nexos o los caminos de la militancia y la edición

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nexos llegó a mis manos por primera vez en 1998, justo cuando cumplíamos 20 años tanto la publicación como quien estas líneas suscribe. Llegó, empero, con otras revistas que por esa época comenzaban a despertar mi curiosidad hacia los aspectos culturales, sociales y políticos –en ese orden– de México y el mundo, como fueron y siguen siendo etcétera, Este País, Letras Libres (unos meses después) y otras que por desgracia o bendición han desaparecido de ese complejo y en muchas ocasiones enredado mundo editorial nacional: un mundo, sin duda, competido, que ofrece al público publicaciones de todo tinte y matiz y en el que cada vez más las leyes del mercado imponen sus trabas o sus trampolines para hacer sucumbir o florecer nuevos proyectos.

Este año, nexos cumple 30 de haber surgido como un proyecto que reunió entre sus páginas a una parte de la inteligentsia que, en palabras de Héctor Aguilar Camín (nexos, enero de 2008), estaba a la izquierda del mapa político nacional. Poco a poco, las coyunturas internacionales que más tarde conformaron lo que podríamos denominar la historia de la caída del comunismo y el desencanto por la gauche de los años 80, fueron redefiniendo la defensa de un sistema que había demostrado ser ineficaz en la práctica pero que a su vez ostentaba banderas que, aún hoy, siguen siendo los grandes pendientes del llamado liberalismo, incapaz de responder, a través de las leyes del mercado, a las necesidades más profundas de las sociedades en general (recuérdese, por ejemplo, el caso de Suecia, que a través de la socialdemocracia ha construido el mayor Estado de bienestar del mundo, desde hace unos 100 años). Entre esos vericuetos de la historia del siglo XX, nexos halló un espacio para dar voz a quienes consideraban y sigue considerando que la Historia está lejos de llegar a su fin, que el choque de civilizaciones es más una cuestión gramatical o teórica que un hecho de facto, o que el mercado es capaz de dar solución a todos los pendientes de nuestra ya muy sobada modernidad; no se equivocaron quienes afirmaban desde sus páginas que no todo estaba escrito, tampoco fue un error despegarse del discurso populista, retrógrado y cerrado de esa otra izquierda que a partir del cardenismo secuestró el estandarte izquierdista para pervertirlo y llevarlo a su más pobre manifestación: el llamado Frente Amplio Progresista de Andrés Manuel López Obrador.

De esos y muchos otros factores, según relatan los distintos textos de la edición de aniversario, se alimentó nexos para salir a flote cuando parecía que el discurso de centro-derecha sería imbatible (por ese absurdo de la “razón histórica”) en el debate de las ideas de finales del siglo XX y principios del XXI. Por desgracia para la política nacional, pero para fortuna del mundo editorial, esa izquierda inteligente, académica, que genera pensamiento articulado, ha tenido que elegir, precisamente a falta de un partido acorde con su altura intelectual, la academia o espacios privilegiados como el que nexos ofrece, siempre en beneficio de los lectores pero en detrimento de las ideas que muchos esperamos de un ala de la política que aún no ha podido empatar pensamiento y acción. Así, en lo personal, guardo en el recuerdo (cito de memoria) algunos textos que son representativos de esta situación: por ejemplo, los análisis de la educación pública de Gilberto Guevara Niebla, que tanta falta hace escuchar en estos días de sindicatos vetustos y arcaicos; las críticas al sistema de partidos (financiamiento y representatividad popular) esbozados en definiciones simples (jamás simplistas) de José Woldenberg; las propuestas de aquel gran intento por dignificar a la izquierda nacional que encabezó, durante la campaña federal de 2000, Gilberto Rincón Gallardo, o algún texto aparecido en enero de 2001 (si mal no recuerdo) sobre la importancia de los periodos de transición, a cargo del ex presidente español Felipe González. Ya en el plano de la cultura y la literatura, el humor y el ingenio de la narrativa de Rafael Pérez Gay (cuya obra se encuentra editada en ese otro sello de nexos, la editorial Cal y Arena), la poesía arrolladora de intensidades de Silvia Tomasa Rivera y la de “aires de familia” y versos acompasados de Luis Miguel Aguilar; o la magia cotidiana de la ternura que fue, durante mucho tiempo, el “Puerto libre” de Ángeles Mastretta, así como ese reducto de inteligencia y puente hacia el pensamiento europeo que fue la “Parabólica” de Carlos Castillo Peraza.

La lista es larga y la memoria corta pero, al menos en mi experiencia propia, volver sobre esas lecturas genera un sentimiento de nostalgia, pues es imposible no notar (para los lectores noveles, imagino que mucho más para quienes llevan 30 años, cada mes, buscando en quioscos la revista) que de un tiempo a la fecha nexos pareciera, por momentos, haber olvidado esa vocación difusora de ideas para instalarse en el pedestal de una trayectoria que deja de lado el concepto “revista escuela” para instalarse en los laureles de “revista consagrada”, con ese tufillo de indiferencia hacia los nuevos colaboradores que pone en entredicho la vocación de renovación que es indispensable para toda revista, más allá de su dirección y de su imagen: en este último caso, la de nexos ha sido modificada en numerosas ocasiones durante los últimos años, como si esa falta de sangre nueva se supliera con portadas e interiores frescos, sin duda, pero que quizá en el fondo sólo escondan la comodidad de la fórmula editorial “infalible” (si es que esto existe o, a la postre, es capaz de hacer perdurar una publicación). No obstante, el papel de nexos en el espacio de las revistas mexicanas goza de un sitio ganado a pulso propio, con empeño y dedicación, con ese gusto desbordado por el trabajo editorial que al menos en lo personal ha sido un ejemplo de perseverancia y pasión. El reto por delante es grande, máxime cuando la tecnología y los hábitos de lectura en nuestro país presentan escenarios que dificultan la labor de quienes se dedican a la letra impresa, en cualquiera de sus modalidades. Esperemos que esa empresa –odisea editorial–, que en un principio se esmerara para enlazar públicos e ideas, esté a la altura de los nuevos nexos que requiere el México del siglo XXI, de los nuevos retos que enfrentamos como nación que a veces pareciera más dividida, más separada, sin rumbos claros ni mucho menos ideas para articular una dirección.

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