Mantengamos la calma
Dejamos listas estas consideraciones para su impresión el lunes 27 de abril a mediodía. Fueron escritas con la misma preocupación de millones de mexicanos por los alcances que pudiera tener la epidemia de influenza porcina cuyo virus mutó en este país y ahora es trasmitido entre humanos.
La situación es “grave”, “imprevisible” y “evoluciona rápidamente”, advirtió el sábado 25 la Organización Mundial de la Salud. Con esas claras aunque impactantes palabras, queda el registro de un problema que va más allá de nuestras latitudes -la enfermedad se propaga geográficamente- y podría comprender una dimensión planetaria. Ojalá que al revisarse estas líneas con la pátina del tiempo, sólo sirvan para constatar una incertidumbre social que fue dilucidada favorablemente. Pero ahora no ubicamos visos suficientes para creer que se contiene el desenvolvimiento del virus aquel: el domingo 26, en sólo 24 horas, se registraron 290 posibles nuevos casos de infección y al día siguiente ya se conocía de otros fuera de nuestras fronteras.
Antes todo esto, es fundamental mantener la calma y seguir escrupulosamente a todas las decisiones de las autoridades; no sobra previsión alguna ni exigencia tampoco en que funcione efectivamente el sistema de salud. La actitud del gobierno mexicano, sustancialmente, ha sido adecuada, en particular, al informar con sobriedad y precisión sobre la epidemia y al tomar las decisiones de previsión y atención médica que se requieren.
Es de esperar que la administración del presidente Calderón continúe en ese tono responsable y de coordinación institucional para que las decisiones continúen siendo operativas y eficientes. La misma expectativa hay que tener de los gobiernos locales y, en general, de los circuitos de poder y de los protagonistas políticos. Pretender sacar raja de todo esto, en el marco de los próximos comicios electorales, no sólo sería una actitud inmoral sino que enrarecería el ambiente público y disminuiría la eficacia desde donde se hace frente a la epidemia.
Igual sucede con los medios de comunicación. No sin algunos desplantes exagerados, como si la situación no fuera ya de por sí tan preocupante, éstos han dado cuenta cabal y oportuna de las noticias. El conocimiento del tipo de enfermedad fue tan imprevisto que, a través de los partes informativos, hemos sabido sus características. También a través de la exposición mediática, sobre todo la de los dispositivos electrónicos, nos hemos enterado de las determinaciones sanitarias para prevenirla y atenderla, de la cantidad de contagios y del número de decesos. En suma, los medios de comunicación, lo decimos sin ambages, hasta el momento han contribuido con una relevante función social durante estos días.
Ojalá que esa tesitura continúe mediante la interlocución entre el gobierno federal y las empresas de la comunicación. En estas situaciones es comprensible que no se difunda toda la información, sobre todo aquella que provoque una alarma mayor, pero ello no significa omitir datos que ayuden a detener la propagación del virus. No hay pretexto, sin embargo para que esos vacíos se cubran de especulaciones y rumores.
Hasta donde se sabe, la enfermedad es curable. Resaltemos la buena noticia y, para darle aún más fuerza, subrayemos que existe medicamento suficiente para quienes lo necesiten. Además, frente al riesgo de una pandemia, tenemos la cobertura de organismos internacionales por si hicieran falta recursos de cualquier tipo. Los editores de etcétera los invitamos a no dejar que la tristeza nos contagie. Sin un ápice siquiera de frivolidad, les decimos que los estadios vacíos, la película no vista y la mano, el abrazo y el beso no dados, servirán para que mañana irrumpa el gusto de haber remontado un desafío y entonces vayamos otra vez a festejar al equipo de cada quien, a que rápidos y curiosos veamos alguna cinta y estrechemos fuerte de nuevo nuestras manos, nos demos el abrazo pospuesto y, sobre todo, el beso anhelado. Incluso aunque no resistamos la fiebre de robarlo, qué más da.
Disfruten la lectura de este material que hemos preparado para ustedes y reciban un beso sin cubre boca.