sobre todo, persona generosa.
Traductor de nuestros estados de ánimo
La composición fue un don natural de Juan Gabriel, y, como todos los dones, se incrementó y perfeccionó con la práctica y el empeño. Con una guitarra en la mano y una colección de versos sencillos, supo concretar en cientos de canciones los estados de ánimo más recurrentes y típicos de la mayoría de los mexicanos.
Sus canciones son sencillas, nada sofisticadas, y justo por eso han logrado penetrar en el gusto popular. Pegajosas, sin duda alguna. Todas las situaciones de nuestra vida han sido cantadas por Juan Gabriel: el amor y el desamor, el recuerdo nostálgico, la tristeza que nos causa la pérdida de las personas o de las cosas que amamos, la aspiración a salir adelante, el gozo por las cosas sencillas de la vida, las escapadas divertidas de fin de semana, la emoción primera del nuevo amor, el enamoramiento bobo, la celebración de la amistad, la pasión fugaz pero igualmente deliciosa, el amor eterno que se queda en la memoria, el reproche ante los malos quereres, el agradecimiento a la vida tal como venga, el paseo romántico con la pareja en turno, la permuta del dinero por el amor, el sube y baja de la vida misma, etc.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no existe situación emocional del espectro masivo que no haya sido abordada por las composiciones de Juan Gabriel. ¿Muy elaboradas? ¡Para nada! Porque si algo tenía como cantautor es que usaba un lenguaje simple, claro y directo, sabiendo que al mexicano común y corriente no se le seduce a través de barroquismos ni de rebuscamientos.
Por más de 40 años (se dice fácil), Juan Gabriel le puso letra y música a nuestro sentimentalismo… ¡y miren que los mexicanos somos muy proclives al encabronamiento y a la depresión!
No es fácil, pues, llegarle a la raza, a la tribu, al pueblo, a la masa. Juan Gabriel sobrevivió por décadas al “circo romano” de la dolida mexicanidad. Con el paso del tiempo se volvió un expositor de nuestras miserias (que son muchas y permanentes) y de nuestras grandezas (que son pocas y fugaces). ¿Cómo no quererlo, pues?
Entregado al público, pero muy privado
Llama también la atención el hecho de que, pese a ser uno de los personajes públicos más famosos del mundo del espectáculo, su vida privada ha seguido siendo un enigma, un misterio, en gran medida.
Padre de familia, sin duda. Pero los detalles de su vida íntima apenas medio los conocen sus mejores amigos. Porque, pese a la fama, Juan Gabriel supo marcar muy bien la diferencia entre la vida pública y la vida privada. Mejor todavía: nunca hizo de su vida privada un motivo de escándalo farandulero o de promoción artística. ¡Hay tantos diletantes que mucho deben aprenderle a este respeto!
¿Homosexual o no? Él mismo diría que eso no importa. Cuando se tiene talento, hay asuntos que no tienen ni la menor importancia. Y, a final de cuentas, la mejor defensa de la homosexualidad no es la homosexualidad en sí misma, sino la demostración de talento por parte de las personas homosexuales.
En el escenario se entregaba sin reservas, hasta perder la voz, hasta quedarse totalmente afónico. No le importaba, porque sabía que la gente terminaría coreando sus canciones hasta la última gota de saliva. Pero ¿abajo del escenario? Reserva casi total.
Conclusión
Reconocer el talento ajeno es un atributo de la gente humilde. A raíz de su fallecimiento, Juan Gabriel comenzó a recibir el reconocimiento y el respeto de la gente desde el mismo domingo 28 de agosto.
Las fondas, las torterías, las taquerías, los puestos de tamales, los paraderos de microbuses, las cantinas, los bares, los mercados, las misceláneas, los tianguis, los hogares, las estaciones de radio, etc., no han dejado de homenajear a “Juanga” reproduciendo sus canciones.
Ahora, de manera oficial, el pueblo y el gobierno de México le rinden honores muy sentidos a un auténtico ídolo popular, en el Palacio de Bellas Artes. Nos sumamos, sin duda alguna, a este homenaje:
¡Gracias, Juan Gabriel!