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domingo 13 octubre 2024

Las citas falsas también desinforman

por Juan Manuel Alegría

No es probable que las citas falsas, las atribuidas a otro autor, las sacadas de contexto, plagiadas o inventadas, causen más daño que las noticias falsas, pero es innegable que contribuyen a desinformar; lo más grave es cuando estas citas erróneas son difundidas por intelectuales, escritores o profesionales de la comunicación, ya que colaboran a envenenar la relación entre audiencias y medios, y a mermar la atención a estos, por lo cual el público se acerca más a lo que se publica en el ciberespacio (los memes son un vehículo muy eficaz) y se hunde en falsedades.

Antes, en general, la gente consideraba que los libros eran la fuente del conocimiento (aunque no hiciera uso de ellos); ahora, la fuente perfecta es Internet; no obstante, a pesar de contar con las herramientas adecuadas, no se tiene la cultura de la verificación, cuando es relativamente sencillo comprobar si algo que leyó es verdad o si su origen es el que dice el transmisor de tal dicho.

Hace tiempo publicamos que no fue Voltaire quien dijo: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, sino Evelyn Beatrice Hall (Stephen G. Tallentyre); la escritora británica acuñó esa frase en su biografía del genial francés: Los amigos de Voltaire (1906). Asimismo, dimos cuenta de que no fue Maquiavelo quien dijo “El fin justifica los medios”, sino el teólogo alemán Hermmann Busenbaum, cuya frase original se alteró. O que “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo” no es de Albert Einstein, sino del terapeuta Fritz Perls, o que “Noticia (o periodismo) es lo que alguien no quiere que se publique. Todo el resto es publicidad”, no es de George Orwell, sino la evolución de una frase que se publicó en 1918 en The Fourth State, periódico de Nueva York, que fue tomada de un cartelito del escritorio de L. E. Edwardson, editor del Chicago Herald and Examiner.

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En la red abundan frases (incluso obras) atribuidas a un famoso, que se han convertido en virales. Millones de usuarios las replican, a pesar de que hace años han sido desmentidas. Tal es el caso de La Marioneta, poema del cómico mexicano Johnny Welch que le adjudicaron a Gabriel García Márquez. Aunque ha bajado el nivel de réplicas del poema, circulan algunos versos sueltos, usados como citas, que hacen firmar al nobel colombiano.

Lamentablemente, las frases falsas han permeado de tal manera que hasta periodistas reputados han caído en el engaño; por ejemplo, en el libro Escrito sin discriminación. Sugerencias para un periodismo sin etiquetas (México, 2011) –libro de Elia Baltazar, Daniela Pastrana, María Luisa López y Rosario Zarazúa (de “Periodistas de a Pie”), con prólogo de Katia D’Artigues–, en el capítulo II, “Derecho llave”, se publica como epígrafe: “Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. GABRIEL GARCÍA MARQUEZ”. Sin embargo, ese enunciado es un verso del famoso poema La Marioneta.

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Otro ejemplo: la frase que le adjudican a la reina María Antonieta de Austria: “Que coman pasteles” (en realidad frase es: “Qu’ils mangent de la brioche”; el brioche es un bollo dulce), que es de dominio público, recientemente la veo como epígrafe en el artículo “El populismo tecnócrata” de Roberto Morris, publicado en la revista Nexos el 7 de junio pasado.

La historiadora británica Antonia Fraser afirma que esa frase nunca fue expresada por María Antonieta. Especialistas como Caroline Weber aseguran que décadas antes de que llegara a Francia la futura reina, el pueblo le atribuía esa frase a otras soberanas francesas de origen extranjero (y a algunas otras famosas, como a las hijas de Luis XV).

Por si fuera poco, el filósofo contemporáneo suizo Jean-Jacques Rousseau, en sus Confesiones, señala que la frase fue dicha por la esposa de Luis XIV, María Teresa de Austria, y que lo manifestado fue: “S’il ait aucun pain, donnez-leur la croûte au lieu du pâté” (Si no tienen pan, que les den el hojaldre en lugar de paté).

Además, Rousseau escribió su libro en 1768 (lo publicó en 1769) y María Antonieta llegó a París en 1770, lo que indica claramente que no podía ser ella la gran princesa que mencionaba. Ella y su esposo, ya como Luis XVI, subieron al trono en 1774, pero es en 1775 cuando se presentó una crisis alimentaria por la carencia de harina para hacer pan, esencial para la dieta del pueblo, que comenzó a protestar, por lo que de aquí pudo haber surgido la atribución a la reina; aunque no es sino hasta 1848, en la revista Les Guêpes (“Las Avispas”) de Alphonse Karr, cuando la frase aparece documentada como dicha por la infortunada reina. Por cierto, la famosa frase “lampedusiana”, “Cambiar algo para que nada cambie” o “Cambiar todo para que nada cambie”, se basó en una cita de Karr: “plus ça change, plus c’est la même chose” (“cuanto más cambie, es más de lo mismo”), publicada en su revista en enero de 1849.

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Recorre muy ufana por la red otra frase muy famosa, aparece también en medios, en decenas de libros y en revistas prestigiadas como Muy Historia o National Geographic: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”, y la atribuyen a Abraham Lincoln.

Según Quote Investigator, que rastreó el enunciado hasta su origen, el autor es el protestante francés Jacques Abbadie. La frase aparece en su libro Traité de la Vérité de la Religion Chrétienne (1684), en el capítulo dos.

La frase comenzó a circular en 1885, veinte años después de haber muerto Lincoln, pero no se decía que era de él. En septiembre de ese año, la pronunció en un discurso William J. Groo, del Partido de la Prohibición, pero no dijo quién era el autor, y en marzo de 1886 ya se le atribuía a Lincoln.

La cita “Es mejor estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar las dudas”, es otra locución se le ha atribuido muy tardíamente al famoso presidente que abolió la esclavitud en EU (también a Mark Twain y a Groucho Marx, a John Maynard Keynes y a Confucio), pero tampoco es de él.

Según El libro de citas de Yale (Yale Book of Quotations), la frase comienza a hacerse conocida porque aparece en noviembre de 1931, atribuida a Lincoln, en la revista Golden Book Magazine de Nueva York, de esta manera: “Es mejor permanecer callado y ser considerado a un tonto que hablar y eliminar toda duda”.

Fred Shapiro, autor de ese importante libro —que cada año publica un volumen con nuevas citas—, señala que el Chicago Daily Tribune publicó el 10 de mayo de 1923: “Es mejor permanecer en silencio y ser considerado un tonto, que hablar y eliminar todas las dudas”, como una presentación del lector Benedict J. Goltra.

Un año después, en 1924, le fue atribuida a un tal doctor Arthur Burns: “Es mejor guardar silencio y ser considerado un tonto, que hablar y despejar las dudas de todos”.

Pero de lo más antiguo que halló Quote Investigator está en un libro titulado Mrs. Goose, Her Book de Maurice Switzer. La fecha de publicación es 1907 y el aviso de copyright de 1906: “Es mejor guardar silencio a riesgo de ser pensado a un tonto, que hablar y eliminar toda duda”.

En la Biblia hay un proverbio de donde pudo partir esa máxima: “Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido” (Proverbios 17:28, versión Reina-Valera. 1960).

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Junto a las citas falsamente atribuidas a otro autor, están las plagiadas o alteradas. Es estos tiempos electorales circula profusamente una frase que John F. Kennedy pronunció en un discurso en enero de 1961: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer por tu país”.

Pero esa frase no surgió del ingenio del presidente que dos años después sería asesinado en Dallas: la escuchó de George St. John, director de la escuela donde el político estudió, quien a su vez la tomó de Dean LeBaron Briggs, un decano de la Universidad de Harvard, quien escribió: “El joven que ama a su Alma Máter siempre preguntará, no ‘¿Qué puede hacer ella por mí?’, sino ‘¿Qué puedo hacer por ella?’”.

El 3 de noviembre de 2011 en Connecticut, se publicó que, tres años atrás, la archivista del colegio Choate Rosemary Hall halló un cuaderno donde el antiguo director de la escuela guardaba sus sermones, y ahí aparece la frase que Kennedy adecuó a su discurso. Días antes, apareció en las librerías: Jack Kennedy: Elusive Hero, un libro del presentador de televisión Chris Matthews, donde demuestra que la frase no la inventó el entonces Presidente, sino que la tomó de su antiguo director.

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Otra frase, tomada como el cuento más breve del mundo, se le adjudica Ernest Hemingway: “Vendo: zapatos de bebé, sin usar” (“For sale: baby shoes, never worn”). Circulan versiones de que esa locución nació en torno de una mesa con amigos y alguien hizo una apuesta (diez dólares) para ver quién hacía el cuento más breve: Hemingway ganó con seis palabras. Como cuento, aparece en libros y revistas literarias, lo mencionan escritores e intelectuales, compartiendo el asombro sobre el misterio al que se alude en ese enunciado. Muy bueno literariamente, sin embargo, no es obra del autor de El viejo y el mar.

Garson O’Toole (pseudónimo) dirige desde 2010 Quote Investigator, el más importante portal que desenmascara las citas falaces. El año pasado, O’Toole publicó un libro: Hemingway Didn’t Say That. The Truth Behind Familiar Quotations (Hemingway no dijo eso: la verdad detrás de citas familiares; 2017. Ed. Little A. Nueva York). Ahí expone sus descubrimientos sobre la frase o cuento brevísimo atribuido a Hemingway y demuestra que no es de él. Años antes, en 2012, Frederick A. Wright, examinó los orígenes de esta historia en un trabajo titulado “La historia corta acaba de hacerse más corta: Hemingway, narrativa y la leyenda urbana de seis palabras” y desmintió que fuera obra del premio nobel de Literatura.

Por su parte, el investigador Garson O’Toole afirma que el agente literario llamado Peter Miller declaró que algunos miembros de “un sindicato de periódicos bien establecido” le contaron esa anécdota sobre Hemingway unos trece años después de muerto el escritor (se suicidó en 1961). Miller la publicó en su libro de 1991: Get Published! Get Produced!. Él cuenta que Hemingway y unos amigos escritores almorzaban en el restaurante “Lüchow’s” en East Village en Manhattan.

Por su parte, el escritor Arthur C. Clarke escribió una carta en 1991 y dijo ahí que conocía la anécdota y señaló que ocurrió en la década de 1920. Eso es bastante improbable: el escritor olvida que después de 1920, Hemingway vivió en París (también en los treinta estuvo en la guerra de España).

Por su parte, O’Toole considera que el origen está en un anuncio del 28 de abril de 1906, en el periódico Ironwood News Record, de Ironwood, Michigan: “En venta, cochecito de bebé; nunca ha sido usado. Solicite en esta oficina”. Agrega que poco después, en 1910, en otro medio (The Spokane Press), se publicó un artículo: “Tragedia de la muerte de un bebé se revela en la venta de ropas”, cuya base fue este anuncio: “Se vende el ajuar hecho a mano y la cama del bebé. Nunca ha sido usado”.

El investigador apunta que en una publicación para aspirantes a cuentistas en 1917, William R. Kane habló de cómo escribir cuentos poderosos. Sugirió “Zapatos pequeños, nunca gastados” como título para una historia. Y en 1921, el columnista Roy K. Moulton “describió un anuncio con las palabras: ‘Cochecito de bebé en venta, nunca usado’”, y que le dijo a un amigo: “¿No sería eso una trama maravillosa para el cine?”.

O’Toole enumera otras veces en que aparece en los medios la frase “En venta, un cochecito de bebé; nunca usado” hasta llegar a 1989, cuando el dramaturgo John De Groot escribió una obra teatral “Papa, a work based on the legendary lives of Ernest Hemingway” (“Papa: una obra basada en las vidas legendarias de Ernest Hemingway”); ahí De Groot incluyó una versión de la anécdota, “y esta fue la primera instancia impresa conocida” por Quote Investigator, afirma O’Toole. De ahí en adelante las réplicas que atribuyen al escritor esa frase-cuento, no cesan.

Escribió Ryszard Kapuscinski: “La culpa es nuestra, del lector, que se ha vuelto pasivo, perezoso, no busca, no quiere saber. Hoy en día, quien quiere saber encuentra lo que quiere, encuentra cosas e historias maravillosas, el problema está en nuestra voluntad, en nuestra falta de esfuerzo”.

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