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martes 03 diciembre 2024

La X Conferencia Revisora del TNP y las Armas Nucleares

por María Cristina Rosas

не во мне, а в тебе. (no soy yo, eres tú)… Con estas palabras se puede resumir el resultado de la X Conferencia Revisora del Tratado de No-proliferación de Armas Nucleares celebrado en Nueva York del 1 al 26 de agosto del año en curso. Tras una larga espera, puesto que la pandemia del SARSCoV2 pospuso su celebración en 2020 como se tenía planeado, el ambiente geopolítico internacional abonó a los desacuerdos imperantes por lo que, por segunda ocasión consecutiva, la conferencia terminó sin un una declaración de consenso. En 2015, la IX Conferencia Revisora también sufrió un revés en buena medida por las tensiones generadas entre Israel y Estados Unidos frente a las negociaciones en torno al programa nuclear de Irán más la pretensión de avanzar en la creación de una zona libre de armas de destrucción en masa en Medio Oriente. En esa ocasión fue el deseo de Estados Unidos de congraciarse con Israel lo que selló la suerte de la IX Conferencia Revisora.

Desde 1995, cuando se convino en que el Tratado de No proliferación de Armas Nucleares (TNP) tuviera una duración indefinida y se acordó celebrar conferencias revisoras para fortalecer su aplicación, solía suceder que el fracaso y el éxito se alternaban: una conferencia revisora terminaba en acuerdo y la siguiente no. El pasado 26 de agosto la conferencia terminó en desacuerdo, como en 2015. Dos fracasos al hilo. ¿Por qué sucedió esto y qué implicaciones tiene para el régimen de no proliferación nuclear en el mundo?

Vice President of the United States Joe Biden, left, shakes hands with Russian Prime Minister Vladimir Putin in Moscow, Russia, Thursday, March 10, 2011. The talks in Moscow are expected to focus on missile defense cooperation and Russia’s efforts to join the World Trade Organization. (AP Photo/RIA Novosti, Alexei Druzhinin, pool)

Hay que comenzar por el principio: el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Este instrumento es el tratado de desarme más ratificado en la historia. Con 190 países que lo han suscrito, es el pilar del régimen de no proliferación nuclear en el mundo. Vio la luz el 1 de julio de 1968 y entró en vigor el 5 de marzo de 1970. El tratado reconoce como potencias nucleares a los países que, en el momento de su creación, contaban con capacidades nucleares con fines bélicos. Estos países son Estados Unidos, la Unión Soviética -hoy Rusia-, la República Popular China (RP China), el Reino Unido y Francia. Los países que hayan desarrollado capacidades nucleares después de la firma del tratado no son considerados potencias nucleares y ello ha dado pie a que India, Pakistán e Israel no hayan suscrito este instrumento de desarme. El único país que ha abandonado el TNP es Corea del Norte -se retiró en 2003-, quien, como es sabido, tiene un programa nuclear y desarrolla ensayos de artefactos nucleares al igual que pruebas de misiles balísticos que inquietan a sus vecinos y a la comunidad internacional. Es importante señalar que Irán, motivo de controversia y tensiones con Occidente e Israel por su programa nuclear, no sólo no cuenta con armas nucleares, sino que, además es signatario del TNP desde 1970.

Los pilares del TNP

El TNP fue creado con tres propósitos que son además los pilares del tratado: el desarme de las potencias nucleares; la no proliferación horizontal de capacidades nucleares con fines bélicos a países que no las poseen; y los usos pacíficos de la energía nuclear. De los tres pilares, claramente el más débil es el que se refiere al desarme de las potencias nucleares reconocidas en este instrumento jurídico -que de manera coincidente son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los pilares más exitosos, entonces, son la no-proliferación horizontal, dado que, tras la firma del TNP sólo India (1974), Pakistán (1998), Corea del Norte (2006) e Israel (1967) las han desarrollado. En el caso de este último país, se cree que inició la producción de armas nucleares a gran escala tras la Guerra de los Seis Días, si bien Tel Aviv adoptó la política de la opacidad, conforme a la que ni confirma ni niega la posesión de armas nucleares, lo que naturalmente llevó a su no adhesión al TNP.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es la instancia encargada de supervisar las instalaciones nucleares de los países, revisando que cumplan con los compromisos de usos pacíficos de la energía nuclear suscritos. Como es sabido, hay sitios en diversos países a los que los inspectores del OIEA no tienen acceso y ello ha llevado a distintas crisis como en el caso de Irak e Irán. Asimismo, hay una delgada línea entre los usos pacíficos y los usos bélicos de la energía nuclear y como lo muestra el caso de India, quien recibió tecnología nuclear de Canadá para contar con reactores nucleares que se usarían para producir electricidad, al final se empleó esta tecnología para que Nueva Delhi desarrollara su primera bomba atómica en 1974.

El Tratado para Prohibir las Armas Nucleares

A pesar de que el mundo había logrado en 1972 y 1993 contar con sendos tratados internacionales para eliminar las armas biológicas y las químicas respectivamente, hasta no hace mucho no existía ningún instrumento que obligara a la destrucción de las armas nucleares. Las potencias nucleares reconocidas en el TNP, sin embargo, no han sido proactivas en torno al pilar del desarme de dicho tratado, por lo que la comunidad internacional apeló a la importancia de erradicar las armas nucleares argumentando sobre todo a sus consecuencias humanitarias. Su uso deliberado o accidental haría imposible prestar asistencia a las comunidades afectadas, debido al envenenamiento radioactivo al que quedarían expuestos los servicios médicos y de socorro. 

En las reuniones encaminadas a crear un Tratado para Prohibir las Armas Nucleares (TPAN), México jugó un papel fundamental. Junto con Austria y otros like-minded countries, se llevaron a cabo tres conferencias internacionales, la primera en Oslo, Noruega el 4 y 5 de marzo de 2013; la segunda en Nayarit, México, el 13 y 14 de febrero de 2014; y la tercera en Viena, Austria, el 8 y 9 de diciembre de ese mismo año.

Con este telón de fondo el 7 de julio de 2017 fue suscrito el TPAN por 122 países en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas. Países Bajos fue el único país en votar en contra del tratado, sin dejar de lado que tres de las cinco potencias nucleares -EEUU, Francia y Reino Unido- rechazaron este instrumento con el argumento de que es redundante respecto al pilar del desarme del TNP.

El tratado fue abierto para su firma el 20 de septiembre de ese año. En México no tuvo la visibilidad deseada dado que un día antes se produjo un devastador terremoto que impactó en la capital y en diversas regiones del centro y sur del país. Sin embargo, el 28 de noviembre de 2017 el Senado mexicano lo ratifico y entregó a Naciones Unidas el instrumento de ratificación respectivo el 16 de enero de 2018. El tratado entró en vigor 90 días después de que fue depositado el 50° instrumento de ratificación lo que ocurrió con la adhesión de Honduras, el 24 de octubre de 2020, por lo que el TPAN tiene vigencia a partir del 22 d enero de 2021. A la fecha ha sido suscrito por 86 países de los que 66 lo han ratificado.

El TPAN es un texto con un preámbulo y 20 artículos. Busca forzar hacia el avance de lo dispuesto en el artículo VI del TNP respecto al desarme nuclear vertical mediante la prohibición del uso y la eliminación de las armas nucleares. En el preámbulo se señala la preocupación por las catastróficas consecuencias humanitarias y medioambientales del uso deliberado o accidental de las armas nucleares puesto que no pueden ser contenidas y son de alcance global. prohíbe a los Estados parte del mismo desarrollar, ensayar, producir, fabricar, adquirir, poseer, almacenar, transferir, controlar, usar o amenazar con usar armas nucleares u otros dispositivos nucleares, así como ayudar, solicitar ayuda, alentar, o inducir a otros a cualquiera de estas actividades. También prohíbe el emplazamiento, la instalación o el despliegue de armas nucleares u otros dispositivos nucleares en su territorio o en cualquier lugar bajo su jurisdicción y control.

El artículo 4 prevé la creación de una autoridad internacional competente –la Organización del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares- que verificaría la eliminación irreversible de los programas de armas nucleares de los países. Cooperaría con el OIEA, si bien éste fue creado esencialmente para tutelar los usos pacíficos de la energía nuclear.  

Los artículos 6 y 7 se refieren a las reparaciones y asistencia que se deben otorgar a las víctimas de las armas nucleares, que además de Hiroshima y Nagasaki incluyen a las personas perjudicadas por las explosiones nucleares realizadas en Argelia, Australia, RP China, Corea del Sur, EEUU, India, Islas Marshall, Kazajstán, Kiribati, Pakistán, Polinesia Francesa, Rusia, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán y que jamás han sido atendidas adecuadamente y ni siquiera se ha visibilizado su situación. 

En esos artículos también se establece la obligatoriedad de subsanar el daño ambiental provocado por el empleo de armas nucleares.  Este tema es crítico en el Pacífico Sur, donde se realizaron unas 300 explosiones nucleares atmosféricas entre 1946 y 1996 en lugares/atolones como Bikini, Enewetak, Kirtimati, Kalama, Malden, Mururoa y Fangataufa. Los artículos 8 al 20 explican el funcionamiento del tratado y no son tan controvertidos como los arriba señalados.

La X Conferencia Revisora del TNP

En 1995 la comunidad internacional dispuso que el TNP tuviera una duración indefinida. Asimismo, acordó la celebración de conferencias revisoras del tratado, a efecto de verificar que sus disposiciones se cumplieran de cara a los desafíos que enfrenta el régimen de no proliferación nuclear a nivel global. Como se explicaba en el inicio de la presente reflexión, era ya casi una tradición que ante una conferencia revisora exitosa la siguiente fracasaba. Pues bien, en 2022 es la primera ocasión en que se acumulan dos conferencias fallidas o bien donde no hubo una declaración de consenso de parte de los participantes.

WASHINGTON, DC – SEPTEMBER 14: U.S. Secretary of State Antony Blinken testifies during a Senate Foreign Relations Committee hearing on Capitol Hill, September 14, 2021 in Washington, DC. Blinken was questioned about the Biden administration’s handling of the U.S. withdraw from Afghanistan. (Photo by Drew Angerer/Getty Images)

Para entender el fracaso de la conferencia recién concluida hay que considerar el escenario geopolítico imperante. Como se explicaba la conferencia debió llevarse a cabo en 2020, momento en que el TNP cumplió 50 años, pero la pandemia impidió su desarrollo. Se intentó llevarla a cabo en 2021 pero además de la pandemia las diferencias políticas dieron al traste con la propuesta. Se estableció entonces que acontecería a principios del presente año y al final sólo pudo realizarse, como se explicaba, en agosto.

Su celebración tiene como telón de fondo varios sucesos muy desafortunados. Para empezar, Rusia ha amenazado con el empleo de armas nucleares en medio de la crisis por la operación militar especial en Ucrania iniciada el 24 de febrero del presente año. Pero hay más. La RP China ha iniciado una expansión sin precedente de su arsenal nuclear. Estados Unidos ha anunciado planes para modernizar sus capacidades nucleares. Corea del Norte sigue realizando pruebas nucleares y provoca a sus vecinos con sus misiles balísticos. El Reino Unido anunció en enero de 2020 un incremento del 60 por ciento de su stock de armas nucleares.

A todo ello hay que agregar que a diferencia de otras conferencias revisoras previas, no se han producido conversaciones entre las cinco potencias nucleares reconocidas en el TNP, lo cual revela un clima de enormes tensiones, poco propicio para llevar a cabo negociaciones. A ello hay que sumar que tanto Rusia como la RP China trajeron de vuelta un tema aparentemente superado: el de la sombrilla nuclear de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la presencia de armas nucleares estadunidenses en los territorios de Alemania, Países Bajos, Turquía, Bélgica e Italia. Según Moscú y Beijing, ello es contrario al TNP, pero la realidad es que la OTAN fue creada en 1949 y había un entendimiento tácito con Moscú en la materia que ahora, en el marco de la operación militar en Ucrania y la respuesta de la alianza noratlántica ha salido a relucir. De hecho, tanto los rusos como los chinos parecerían buscar una justificación a la operación militar de Rusia en Ucrania de cara a la expansión de la OTAN.

Otro aspecto sumamente delicado es que las potencias nucleares no quieren cumplir sus obligaciones ni con el TNP ni con el TPAN, lo que está llevando a una hartazgo de los no nucleares: “¿para qué cumplir, si los que deberían poner el ejemplo no lo hacen y nadie los castiga por ello?” parecerían decir. Se ha perdido de vista que el mundo vive hoy un gran riesgo nuclear respecto al que existía hace siete años, cuando aconteció la IX Conferencia Revisora del TNP. De ahí que se buscó a lo largo de todo este tiempo, acordar un paquete de medidas para reducir el riesgo nuclear, pero la dificultad en este caso estriba en que dichas medidas no deberían ser mayores que los objetivos de desarme nuclear, tema que evaden constantemente las potencias nucleares.

Un problema adicional es que se ha abierto una brecha en torno al TPAN entre los países nucleares y los no nucleares. Los nucleares sostienen que el TPAN es redundante respecto al TNP y que no debería existir. Los no nucleares, entre ellos México, sostienen que el TPAN es perfectamente complementario con el TNP. Entonces, en la reciente conferencia revisora, los nucleares buscaron que se omitiera cualquier mención al TPAN.

La gota que derramó el vaso y determinó que Rusia bloqueara la declaración final de la conferencia fue que en el documento se hacía una mención explícita a la central nuclear ucraniana de Zaporiyia. Rusia se negó a aceptar varios párrafos relativos a la situación de la planta nuclear y a la necesidad de que vuelva al control de las autoridades ucranianas competentes. Con ello claramente la operación militar especial rusa en Ucrania le pasó la factura a la comunidad internacional.

Así, el viernes pasado la X Conferencia Revisora terminó sin acuerdo pero ello no significa que el TNP desaparezca o que el TPAN vaya a ser denunciado por los países signatarios. Ambos procesos seguirán adelante en un entorno de seguridad internacional muy deteriorado al que hay que agregar que tanto Corea del Norte como Irán, siguen desafiando. Asimismo, el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) suscrito en Praga el 8 de abril de 2010 y en vigor desde el 5 de febrero de 2011, está en riesgo. Mediante este tratado, Estados Unidos y Rusia habían acordado limitar el número de armas nucleares estratégicas desplegadas a 1 550, lo que equivale a una tercera parte de lo acordado en el tratado START original de 1991. Estas obligaciones deberían cumplirse siete años después de que el tratado entrara en vigor. El nuevo START duraría 10 años y se podría renovar por un quinquenio más por acuerdo entre las partes. En enero de 2021, Estados Unidos y Rusia decidieron extender la vigencia del nuevo START por cinco años más, por lo que expirará el 5 de febrero de 2026. Dadas las condiciones actuales se antoja muy difícil que ambos países cumplan con lo acordado, lo que, de nuevo, genera un escenario preocupante.

Como se ve, la problemática que enfrenta el régimen de no proliferación de armas nucleares es muy compleja y el viernes pasado la comunidad internacional señaló a Rusia como el causante de que no se produjera una declaración final de consenso. Con todo, es necesario visualizar que son también las potencias nucleares, las declaradas y las que no lo son, las que se ven muy beneficiadas ante este resultado, dado que a falta de acuerdo perciben que pueden continuar impulsando sus intereses instrumentales particulares aun cuando ello coloca al mundo ante un enorme peligro. Por lo tanto, la frase inicial podría quedar en los siguientes términos: Сложилась весьма сложная ситуация, когда большинство государств испытывает обоснованные опасения относительно не самого факта, а срока, в который мир столкнется с ядерной катастрофой (la situación actual constituye un reto, ya que genera en la mayoría de los Estados temores bien fundados respecto a cuándo el mundo tendrá que enfrentar las terribles consecuencias de una catástrofe nuclear).

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