Un torito para la doble moral

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En esos vasos comunicantes que hemos dado en llamar “Opinión pública” noto el vehemente rechazo contra uno de los personajes más impresentables de la política mexicana.

La molestia es entendible: un señor de 40 años, a quien en la tarima mediática apodan “Niño” -porque muy joven recibió la herencia de un partido político- y “Verde” -por su pretendida causa ecologista- vuelve a tener notoriedad por algo ajeno a la creatividad intelectual o a la altura de miras para contribuir con el intercambio público.

Eso ocurrió porque “El niño”, quien también es senador, iba manejando en una avenida de la ciudad de México su flamante Mercedez Benz con unos tragos encima y varios guaruras a su lado cuando, zaz, que lo sorprende el alcoholímetro y hasta al “Torito” fue a dar, aunque el desgraciado se amparó y en menos de lo que cantaría el gallo estaba fuera. Pero como en los juzgados no falta el soplón pronto lo vimos dando explicaciones: el nene recurrió al amparo porque tenía frío y hambre, aunque regresaría con chamarra, comida, oh sí, ah, y un libro, digo, hay que cuidar la imagen ¿no?: Paulo Coelho.

Entre todo eso, me pregunto qué tan auténtico será el enojo, al menos, de parte del respetable frente al niño malcriado. Primero porque la cosa esa que llaman partido con las siglas del PVEM tiene muchos votos, y estoy seguro de que no provienen de extraterrestres. También porque en la indignación popular hay un tufo de doble moral porque alguien, como le puede pasar a cualquiera, ande con unas estocadas dentro y así lo tope la autoridad. Esa especie de persignada pública no esconde los devaneos etílicos a los cuales, intuyo, muchos somos afectos.

Y además de todo lo anterior porque sospecho que no son pocos los jóvenes que puedan ver en ese grotesco personaje el ideal del éxito. El carro, los guaruras, la “imagen del muchacho” o esa forma de hablar “we”, “y así”, que no tiene más terminos que los básicos “wey” y “shalalá”, “shalalá”, también está el libro del autor ese, tan profundo, que reduce a sentencias el secreto de la felicidad; todo un best seller entre muchos chavos que piensan tanto como el “wey” que traen en la boca (y que me temo que a veces no leen ni eso).

Seguro ustedes notaron el tratamiento que dieron varios medios al tema. Tan el “Niño verde” parecía una celebridad que, por ejemplo, El Universal lo acompañó, y así lo ostentó hasta con fotos exclusivas, en su rodeo rumbo al “Torito” a buscar que a la faena el juez del tribunal público le concediera orejas y rabo. Quizá por eso en el periódico fueron lo de menos esas otras escenas que registraron corrupción del niño, por decir algo, o tal vez por ello el mismo diario no ofreció, pongamos, su inopia legislativa. ¿Cuáles son las propuestas que el eterno joven ha hecho en su carrera o cuál es el debate o la polémica que ha propuesto más allá de retratarse con tucanes? ¿Qué sabe de ecología? ¿Por qué su oferta propagandística se acompaña con actores más o menos famosos que a veces no comparten el ideario y así lo dicen? Lo ignoramos, lo que sí sabemos es que vive del erario muy bien, y cotidianamente, no nada más cuando parte plaza en traje de luces. Sabemos también que hay ciudadanos que votan por esa clase de tipos.

La cosa esa llamada partido ha hecho propuestas, claro, del calibre intelectual de la pena de muerte u otras tan impactantes como la de que si el sistema de salud no tiene las medicinas el gobierno federal “te las pague” (además de sufragar con nuestros impuestos la cruda al “Niño”). Me parece que en cosas como esas, en realidad, se soportan farsas como la del Partido Verde Ecologista de México, sin embargo, la parranda del senador no fue ni siquiera pretexto para subrayarlo y, no creo exagerar, incluso denunciarlo. La llamada opinión pública solo se quedó con el escándalo en la boca en algo parecido a un divertimento de esos que de vez en cuando nos regalan los medios para luego dar paso a otro.

No tengo duda de que hay miitantes del PVEM que se esfuerzan por remontar el descrédito, en su trabajo cotidiano y en las instancias legislativas; aquí en la revista etcétera he leído propuestas legislativas de amplio calado, por eso creo que desde el partido valdría mucho la pena cuestionar al “Niño”, pero no por tomarse unas cervezas de más, sino para sacudirse una de las miasmas tan deplorables de la vida política mexicana.

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