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viernes 20 septiembre 2024

El barrio

por Marco Levario Turcott

Cuando escucho que alguien le dice a otra persona que le falta barrio, así como para sobajar la ingenuidad de quien se cree sabelotodo; cuando escucho eso, digo, estoy seguro de que ninguno de los dos saben de lo que hablan.

El barrio es cabrón, tiene sus propios referentes y valores. Uno de ellos, por ejemplo, es que no se ostenta que se es, porque como por ahí se dice, se es o no se es. No es prenda de orgullo ni motivo de vergüenza, aunque sobren faroles que lo anuncien o acomplejados que lo oculten. Cuando digo barrio hay que remitirnos al plural porque en cada uno hay diferentes señas de identidad e incluso diferenciación clasista: he visto, por ejemplo, que en alguna de las vecindades de Tepito se burlan de los nacos de Neza porque éstos bailan las cumbias de brinquito, o allá en la Guerrero que ríen de los sonidos chundos de Iztapalapa.

Dentro del caballete de la diversidad que implica el término “Barrio”, la sobrevivencia es una constante. Lo es para el niño que trabaja y estudia, y que a veces cuenta con su familia para recrear la emoción por el conocimiento y, a veces no, incluso al contrario, oye el consejo de que para salir adelante debe chingar porque si no será chingado. No sigo por esa ruta debido a que es la más difundida entre la princesa que busca salir del entorno mediante el ímpetu de su trabajo y creatividad o la puesta en subasta de sus nalgas, en ocasiones para el sostén de la propia familia, y las madrizas del cabrón a su mujer por quítarme estas pulgas.

Me gusta el lenguaje, o el caló del barrio, en particular, el lenguaje de la Guerrero, Garibaldi y Tepito, tan similar al de Santa María la Rivera y la Bondojo y tan diferente al de Neza donde priva el chicano. Incluso el cantadito de la Morelos es distinto al de Iztapalapa. Me gustan las variaciones aunque muchas de ellas sean sutiles y aunque no lo sean tanto al momento del albur porque no es lo mismo huele a traste que atrás de huele o échame tu bendición moreno que ah travieso no me ganas, frente a la respuesta del de Neza a esto ultimo con “El hocico en el lodo porque serás puerco” junto con el de la Bondojo que podría completar algo así como “mejor ponme el cochino” y así hasta el infinito y según de la imaginación.

Entonces hay de barrio a barrio, en el Rosario priva la música vieja de los Jonic o las Ángeles Negros, el reguetón en Neza y algunas zonas de Tepito, pero en la Morelos, sobre todo entre los viejos del barrio lo mejor es la salsa y ya los muy conocedores algo de rumba y huaracha. Ya en otro momento hablaré de los mercados pero adelanto que para mí los mejores son los de Jamaica y La Lagunilla. Por ahora ahí se las dejo en que me dan ternura los jóvenes que se sienten de barrio por saber dos o tres palabritas o que abjuran del mismo porque leyeron más de un libro cuando, en realidad, también en los barrios hay varios exponentes letrados y no sólo buenos para el putazo como Rubén Olivares (quien no nació ni en la Bondojo ni en Tepito ni la Morelos, pero ahí encontró identidad), o buenos para la cantada como Javier Solis (el carnicero de Tacubaya), Gualberto Castro (a quien no le gustó que lo identificaran como de la Guerrero) y otros tantos como varios de nosotros que disfrutamos cosas que no siempre son valoradas y que son parte de una cultura. Esas cosas pronto las abordaré.

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