etcétera es una revista de análisis de los medios de comunicación, pero no es ajena a las convulsiones públicas del país y menos ahora que los partidos políticos, a través de sus representantes en el Congreso, fraguan vulnerar una de las instituciones más sólidas y con mayor credibilidad como lo es el IFE. Por la importancia y desgraciadamente también por la inminencia de ese hecho, es que dedicamos el material principal de este número al tema mediante una entrevista con Luis Carlos Ugalde quien, por supuesto, tiene el respaldo de este equipo editorial, entre tantos ciudadanos más que lo han expresado.
No exageramos, al cierre de esta edición que ocurre el 31 de agosto, estaba en ciernes el acto de vulnerar la autonomía de la autoridad electoral por razones que no han quedado claras. Más aún, sustituir a los consejeros del IFE, sea cual sea la modalidad que resuelvan los legisladores, busca restar legitimidad a las decisiones que esa instancia tomó en la organización de los procesos electorales de los que, por cierto, surgieron esos mismoslegisladores. Por eso, si ellos fueran consecuentes con ese de cualquier modo cuestionable parecer, tendrían que renunciar al cargo o declarar inválidas las elecciones federales pasadas y convocar a otro proceso.
Si, con excepción del PRD, todos los partidos aceptaron como válidos los resultados de la jornada del 2 de julio, ¿cuál es la motivación central para desintegrar al IFE? ¿No se le está dando razón a los cuestionamientos del partido del sol azteca? ¿Por qué no ha hecho pública su postura al respecto el gobierno federal? ¿Es preferible vulnerar al IFE a cambio de la reforma fiscal? ¿Eso es un ejemplo de altura en la práctica de la política? ¿Qué han dicho los partidos políticos de las irregularidades en que incurrieron con su gasto en las campañas? ¿Qué solidez tiene sustituir al árbitro y no invalidar el juego? ¿Esto significa que cuando el resultado no le guste a los jugadores se destituirá a la autoridad? En el marco de los medios de comunicación esperamos que priven todos esos cuestionamientos y que de algo sirvan para ponerle dique a la arbitrariedad.
Aquéllas sólo son algunas de las varias contradicciones que tienen los partidos, incluso para procesar una reforma electoral de largo alcance. Pero el problema ahora no son los vacíos de ese remedo de cambios que procuran, como consta con la falta de especificaciones para una fiscalización más eficiente de los recursos de los partidos o la falta de determinación para que no se gaste un solo peso en las campañas (y es que a los grandes consorcios mediáticos no los tocan en el fondo). El quid en estos momentos es que parece que los partidos se pusieron de acuerdo para canalizar sus problemas y sus querellas internas a través de sustituir a los consejeros del IFE quienes, más allá de su presidente, no han comprendido la magnitud de lo que está en juego e, indolentes, se ponen a disposición de las trapacerías legislativas.
La creación del IFE fue para establecer confianza en los procesos electorales y, desde entonces, el país había tenido avances firmes. Pero con la disolución del instituto el país da un enorme paso atrás en la transición política. Si se consuma el intento de los partidos, el significado será un duro golpe a la democracia del país y a la credibilidad de la política.