jueves 14 noviembre 2024

El fantástico mundo femenino de Hayao Miyazaki

por Federico Cendejas Corzo

El director japonés Hayao Miyazaki y su estudio Ghibli le han dado al mundo una buena cantidad de películas, diez dirigidas por el mismo Miyazaki y otras tantas por varios colaboradores suyos.

Como todo autor, Miyazaki nos invita a pasar a un mundo propio a través de sus creaciones con una estética particular y una forma de ver el mundo única, y yo diría íntima, pues son las obsesiones y temáticas que siempre le han llamado la atención.

El mundo de Miyazaki es un universo de lo fantástico, tal y como lo han definido y estudiado diversos teóricos del arte y la literatura, entre los que se encuentran Tzvetan Tódorov y Roger Caillois, quienes explican que lo fantástico consiste en el contacto entre un mundo que conocemos y cuyas leyes físicas y naturales responden a la lógica cotidiana, y otro, un mundo en donde lo desconocido asecha en cada rincón y del que no conocemos su funcionamiento, pues es distinto al de nuestro mundo cotidiano y, más bien, nos aterra o por lo menos nos causa duda; ahí está el espacio de la sorpresa y de la inseguridad. Es ése el mundo en que existen fantasmas, recuerdos vívidos y animales extraordinarios. Un universo que, como diría David Roas en Tras los límites de lo real (2011), pone a prueba las fronteras de lo posible y genera incertidumbre acerca de nuestra percepción de la realidad y la existencia misma, pues abre un sinfín de posibilidades en espacios en donde cualquier cosa puede suceder.

A partir de lo anterior, es posible afirmar que la estética de Miyazaki responde a lo fantástico en el sentido más teórico del término, pues sus personajes y el público como invitado son capaces de volar en una escoba, conocer criaturas encantadas y visitar casas, castillos y bosques con vida propia, además de utilizar poderes sobrenaturales y presenciar apariciones espectrales, como en los ejemplos en los que me permito profundizar a continuación.

Sin al afán de seguir algún parámetro u orden específico ni, por supuesto, abarcar toda la obra de Miyazaki, inicio con “El viaje de Chihiro” (2001), filme ganador del Oscar de la Academia en 2002 a mejor película animada. En ella se presenta la aventura heroica de una niña llamada Chihiro, quien debe rescatar a sus padres, víctimas de un hechizo provocado por su voracidad y excesos, que los ha transformado en cerdos. Ellos, tanto Chihiro como sus padres, aceden a un mundo desconocido en medio de la carretera, en busca de comida y descanso. Su decisión los aparta de la realidad y los introduce a un mundo de dioses cansados y espectros hambrientos. En este caso, tenemos también el indicio del feminismo del director en cuestión, pues Chihiro, una niña pequeña, es sometida a un proceso de madurez y a un viaje repleto de obstáculos en donde deberá luchar en este universo que desconoce contra espíritus, enigmas y obstáculos, y sobre todo, deberá enfrentar el monstruo Sin Rostro, un ser devorador de almas que solamente puede comer a sus víctimas si éstas aceptan el lujoso regalo de pepitas de oro que les ofrece para volverlos ambiciosos y así poder engullirlos.

A través de este proceso, Chihiro se transformará y pasará de ser una niña berrinchuda y caprichosa a una heroína digna de descifrar la última prueba para rescatar a sus padres de las garras del embrujo que los aqueja. Las penurias de Chihiro y su éxito en contra de la adversidad son pruebas del empoderamiento que el director siempre da a sus protagonistas femeninas en sus creaciones.

Más ejemplos de heroínas y guerreras están presentes en “La princesa Mononoke” (1997) y “Nausicaa en el Valle del Viento” (1984), en ambas historias tenemos como protagonistas a dos mujeres combatientes, capaces de tomar el liderazgo en contra de las invasiones que aquejan a los pobladores de sus lugares de origen. Las dos, además, son princesas, y toman el papel y lugar que les corresponde como dirigentes de sus naciones y como ejemplo a seguir. En ambas películas, en donde lo fantástico se manifiesta a cada instante con la presencia de seres, armas, espacios y vehículos maravillosos, las valientes Nausicaa y Mononoke serán artífices de la victoria.

Otro buen ejemplo de la obra de este japonés es “Mi vecino Totoro” (1988), en el que Satsuke y Mei son dos niñas cuya madre padece de tuberculosis y está internada en un hospital, y cuyo padre es un distraído profesor universitario que las lleva a una nueva casa en medio del bosque. Allí, en la nueva residencia, las niñas hallarán la manera de encontrarse con Totoro, una enorme y fantástica criatura que es capaz de volar y que tiene como medio de transporte un ‘gatobús’, un gato en forma de camión o un camión en forma de gato, dependiendo del cristal con que se mire, y que las ayudará a encontrar la manera de acoplarse a su nueva vida y a superar la enfermedad de su madre, quien, cabe la esperanza, se recupere pronto. En esta película, las niñas, aunque no son heroínas o guerreras como tal, sí son capaces de entender el mundo que las rodea y a final de cuentas, comprender que aunque las cosas no son como las deseamos, sí pueden convertirse en valiosas experiencias que conducen al aprendizaje.

Por otro lado, “Ponyo, el secreto de la sirenita” (2008) nos presenta la problemática común que podría vivir una sirena, el amor por un humano, como la clásica de Andersen, sin embargo, Ponyo no es una sirena al estilo de la mitología griega y más bien, es una especie de pequeño ser que se parece más a un diminuto pez que a una bella mujer. De hecho, el personaje es sólo una niña que conoce al amable y valiente Sosuke, el niño de quien se enamora y con el que desea estar siempre. Esta es la historia de un amor infantil, en donde los padres de ambos personajes se involucran y aun así, ninguno de los niños desluce, cada uno se muestra determinado y decidido a conseguir lo que saben que los hará felices, estar juntos.

Con la película “Se levanta el viento” (2013), Hayao Miyazaki anunció su retiro del mundo del cine como director. El filme es de los pocos que tiene como protagonista a un hombre pero al ser considerada una cinta con ciertos tintes autobiográficos, además de estar basada en la novela homónima de Tatsuo Hori, no podría ser de otra manera. También es de las historias con menos hechos sobrenaturales y acontecimientos fantásticos aunque no están desterrados del todo, pues los sueños extraños, y de manera muy sutil las premoniciones, están presentes. En esta historia se nota el aire nostálgico de la despedida, y es, desde mi punto, una de las más conmovedoras del autor.

No puedo olvidar “El castillo vagabundo” (2004) que fue nominada al Oscar, ni a “Kiki, aprendiz de bruja” (1989). Ambas, con la poética fantástica característica del director y con mujeres protagonistas; la primera, infinitamente mejor que la segunda, cabe mencionar.

Tampoco quisiera dejar de lado otros tres ejemplos de filmes que, aunque no fueron dirigidos por Miyazaki, sí forman parte del acervo de los estudios Ghibli y en los que, naturalmente, Miyazaki tiene créditos en producción. Me refiero a “El recuerdo de Marnie” (2014) y “Arriety y el mundo de los diminutos” (2010) del director Hirosama Yonebayashi, además de “Susurros del corazón” (1995) de Yoshifumi Kondo. Las tres películas nos presentan historias emocionales, en las que los personajes principales están heridos por alguna razón y deben hallar la manera de encontrar la felicidad que el mundo en el que les tocó vivir no les puede brindar, por lo que deben crear o entrar a otro, uno íntimo y fantástico en donde las condiciones les sean propicias y ahora sí, sentirse queridos y en bienestar.

En “El recuerdo de Marnie”, filme que fue nominado al Oscar en 2016, tenemos a Anna, una niña incomprendida y solitaria que hallará en Marnie, una bella joven de cabellera rubia, a su única amiga y quien la hará descubrir su origen y su propia identidad, además, hay que aclarar que Marnie, como lo dice el título de la película, es sólo un recuerdo vinculado al espacio en donde Anna la encuentra.

La historia de Arriety y el mundo de los pequeños nos presenta la amistad entre la protagonista y Sho, un niño enfermo y alejado de sus padres que a través de la amistad con Arriety le encontrará un nuevo sentido a la vida, y de este modo, el mundo fantástico resulta ser el que le dé las respuestas a quien no las puede encontrar en la realidad cotidiana.

En “Susurros del corazón”, la solitaria y voraz lectora Shizuku se enamora en la biblioteca de Seiji, con quien entablará una relación que la inspirará a escribir una novela de corte fantástico y en la que esta adolescente volcará toda su emoción. Es posible observar, entonces, que Hayao Miyazaki y sus colaboradores son autores de una estética de lo fantástico que les permite a los personajes librar las batallas existenciales más importantes de sus propias vidas y que, como diría Isabel Allende, “a través de la ficción se pueden decir las verdades más profundas”, las reglas alternas y procesos sobrenaturales, las criaturas mágicas, los hechizos y los lugares vivientes son parte de nuestras emociones e ilusiones y nos permiten decir todo aquello que pasa en nuestro mundo más interno, el más cerrado y hermético, ese que solamente se abre para nosotros en la mente. Además, los estudios Ghibli le dan el lugar y la luz a las mujeres, quienes jamás se achican o dudan por serlo, para Miyazaki la condición femenina es simplemente una que es parte inherente al ser y existir pero que no representa limitación alguna para que sus valientes y fuertes protagonistas cumplan con las misiones que las circunstancias les encomendaron.

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