sábado 09 diciembre 2023

Los call center y Wallraff

por Jorge Meléndez Preciado

Foto: Reuters

La controvertida y exitosa película Quisiera ser millonario, de Danny Boyle, lo presenta muy bien: quienes trabajan en los llamados call center se encuentran atados a las máquinas, sin posibilidades de moverse. Deplorable.

En su visita a nuestro país el periodista alemán Gunter Wallraff habló de lo que él vivió en uno de esos sitios en Alemania, los cuales son bendecidos y hasta deseados por la burocracia política de todas las naciones, tanto que una subsecretaria mexicana, recientemente defenestrada, lo daba como el gran milagro de la India.

El autor de Cabeza de turco dijo en esos días: no obstante que dichos sitios de llamadas pagan multas de 200 mil euros por sus irregularidades, continúan adelante porque obtienen ganancias millonarias.

Lo importante para las trasnacionales es vender a como de lugar o aparentar que resuelven problemas. Para ello, se les da, comentó Gunter, un curso a los aspirantes para que intenten llegar al subconsciente de los ciudadanos y hablen sin hacer pausas para que el posible cliente no tenga oportunidad de reflexión.

Curiosamente alguien señaló, con razón, que los extorsionadores y secuestradores llevan a cabo la misma técnica de los call center: presionar, intimidar, buscar la decisión rápida del escucha y llevar hasta sus últimas consecuencias a la víctima.

Todo ello me hizo reflexionar sobre el neoesclavismo que vivimos. Sólo que, a diferencia de otras épocas, los capataces son una computadora y/o un teléfono. Muchos de los contratados en un call center, con salarios de 600 dólares al mes, únicamente puedan laborar seis meses continuos, ya que terminan con los nervios destrozados.

Retomó la palabra Wallraff: vemos que George Orwell y Aldous Huxley no son ficción. Los lavados de cerebro como en una dictadura se dan cotidianamente. Hubo dos casos en Alemania importantes: despidieron a quien intentó organizar a los trabajadores y uno de ellos que llegó al siquiatra consiguió una beca. Además, una reunión con sindicatos no logró sus objetivos de apoyar a los más débiles y desprotegidos.

Otro asunto importante: las bases de datos que necesariamente deben ser privadas, se intercambian o venden entre esos consorcios y, además, el Estado protege más al capital que a los trabajadores.

Algunos ministros alemanes saben que el trabajo en dichos lugares es infame. No sólo porque las irregularidades salen en televisión, sino por rebeliones de empleados. Pero la encargada de justicia en Berlín señalo que de suprimirse las mencionadas empresas, quien le llevaría la pizza a su oficina (sic).

También me enteré de las condiciones laborales inhumanas por un joven egresado de una universidad privada, quien labora en una empresa de tarjetas de crédito. Me dijo: estamos conectados a un aparato, del cual únicamente podemos desprendernos quince minutos al día, pues la supervisión nos impide más tiempo, lo que posibilita ir al baño una vez.

Una mujer llamada Inés mencionó que en el Banco Santander hay 300 trabajadores en esa súper explotación. No tienen descanso. Hay un capataz que los graba y los apura si escucha que pierden un minuto de tiempo. Como sabemos, donde hay sindicatos no existe defensa para los que llegan con contratos temporales.

Un experto mexicano señaló que lo del outsorcing se abre paso. Estamos ante sistemas sociotécnicos; en el fordismo de masas. En éste no hay la menor protección a los trabajadores, muchos de ellos preparados en universidades y angloparlantes. Los jóvenes, principalmente, aguantan todo sin esperar nada a cambio. Es necesario por tanto, darles alguna protección.

Nuestro país ha desarrollado plazas fecundas para el call center en Monterrey, Guadalajara y Baja California, donde los trabajadores son invisibles e intercambiables. La gran mayoría se encuentra en Telcel, el sector financiero, Ticket Master y otras empresas.

Lo que sucede en México es muy parecido a lo que se vive en Alemania y otras naciones como República Dominicana, Colombia, Puerto Rico y Uruguay (el máximo exponente en Latinoamérica). Una persona nombrada Ulises anotó que en Argentina se creó una ley para evitar los atropellos de las empresas de llamadas, pero no sirvió de mucho.

A pesar de todo, hay cada vez mayor conciencia de lo perjudicial de esas faenas en la sociedad, tanto que se han creado varios sitios de internet para denunciar a los call center. También es preciso señalar que la Or-ganización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sancionan a las industrias que cometen abusos sin medida.

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