Gil lo leyó en su periódico Reforma con el alma en los pies y los pies en el alma. En la reunión cumbre del G20, el presidente Peña afirmó que su encuentro con Donald Trump “ocurrió en un intento por ‘moderar’ la posición del magnate sobre la agresión a los mexicanos”. Moderar a la bestia, Gilga no había pensado que ése fuera uno de los motivos de la infausta visita de Trump a México: “Para México es legítimo procurar un espacio para precisamente puntualizar cuál es el papel que tiene México en la relación con Estados Unidos. Lo estratégica que es nuestra alianza para ambas naciones y que eso permita moderar eventualmente y obtener una mayor información en el posicionamiento que guarden los candidatos de nuestro país”. Pues la procuración del espacio para precisamente puntualizar el papel de México ha resultado ser una de las decisiones que más han indignado a la sociedad mexicana, una rara flor de la unanimidad contra la invitación del político que ha insultado, amenazado, difamado, injuriado a México. Gil hace memoria y no recuerda una decisión presidencial impugnada de esta forma en los años recientes. Una decisión que favorece al difamador y ofende a los difamados.
Jesús Silva Herzog-Márquez ha escrito en su periódico Reforma uno de los artículos más críticos que Gilga haya leído en la prensa reciente sobre los desatinos del Presidente, una pieza escrita por un hombre inteligente irritado, ofendido. No es para menos, se trata, como lo ha calificado Jorge Castañeda, de un error histórico. Recuerden: cuando todo sale mal, todo puede resultar peor.