sábado 18 mayo 2024

Del Imperio a la República

Decima sexta parte

por Manuel Cifuentes Vargas

Una astilla del pensamiento político de Iturbide

Mucho se cuestiona, se escribe y se dice, las más de las veces con fines ideológicos, sobre el paso negativo de Iturbide en los inicios de la vida de México; pero poco se habla sobre su pensamiento que, quizá por los desencuentros políticos polarizados del país de su tiempo, no pudo concretar. Me parece que a veces se guarda u oculta el pensamiento y aportaciones de unos personajes históricos, como si no se quisiera que se conocieran, por no convenir a ideologías o interese políticos, probablemente para no mover ni una línea político histórica ya establecida o porque tal vez se crea que dándoles publicidad se revaloraría el pensamiento y actuación de determinadas figuras, en menoscabo de otras o de algunos sucesos de la historia de México. 

Nada más falso. Todos tiene su propio peso, con blancos y negros, en su tránsito público, de acuerdo al rol que jugaron, y de ninguna manera demerita el de otros, por lo que cada uno debe tener su lugar, cuando se mira con objetividad y sin pasiones políticas ni ideológicas. Pero como dice la frase que “la historia la escriben los vencedores”, es el motivo por el que no se les da ningún crédito, espacio ni voz a los vencidos para que hablen, aunque sea tiempo después, a través de los documentos que nos dejaron. Hay que sacarlos del ostracismo al que se les ha condenado, para conocer su pensamiento.      

Es el caso de Agustín de Iturbide, a quien por completo se le ha refundido en el infierno político del país y que, por lo mismo, a quien ni se le ve ni se le escucha, de no ser solo para infamarlo. No se le ven positivos, sino puros negativos Es la oveja negra de los inicios del país por los yerros que cometió y, por lo tanto, atractiva figura para el fácil discurso político condenatorio, la más de las veces, sin mayor sustento documentado y contundente. ¿Pero cuantos Iturbides más habrá, de ayer y de hoy, o peores por el daño que han causado? y, sin embargo, no solo son intocados, sino hasta venerados. 

No obstante que desde los orígenes en que se consensó y se planeó con firmeza consumar la independencia mexicana se pensó que el nuevo país debía erigirse en un Imperio, sin lugar a duda para darle, aún en esta gesta, su lugar a España, pues así quedó comprometido y documentado en el Plan de Iguala y ratificada esta  idea en los Tratados de Córdova, todo indica que al concretarse ésta y una vez que la familia real española no aceptó la corona imperial mexicana, al parecer Iturbide no quería imponer por la fuerza la creación del Imperio, pues según documenta Guadalupe Jiménez Codinach, en su ensayo “Primer proyecto de Constitución del México independiente, 1822”,  Iturbide, en su calidad de regente, llevó a cabo un sondeo o especie de consulta entre las provincias para saber su opinión sobre el tipo de gobierno que se quería; y que, al decir de la misma autora, el muestreo resultó contrastante, pues mientras unas se manifestaban por el Imperio, otras se inclinaban por la República. 

Pero mejor dejemos la palabra a esta estudiosa para mayor fidelidad sobre su particular aseveración ya que, apoyándose en la magna obra de Manuel Calvillo, titulada “La consumación de la independencia y la instauración de la república federal, 1820-1824”, retoma en gran parte las preguntas formuladas por Iturbide. De la lectura de dicho documento, da la impresión que Iturbide no quería imponer solo su única y exclusiva voluntad. 

“El 27 de marzo de 1822, conocido el rechazo de España a los Tratados de Córdoba (7 de diciembre de 1821), Iturbide envió un cuestionario – una especie de encuesta- a las autoridades de villas y ciudades de todo el país. Quería conocer la opinión general. Las preguntas revelan un sincero deseo de conocer la voluntad general. Veamos algunas. 

“¿Cuál es el sistema de gobierno que desea tomar la parte más sana del pueblo?

“¿Qué se dice de la Regencia actual?

“¿Se cree que el ejército debe permanecer con la fuerza que tiene o se debe aumentar o disminuir?

“El establecimiento de la Milicia Nacional ha sido bien recibida, ¿se considera útil o perjudicial? 

“Se habla de haber partidos en el Congreso … ¿por cuál está la opción general?

“¿Qué concepto se tiene del Ministerio y de los empleados en los primeros destinos?

“¿Qué hombres hay en la actualidad en esa provincia que sobresalen por sus talentos, virtudes e importancia y qué conducta observan, oscura o popular?

“¿Quiénes son los más distinguidos por sus opiniones, cuáles son éstas y si tienen o no muchos seguidores y a qué clase de la sociedad pertenecen?

“En materia de gobierno, ¿cuál es la opinión más general del clero secular y regular?

“¿Cómo se administra en esa provincia la Hacienda pública?

“¿La tropa está en diciplina; se observan desordenes ocasionados por ella?

“¿Cuál es el estado de la ilustración?

“¿Qué opinión se tiene de los europeos?

“¿Qué se dice de España?

“Se forman comparaciones entre el gobierno anterior y el actual, y en tal caso, ¿a favor de cuál es la opinión general?

“¿Qué ramas de la administración son las más descuidadas; cuáles los mejores servicios?

“¿Qué providencias del gobierno necesita esa provincia con más urgencia para su prosperidad actual, y empezar a aumentar la futura?”. 

Este es un trozo del pensamiento político de Iturbide, en el que hacía partícipes a las provincias y las invitaba a opinar sobre la formación del país y del tipo de gobierno que se quería. Nos toca a nosotros valorar, con una visión retrospectiva objetiva, este fragmento de su pensamiento. 

Y es que en la vida pública ni todas son virtudes ni todo es malo o negro, como a veces, ubicándose en los extremos, se les quiere hacer aparecer a algunos actores de ésta por intereses políticos o de conveniencia. Políticos y/o gobernantes santos, ideales o siempre probadamente virtuosos, no los hay, por más que a veces se quiera encontrar o investir a algunos de este vaho glorificatorio y de edulcoramiento angelical, además de que no se les quiera ver ni siquiera la mínima macula ni la comisión de errores, a pesar de que hay a quienes claramente se les ve que, en lugar de ponerle, le quitan tabiques al país. 

Al margen de su formación profesional, no hay ni habrá políticos ni gobernantes divinos, perfectos ni inmaculados y que nunca se equivoquen. Pero lo reprobable es que realicen acciones pensadas deliberadamente que perjudican al país. Todos tienen pintos en su vida pública, y algunos incluso arrastran manchas desde su vida privada. Ha habido y habrá quienes tengan más haberes en su favor de buena trayectoria pública, pero difícilmente impoluta, pues si hay algo que domina en el imaginario de la sociedad, es que el político y gobernante por costumbre es poluto. Por eso borrar o por lo menos matizar esta negativa percepción, es uno de los más grandes desafíos que corre a cargo de la clase política y/o gobernante.    

Hay que poner en la balanza los positivos y negativos para valorarlos mejor; con la mayor objetividad posible, sin adoraciones ni animadversiones políticas ni ideológicas, porque cuando se hace con estas visiones solo se busca endiosar o denigrar. Sobre todo, hay que hacerlo tratándose de las figuras del pasado, procurando ponerlas en su justa dimensión y contexto en que participaron en el ejercicio de la política y del servicio público, con aciertos y desaciertos, en la progresiva edificación del país. Solo así se podrá tener una percepción más real de las personas y de los acontecimientos. El deber de la historia es buscar y mostrar con evidencias para enseña la verdad, no para distorsionarla.

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