No tengo la menor idea, y a como van las cosas probablemente nunca la tenga, de qué carajo es una banda ancha de 2.5 Giga hertz. Intuyo, sin embargo, que es algo muy valioso y grandote por el enorme mitote nacional en que se ha convertido su disputa. Los hechos como los percibo son los siguientes: hace unos días el secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome hizo un anuncio que parecía normal; el gobierno había decidido retirar la concesión de la banda ancha a MVS por así convenir a sus intereses y argumentando que la empresa la subutilizaba. Hasta ese momento el interés nacional era muy parecido al que se tiene ante un partido de hockey sobre pasto entre Estonia y la India. Sin embargo la tensión dramática la puso Joaquín Vargas, el mero mero de MVS, al momento de anunciar que todo era una represalia.
Según los dichos del señor Vargas la Presidencia de la Repúblicamontó en cólera ante aquella famosa pregunta de Carmen Aristegui acerca del también supuesto alcoholismo del presidente Calderón. En su momento opiné que el comentario de la periodista radiofónica era inapropiado y realmente poco pertinente ya que se basaba en uno más de los vodeviles a los que nos tiene acostumbrado Gerardo Fernández Noroña. Vino el despido de Aristegui, debido -siempre en el dicho de Vargas- a que se negó a ofrecer una disculpa redactada en Los Pinos y luego su posterior reinstalación. Del sainete se desprenden, desde mi punto de vista los siguientes puntos.
1.- Un periodista tiene todo el derecho a expresar su opinión, esto ocurre a veces con fortuna (mi ejemplo es Mario Campos del IMER) o con mucha desventura (mi ejemplo, lo saben, es Pedro Ferriz de Con). Aristegui se ha caracterizado por ser combatiente, no dejar hablar a los entrevistados y sumarse, por lo menos en mi opinión, a causas de izquierda. Es su derecho.
2.- Joaquín Vargas despidió a Carmen Aristegui probablemente por su pregunta hacia los hábitos del Presidente y seguramente por temor a que las negociaciones sobre la banda se entorpecieran. Luego, por algún motivo desconocido, la recontrató. Es su derecho.
3.- El Gobierno, a través de Alejandra Sota, niega tajantemente que haya habido alguna presión y argumenta que se trata de una decisión que correspondió exclusivamente a Joaquín Vargas.
4.- Es claro que alguien miente y ahí inicia la tragedia por varios motivos. El primero es la discrecionalidad gubernamental y la falta de transparencia en el manejo de concesiones públicas. El segundo es la enorme imbecilidad de pensar que se haga un texto de disculpa en el que la propia Sota reconoce haberse involucrado y que Aristegui acepte leerlo al aire: “antes le salen chichis a las culebras” diría mi tío Luisito.
5.- La enorme turbiedad en que todo ocurre; una concesión es por principio un bien público y los ciudadanos tendríamos todo el derecho a estar informados de cómo se negocia y este incidente nos da cuenta de una intriga palaciega más parecida a Shakespeare que a lo que marca la ley.
Mi conclusión es que todos quedan mal; el Gobierno por intervenir en la comunicación pública sabiendo que en muchos casos tiene la sartén por el mango en esa confusa y poco apropiada relación que mantiene con sus concesionarios. Vargas queda muy mal parado ya que acepta que despidió a Aristegui por su comentario, no lo hace público y luego se queja públicamente usando como moneda de cambio a la periodista.
Quizá la que sale mejor librada es Aristegui que se niega a leer cartas que no redactó y mantiene cierta dignidad que ahora será sometida a prueba debido a la delicada situación en la que se encuentra ya que se le trató como al cacao que usaban los aztecas para sus trueques.
Quizá el tema más relevante es el de la apertura de nuevos canales de televisión, una noticia estupenda. En este caso el tema es que la oferta pueda variar y no recrear la basura a la que nos tienen acostumbrados los canales de Televisa y TV Azteca. Ojalá eso ocurra ya que sería lo único rescatable de este circo de “me dijiste”, “no te dije”, que nos lleva a tres pistas nacionales.