Cada uno de estos países del Caribe y sus periodistas viven realidades distintas. Cuba, con la opresión; Dominicana, con una ley de transparencia novel y Puerto Rico lucha contra una mentalidad colonial. Este reporte habla sobre ello, agradecemos a nuestros colegas su participación.
En Cuba no existe otra prensa como no sea ese aparato macabro con que se oprimen las sustancias para lograr compactarlas y convertirlas en un mazacote rígido y supuestamente homogéneo. Si de prensa mediática se habla también vale la analogía. Los medios de comunicación masiva en Cuba son esa sustancia compactada en la que ninguna ranura permite la salida de la verdad.
Todos los medios son propiedad estatal y responden únicamente a los intereses de un gobierno que se ha erigido como poder único sin distinción entre poder estatal y poder gubernamental. Prensa escrita, radial, televisiva, digital responden al partido único establecido en el poder desde hace medio siglo, que es el ente que la dirige, orienta y fiscaliza.
Las opiniones periodísticas son concebidas en el órgano rector y transplantadas a los medios de comunicación sin ninguna posibilidad de visión personal. Los ejecutivos de todos los medios son nombrados por este órgano rector y responden irrestrictamente a las orientaciones que de él dimanan. Los profesionales de la prensa son formados académica y filosóficamente en universidades también estatales que responden a una doctrina partidista única, lo que los convierte en periodistas militantes en función de una ideología intolerante y cerrada.
Al no existir pluralidad partidista tampoco existe pluralidad mediática. La prensa independiente (concebida como dueña de medios, organizada de forma competitiva, y dotada de leyes que permitan la pluralidad y libertad de expresión) en Cuba no existe.
Existe eso sí, un andamiaje propagandístico montado a partir de intereses ideológicos que hacen de su doctrina la única valedera. Los periodistas, todos dependientes del único empleador: el Estado, se ven obligados a cumplir con las normas editoriales y éticas que impone el único dueño, aun cuando estén en desacuerdo, so pena de ser despedidos; y peor, estigmatizados como desafectos o traidores. El periodista en Cuba no es un comunicador sino un soldado de fila.
El periodista en Cuba no es una voz sino un eco: un elemento resonador de opiniones que provienen de las altas esferas de gobierno y que resultan incuestionables, irrebatibles e intransferibles. Son verdades oficiales y por tanto quien comete el pecado de refutarlas pasa al bando de los enemigos. No hay debate posible.
En cuanto al movimiento disidente de prensa independiente, siempre he preferido llamarle prensa alternativa para hacer más objetiva mi opinión pues como depende de soportes que la mayor parte radica en el extranjero y el gobierno la acusa de mercenaria, entonces prefiero el término alternativo.
Esta prensa alternativa, aun cuando tiene embriones en la década de los 70 y los 80, alcanza su verdadero apogeo tras el derrumbe del campo socialista, a principios de los años 90. De cinco pequeñas agencias que aparecen en el año 1995 surgen los primeros brotes, ya organizados como movimiento, de lo que sería posteriormente una prensa plural y libre. Todas las tendencias políticas del diapasón opositor se vieron reflejadas por reporteros venidos de los más disímiles oficios y otros que procedían de los medios oficiales cubanos.
Frente al empuje de esta prensa alternativa las fuerzas represivas se vieron obligadas a crear mecanismos legales que les permitieran acallar algunas voces. Muchos de los periodistas alternativos fueron encarcelados bajo la tipificación de desacato a las autoridades. Pero esto no detuvo el auge del movimiento que, en realidad crecía aceleradamente. El gobierno decidió entonces promulgar un decreto ley más específico. En 1999 dan a conocer la Ley 88, conocida como Ley Mordaza, que daba la posibilidad a las autoridades cubanas se condenar con diez y hasta 20 años de cárcel a todo aquel que brindara información. La ley tuvo un enorme rechazo internacional y no fue aplicada hasta varios años después de promulgada.
En marzo de 2003, cuando se desató la ola represiva más brutal contra la oposición interna y la prensa alternativa, ya esta prensa era un fuerte movimiento que contaba con más de un centenar de comunicadores en toda la isla y 26 de ellos fueron arrestados y condenados en juicios sumarios a penas de entre seis y 27 años de privación de libertad.
De aquellos condenados cuando la primavera negra de marzo de 2003, algunos han sido liberados bajo licencias extrapenales por razones de salud y a dos de ellos se le ha permitido salir al exilio. Sin embargo, los liberados han sido reemplazados por otros que han sido encarcelados posteriormente. La organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras contabiliza 26 comunicadores encarcelados actualmente en Cuba y la cataloga como la segunda cárcel de periodistas del mundo, después de China.
Periodista. Fue encarcelado por el gobierno cubano en marzo de 2003 y puesto en libertad en junio de 2004.