https://naavagreen.com/wp-includes/fonts/depo-25-bonus-25/

https://beccopizza.com/wp-includes/depo25-bonus25/

https://samouraimma.com/

Slot Qris

Slot Bet 100

jueves 19 septiembre 2024

Juegos [Olímpicos] de Guerra

por María Cristina Rosas

En la antigua Grecia competían en Olimpia -de ahí la denominación de “Juegos Olímpicos”- atletas de las ciudades-Estado griegas en honor a Zeus. Estas justas deportivas -en que sólo participaban hombres- eran tan importantes, que se planteaba la suspensión de los conflictos armados -aunque no siempre cesaron las hostilidades. En contraste, los Juegos Olímpicos de la era moderna han debido suspenderse en el siglo XX con motivo de la primera y la segunda guerras mundiales -¡qué ironía!- o bien, como pasó en 2020, por una terrible pandemia de la que aun ahora el mundo no se recupera. Lo que es más: con notable frecuencia, diversas contiendas bélicas se libran en los linderos de los Juegos Olímpicos o de los paralímpicos sin ningún reparo. Cabe aclarar que la tregua olímpica de la antigüedad no tenía la función de eliminar los conflictos armados, sino, más bien, evitar que la violencia irrumpiera en Olimpia, su sede (1).

Se sabe, gracias a la Ilíada del poeta Homero -no Simpson ¿eh?- que es en el siglo VIII antes de Cristo, específicamente en 776 cuando se fundan los Juegos Olímpicos. Explica Fernando García Romero que estos importantes eventos deportivos tenían una connotación profundamente religiosa y consistían en rituales religiosos -en la Ilíada el héroe Aquiles organiza competencias deportivas para honrar la memoria de su amigo Patroclo muerto a manos de Héctor- y eventos de culto. Claro que también Homero presenta al deporte como una actividad lúdica, divertida, y como un reto personal. Con todo, no existe evidencia de que en la antigüedad se hayan suspendido efectivamente todos los conflictos armados durante la celebración de los Juegos Olímpicos. De hecho, las justas deportivas se desarrollaron a la par de las guerras del Peloponeso en el siglo V antes de Cristo (2).

Hoy los Juegos Olímpicos son eventos costosísimos, de difícil organización y gestión; con atletas profesionales que desplazan al amateurismo sin dejar de lado que las Olimpíadas se ven salpicadas por escándalos de dopaje, controversias políticas, actos terroristas, sanciones y otros aderezos que las alejan de su retórica original de que lo importante no es ganar sino competir (3).

Los Juegos Olímpicos de la era moderna han enfrentado actos terroristas como lamentablemente aconteció en Múnich 1972, cuando miembros de la organización palestina “septiembre negro” secuestraron a atletas israelíes en la villa olímpica, con un saldo de 17 personas fallecidas de las que 11 eran atletas, 5 miembros de “septiembre negro” y un policía alemán. Los grandes eventos deportivos son un escaparate que naturalmente hace que organizaciones terroristas busquen la irrupción en ellos, como fue el caso de nuevo en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996 cuando una bomba colocada en el Parque Olímpico Centenario causó la muerte de dos personas y 111 heridos (4). Este hecho fue inmortalizado en la película de Clint Eastwood de 2019 “Richard Jewell” que cuenta la historia del guardia de seguridad que encontró el artefacto antes de su explosión alertando a las personas para que evacuaran el lugar. Las autoridades estadunidenses acusaron a Jewell de ser quien colocó la bomba y el personaje pasó gran parte de su vida luchando para limpiar su nombre.

La tregua olímpica en la era moderna

Desde el resurgimiento de los Juegos Olímpicos de la era moderna, diversos conflictos armados han tenido lugar sin que la tregua o ekecheiria haya sido invocada. No sería sino hasta el fin de la guerra fría, cuando, a la luz de la desintegración de Yugoslavia, el Comité Olímpico Internacional (COI) convocó en 1992 a las partes en conflicto a suspender las hostilidades durante la celebración de los Juegos Olímpicos, petición invocada de nuevo por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1993, la que pidió en la resolución A/RES/48/11 que los Estados miembros observaran una tregua siete días antes del inicio y siete después de la finalización de las importantes justas deportivas. La primera vez que esta resolución vio la luz como tregua fue en los Juegos Olímpicos de invierno de 1994 celebrados en Lillehammer, Noruega (5).

Los Juegos Olímpicos han sido o bien un prólogo o un epílogo ante diversos conflictos armados, cumpliendo, quizá de manera intencional o no, una función distractora. Así, por ejemplo, previo al desarrollo de los Juegos Olímpicos de 1968 celebrados en la Ciudad de México, se produjo la tristemente célebre represión y masacre de estudiantes y otros civiles reunidos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre. Cuando se inauguró el magno evento en el Estadio Olímpico Universitario el 12 de octubre en medio de fuertes medidas de seguridad -con la presencia de las fuerzas armadas mexicanas resguardando el recinto-, se apostó a borrar del imaginario colectivo “la noche de Tlatelolco” a través de la difusión de las competencias, evocando la unidad y el orgullo nacionales en la que, por cierto, fue la mejor actuación realizada por el país en la historia de los juegos olímpicos de la era moderna -los atletas mexicanos se colgaron 9 preseas.

En ese tiempo todavía no se había proclamado la tregua olímpica, pero una mirada a lo sucedido a partir de la resolución A/RES/48/11 de 1994 en adelante, revela que el cese de las hostilidades no ha pasado de ser una mera aspiración: ni la guerra de Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán (1988-1994) cesó; como tampoco la guerra civil de Liberia (1989-1996); ni la guerra civil de Sierra Leona (1991-2002); ni la guerra civil en Tayikistán (1992-1997); ni la primera ni segunda guerras en Chechenia (1994-1996 y 1999-2009, respectivamente); ni la primera ni segunda guerras del Congo (1996-1997 y 1998-2003, respectivamente). Lo que es peor: en 1994, cuando se invocó una tregua olímpica con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Lillehammer, Noruega, no sólo una de las varias versiones de la pintura El Grito de Edvar Munch fue robada de la galería de Oslo el 12 de febrero, día de la inauguración, cuando la policía y los cuerpos de seguridad resguardaban Lillehammer; sino que, a posteriori, en ese mismo año, el mundo fue testigo del genocidio ruandés perpetrado entre abril y junio en el cual perecieron entre 800 mil y un millón de personas, sobre todo tutsis y hutus moderados.

Rusia y la tregua olímpica

Rusia es, en el presente siglo, el país que más ha usado el contexto olímpico para desarrollar hostilidades físicas y virtuales en aras de fortalecer su presencia en la que considera su zona de influencia natural, su cercano extranjero o bien, el espacio postsoviético. Así, en el marco de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, mientras el entonces primer ministro Vladímir Putin encabezaba a la delegación rusa en la capital china, el ejército ruso y también sus ciberguerreros atacaron Georgia -entre el 7 y el 16 de agosto-, violando la tregua o ekecheiria olímpica. Abjazia y Osetia del Sur habían proclamado la independencia respecto a Georgia. Rusia reconoció a los territorios separatistas. Georgia acusó la violación de su integridad territorial por parte de Moscú. Cuando Georgia obtuvo su independencia en el marco del colapso de la Unión Soviética, se produjo una guerra civil en la que los osetios se declararon independientes (1992). En aras de poner fin a la guerra civil, Rusia dispuso el envío de fuerzas de paz rusas, las que, lejos de ser imparciales, apoyaron a los separatistas. Georgia inició acercamientos con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que intensificó el apoyo ruso a Abjasia y Osetia del Sur. El conflicto continuó y para 2008 el presidente Mijeil Saakasvilli envió a sus tropas para recuperar Osetia del Sur. La tregua olímpica fue violada. El saldo del conflicto favoreció a Rusia quien reconoció la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.

En lo que concierne a Ucrania, entre diciembre de 2004 y enero de 2005 se produjo la llamada Revolución Naranja, consistente en diversas manifestaciones de la sociedad ucraniana contra el fraude electoral y la corrupción imperante. Las protestas, desarrolladas de manera pacífica, llevaron a que el candidato opositor Víktor Yushchenko y Yulia Timoshenko llegaran al poder como presidente y primera ministra, respectivamente. Pro-occidentales ambos, buscaron acercamientos con la Europa comunitaria y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, el eslavófilo Víktor Yanukovich llegó al poder en 2010, si bien fue depuesto en 2014 en el marco de la Revolución Maidan cuando rechazó un acuerdo de asociación de su país con la Unión Europea (6). El 25 de mayo de 2014, el empresario Petro Poroshenko, fue electo presidente. De orientación pro-occidental, Poroshenko retomó los acercamientos con la Unión Europea para buscar la membresía de su país en el organismo supranacional, aunque sin éxito. A Moscú le disgustó tanto la caída de Yanukovich -actualmente asilado en Rusia- como la llegada de Poroshenko.

Los Juegos Olímpicos de invierno de 2014 tuvieron a la ciudad rusa de Sochi, cercana a Georgia, como sede. Se desarrollaron del 7 al 23 de febrero. Tras la clausura de los Juegos Olímpicos de Sochi, ese mismo día -23 de febrero- se inició la crisis en Crimea que derivó en la anexión del territorio por parte de Rusia y la ocupación de la región del Donbass, integrada por Luhansk y Donetsk en la Ucrania oriental. El contexto de esta crisis es la Revolución Maidán.

Así, cuando el gobierno de Yanukovich cayó el 22 de febrero, el mandatario ruso Vladímir Putin decidió ocupar la península de Crimea. El 23 de febrero se produjo una manifestación pro-rusa en Sebastopol y el 27 de febrero fuerzas de seguridad rusas irrumpieron en el parlamento de Crimea, lo que posibilitó el ascenso de un gobierno pro-ruso que condujo un referéndum y proclamó la independencia del territorio el 16 de marzo. Dos días después, Rusia se anexó oficialmente la República de Crimea y la ciudad de Sebastopol (7). Sin embargo, Rusia se niega a aceptar que “se anexó” Crimea, insistiendo en que esta acción fue el resultado de un referéndum y que los lugareños ejercieron su derecho de libre determinación (8).

Así, Rusia, desde abril de 2014 y hasta antes del 24 de febrero de 2022 había desarrollado operaciones militares en la frontera con Ucrania apoyando a los separatistas pro-rusos en las zonas de Donetsk y Luhansk con confrontaciones que tienen un historial de 27 ceses al fuego, todos truncos e incapaces de detener las hostilidades. La contienda había generado desplazados internos y hacia 2018, Naciones Unidas estimaba en 10 mil el número de víctimas fatales. Tanto Poroshenko como su sucesor, el actor cómico Volodymyr Zelenski -también pro-occidental- debieron lidiar con el conflicto de Donestk y Luhansk. En septiembre de 2014 Rusia y Ucrania trabajaron en una hoja de ruta para resolver el conflicto, aunque ambas partes violaron los términos acordados. En febrero de 2015 se acordaron los términos del Protocolo de Minsk que siguieron siendo violados por las partes y la ultima vez que Rusia y Ucrania se reunieron con el tutelaje de Alemania y Francia fue en 2019. Ante el estancamiento imperante, Zelenski buscó acercamientos con la Unión Europea y sobre todo con la OTAN, lo que, otra vez enojó a Rusia.

La crisis actual Rusia-Ucrania

De nuevo, en un contexto enmarcado por los Juegos Olímpicos -Beijing 2022- desarrollados entre el 4 y el 20 de febrero, las tensiones se exacerbaron entre Rusia y Ucrania llevaron al inicio de una incursión bélica -a la que el presidente ruso denominó operación militar especial– que ha llevado a la ocupación de varias ciudades ucranianas y el asedio de la capital, Kiev. Una vez más, la tregua o ekecheiria olímpica fue violada. Si se considera que actualmente transcurren los Juegos Paralímpicos de invierno -programados del 4 al 13 de marzo- la ekecheiria sigue sin ser respetada.

Los otros conflictos

Con todo, Rusia y Ucrania no son los únicos países que desarrollan un conflicto armado que lacera al espíritu olímpico. El triunfo del talibán en Afganistán ha dado nuevos brío al yihadismo en diversas partes del mundo. Es el caso del cinturón del Sahel, considerado por muchos como “la franja del hambre” y que atraviesa a varios países donde se ha producido un marcado deterioro de las condiciones de seguridad, alimentadas por la pobreza y el avance del yihadismo. El pasado 24 de enero se produjo un golpe de Estado en Burkina Fasso contra el residente Roch Kaboré. Las fuerzas armadas afirman que tomaron esta decisión ante el creciente descontento por los avances del yihadismo en el país. En otra parte del mundo, Yemen, continúa la crisis que estalló el 25 de marzo de 2015 cuando los rebeldes hutíes depusieron al presidente Abdo Rabu Mansur. Desde entonces Arabia Saudita lidera una coalición de países árabes para combatir a los hutíes y traer de vuelta al presidente. El conflicto ha generado una enorme devastación de infraestructura, incluyendo el patrimonio cultural y también una crisis humanitaria y alimentaria.

En la Franja de Gaza la violencia entre cuerpos de seguridad israelíes y milicias palestinas continúa. El triunfo del talibán en Afganistán ha alimentado las tensiones entre Pakistán e India. Las negociaciones de EEUU con Irán, de no avanzar, abonarán a la instabilidad regional. Corea del Norte con su programa nuclear y nuevas pruebas de misiles, sigue recordando al mundo que no se detendrá con todo y las diversas sanciones que se le aplican. Esta somera mirada revela que Rusia y Ucrania no son lo único que debería preocupar al mundo y que la atención que acaparan ambas naciones eslavas está llevando a que otros conflictos se exacerben. Cierto, la pandemia del SARSCoV2 agente causal del COVID-19 ha dejado una estela de crisis a su paso, lo que, sumado a una débil gobernanza global y al virtual colapso de la cooperación internacional, auguran tiempos muy desafiantes para las relaciones internacionales. Tal parece que, en estos tiempos, el mejor “deporte” consiste en ignorar la tregua olímpica.


(1) El Orden Mundial (7 de agosto 2020), “¿Qué es la tregua olímpica internacional?”, disponible en https://elordenmundial.com/tregua-olimpica-internacional/

(2) Robert Skidelsky (16 de febrero de 2022), “¿Pueden las Olimpiadas evitar la guerra?”, en El Economista, disponible en https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Pueden-las-olimpiadas-evitar-la-guerra-20220216-0135.html

(3) Fernando García Romero (2003), “El deporte en la sociedad griega según las fuentes literarias”, en Stylos, no. 12, pp. 26-28, disponible en https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/3681/1/deporte-sociedad-griega-garcia.pdf

(4) Carlos Igualada (2021), Terrorismo y deporte, Catarata, Madrid.

(5) El Orden Mundial, Ibid.

(6) Roberto Priego (21/02/2014), “Ucrania: la Revolución Naranja se tiñe de Rojo”, en Real Instituto Elcano, disponible en https://blog.realinstitutoelcano.org/ucrania-la-revolucion-naranja-se-tine-de-rojo/

(7) Arsenio Cuenca (7 noviembre, 2019), “Crimea, una península por la que se enfrentan imperios”, en El Orden Mundial, disponible en https://elordenmundial.com/crimea-una-peninsula-por-la-que-se-enfrentaron-imperios/

(8) Rafael M. Mañueco (29/11/2018), “Un conflicto olvidado, pero muy presente para los ucranianos”, en ABC, disponible en https://www.abc.es/internacional/abci-conflicto-olvidado-pero-presente-para-ucranianos-201811290348_noticia.html

También te puede interesar

betvisa

jeetbuzz

jeetbuzz

jeetbuzz

winbuzz

winbuzz

daman game