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domingo 15 septiembre 2024

Paternidades públicas

por Fedro Carlos Guillén

Discuto con una querida amiga detrás de una taza de café (mentira, de una cerveza). Se trata de la recientemente anunciada criatura que el senador Creel ayudó a traer al mundo hace cuatro años, y que fue hecha pública con todo y foto, por una revista de pacotilla y retomada por prácticamente todos los medios respetables en este país. El argumento de mi interlocutora es más o menos devastador y se centra en la “mojigatería y capacidad de represión de los políticos”. Desde su punto de vista, la noticia no muestra más que la hipocresía de los panistas que son virtuosos en la escala pública y en cambio, se dedican a actividades non sanctas en la intimidad de su vida privada.

No me gusta la agenda panista y aunque me hago cargo de lo peligroso que es caer en las tentaciones del estereotipo, me imagino a los seguidores azules como gente con tentaciones inquisitoriales acerca de la conducta de los demás. No soy católico, creo en la legalización del aborto, en el derecho a decidir la preferencia sexual aunque sufra un anatema, confieso que leí Aura, de Carlos Fuentes. Seguramente soy un distinguido candidato al purgatorio y es por ello que me sentiría tan cómodo de afiliarme al PAN, como en viajar tres mil kilómetros en auto en compañía de la primera actriz conocida como “La chupitos”. Bien, dicho lo cual debo decir que diferí por completo de la opinión de mi conocencia y quisiera compartir con usted, querido lector, las razones de mis disensos.

Cuando William Jefferson Clinton sucumbió a las tentaciones de la masiva carne con la joven becaria, de inmediato pensé que este pobre hombre podía ser la persona más poderosa del mundo pero estaba pésimamente asesorado . Si yo hubiera sido su brazo derecho, le habría dicho de inmediato que preparara una declaración pública en la que argumentara más o menos lo siguiente: “No pienso hacer pública mi vida privada con ninguno de ustedes, ya que es un asunto que sólo a mí me atañe”. Así de fácil. Como es sabido, optó por la mexicana técnica de negarlo todo y se metió en el berenjenal que conocemos, cometiendo un delito al mentir ante la Corte y siendo sometido a un juicio político bastante embarazoso.

Éste es un caso similar: ignoro las razones que el senador tuvo para procrear una criatura, también si esto lo hizo del conocimiento de su familia o si se hizo cargo legal de su hija. Todo esto no lo sé por la sencilla razón de que no me interesa ni creo que tenga que ver con las capacidades políticas de nuestro protagonista. Resulta por otro lado evidente que si lo ocultó, fue ponderando el daño que esta información podría causar a sus aspiraciones presidenciales y ahí es donde creo que todo está podrido.

Primero, deberíamos madurar como consumidores de información y tratar de entender que si un candidato en su esfera privada hace de su vida un papalote, el asunto no interesa más que a él y a los que lo rodean y se ven afectados por cualquier propensión heterodoxa. Por otro lado, empiezo a cansarme de los medios basura que hurgan en los rellenos sanitarios de la información para dar a conocer notas como éstas –escandalosas y pasajeras– mientras que nadie hace nada por remediarlo. Finalmente, también me sorprende la reacción ligeramente histérica de aquéllos que hablan del “daño a la hija de Creel” como si ella en el futuro no se fuera a enterar de la verdad de las cosas.

Todo esto le dije a mi amiga, que no quedó nada convencida y siguió firme en su posición de que don Santiago “se lo merece”. Por supuesto que cada quien es libre de pensar como le dé la gana. Sin embargo, parece ya tiempo de iniciar una revisión acerca de las legislaciones en la materia: el derecho a la información es un bien público que de pronto puede ser utilizado en abono de causas mezquinas y ligeramente escatológicas. Desgraciadamente, mientras ello no ocurra, nuestros políticos tendrán que comportarse como santos varones o, en cambio, pecar tratando de contar con la mayor certeza posible que no habrá mirones mediáticos que los lleven al cadalso en estos tiempos de canallas

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