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martes 03 diciembre 2024

La Sandunga: mezcla de cuentos, mitos e inventos

por Juan Manuel Alegría

La música es un signo de identificación colectiva. En la región del Istmo La Sandunga (en realidad debería ser Zandunga) es elemento unificador; por ello, tal vez, hace más de tres cuartos de siglo, desde la Ciudad México y el istmo oaxaqueño, se inventó una raíz etimológica para la palabra “sandunga”, acaso para darle mayor autenticidad, para hacerla más suya.

 

La admiración por esta pieza ha extendido en la Internet una fauna de plagiarios que, con tintes eruditos, pretende dar a conocer unas falsas raíces sobre el famoso son istmeño y repiten lo que algún ingenioso inventó hace mucho tiempo.

 

Algunos dictaminan: “La correcta traducción de la palabra sandunga, de su lengua madre zapoteca, significa mujer alegre, salerosa y bailadora” (Máximo Ramón Ortiz y la Sandunga. www.oaxacapedia.org.mx. La Enciclopedia Libre de Oaxaca, y otros).

 

O, “La etimología zapoteca nos indica que su significado es “Saa” (música) y “Ndú” (profundo). Sandunga es una música o canto profundo” (http://musicadmexico.blogspot.mx).

 

Para darle un toque de credibilidad, agregan a sus plagios: “Los expertos han señalado…”. Pero sin aportar los datos de dónde salió tal definición o citan a un investigador, pero citado por otro, sin consultar la fuente directa; es decir, hacen citas de citas.

 

Wilfrido C. Cruz afirmó: “Corren los años y la investigación histórica nacional, tardía, inerte, perezosa, quizás anhelante de providenciales hallazgos, nada ha hecho por descubrir la génesis o el secreto de la evolución de muchas manifestaciones del arte popular mexicano (…)”. (Oaxaca recóndita. Razas, idiomas, costumbres, leyendas y tradiciones del estado de Oaxaca. Pag. 307).

 

Más de medio siglo después, parece que no hemos avanzado mucho. La estulticia de los “investigadores”, es tal que siguen copiando (mal) el cartel que descubrió hace más de seis décadas el musicólogo Gerónimo Baqueiro Foster en la Hemeroteca Nacional: “La sandunga fue estrenada el 3 de diciembre de 1850, en el Teatro Principal en una función a beneficio de la actriz y cantante María Gañate (…)” (Jiménez Celaya, Rómulo. Y vio que era bueno. Breve historia del barrio El Portillo de San Antonio de Padua. 2008 ). Como si la actriz fuera damnificada. Otros interpretan y escriben “en honor”.

 

Nada de eso. En el siglo XIX se decía “a beneficio” para atraer espectadores, porque no siempre había interesados, así que decir eso era como un “gancho”; si no atraían al público el primer día de función—cuyas ganancias serían para la actriz o el actor principal— , entonces sabrían que no llegaría mucha gente en las siguientes funciones.

 

Aparte, los neófitos ni siquiera copian correctamente —el nombre de la española era María Cañete de Laymon—, simplemente porque no lo investigaron. Y esto cunde. El error transcrito se repite por docenas en la red.

 

Mis investigaciones en el tema, me han llevado a asegurar que el verdadero autor de la “Zandunga” (esa sí con “z”) es el español Hipólito Gondois, quien la estrenó en el Teatro del Instituto de Madrid el 28 de mayo de 1850; la bailaron Josefa “La Pepa” Vargas y Manuela Perea, conocida como “La Nena” y las acompañó el bailarín Carlos Atané.

 

Luego de su estreno en Madrid, pasó a otros teatros de España y llegó a México en diciembre de ese año.

 

Esteban Maqueo, de los primeros

 

Hasta donde he podido rastrear, el origen del embrollo con la palabra “Zandunga” comienza a partir de 1924, con la publicación de un artículo de Esteban Maqueo Castellanos en El Universal, que, en 1936, editado, se publicó también en Neza, el periódico de los juchitecos radicados en México.

 

Maqueo Castellanos (1871-1928), con antepasados italianos que llegaron al Istmo a hacer fortuna, era un abogado, político y escritor, nacido en Oaxaca. Al tener su familia propiedades en la región, conoció bastante de su cultura, por eso escribió:

 

“La popularidad que, de algunos años a la fecha, gozan ciertos trajes regionales, el traje de ‘tehuana’ y la canción de la “Zandunga” (escrito así, con zeta y no ese) ocupan primera línea muy merecidamente” (Diario El Universal, 8 de junio de 1924). A continuación Maqueo critica a las divas María Conesa y Celia Montalván que usan ese vestido: “Irrita los nervios ver cómo se cubren con el clásico huipil (…) ¡No hay derecho, señoras, para desfigurar de ese modo tan pintoresco tocado!”. —El ilustre Maqueo moriría de nuevo si viera cómo tratan hoy el florido vestuario—. Luego sigue una descripción del atuendo de la tehuana pobre y la rica.

 

Finaliza esa parte comentando la pieza musical: “nos la han cambiado, trasegándola en sus nota, variándole los tiempos, haciéndola un baile ridículo y no uno ceremonioso o cortés, como lo es, y transformándola así, de algo dulcemente impresionante, en un fox trot de cabaret”. Luego, cambia de tema y afirma:

 

“La Zandunga es de origen istmeño; más aún juchiteco (…) Si no lo probara su propio nombre [¿?] que en español no tiene significado, sí puede tenerlo en idioma tzapoteca (sic) o mexica, formándose del prefijo tza (como en tzapotl, Tzanatepec, etc.), y de la palabra ndungaá, por lo que yo escribo Zandunga con zeta y no con ese (…)”.

 

Aquí también aparece la (¿primera?) versión de la madre muerta a quien se dedica, presuntamente, La Zandunga (o Sandunga); en que el hijo regresa de Oaxaca a Juchitán al saber que muere su progenitora:

 

“(…) y ahí, bajo el techo de la humilde tejabana (sic), agoniza tal vez en aquel momento la madre amada que en vano aguarda a su hijo para darle la última bendición (…)”.

 

Mientras el joven ruega: “‘Señor San Vicente, Santo Patrono, que yo alcance con vida a mi madrecita y te llevaré muchas ceras y blancos racimos de flores de coco’”. Pero no la alcanza y, “ebrio de dolor” la sacude y le dice: “Viu, mamá… gudá… gudá mamá, mamá por Dios!”. Luego, el joven, dice Maqueo, “requirió papel pautado, y dejó en el pentagrama la inmortal canción, la Zandunga (…)”.

 

De la tan famosa “ndungaá”, don Esteban ya ni dijo nada, porque nada sabía.

 

Neza y La Sandunga

 

El asunto tal vez no habría tenido mayor trascendencia, pues era muy difícil que en 1924 los istmeños accedieran a la prensa nacional, por ello considero que fue crucial la publicación del artículo en Neza, más de una década después, en enero de 1936 (Neza. Órgano mensual de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos, México. Enero de 1936).

 

Ahí, con dolo, quizá, los editores mutilaron el artículo original, cortando la primera parte donde Maqueo habla del traje de tehuana y dejando sólo donde afirma que la Sandunga era juchiteca y la leyenda sobre su origen. Maqueo había muerto ocho años antes, no pudo protestar.

 

Esto se entiende por la animadversión que por muchos años existió entre juchitecos y tehuanos. Se nota en el primer número de Neza donde un tal López Vera, sin venir al caso, habla de la “lealtad juchiteca” y la “cobardía tehuana”. En la primera plana del siguiente número (López Vera no aparecerá en éste, y en el siguiente hablará de plantas medicinales) en su editorial, Gabriel López Chiñas, censura a López Vera debido, dice, a las protestas tanto de tehuanos como de juchitecos y ofrece disculpas. (Neza, junio de 1935).

 

Es posible que esta publicación recortada diera origen a tantas versiones de las presuntas raíces de sandunga y la defensa de su grafía con “z”.

 

Una del Ateneo, otra difusora

 

Otra participante. En el libro México: leyendas y costumbres, trajes y danzas, en el apartado “La Sandunga”, María Elena Sodi de Pallares, afirma:

 

“Desde luego la palabra sandunga quiere decir jota [¡!], baile alegre y popular. En zapoteco la palabra se escribe ‘Sa ndu ngá’, que significa la fiesta perfecta, algunos, sin embargo, la traducen como baile que se efectúa bajo una higuera. De cualquier manera, sandunga es fiesta, alboroto, alegría” (Sodi de Pallares, María Elena.”La sandunga”, en México: leyendas y costumbres, trajes y danzas. Edit. Layac. México. 1945. Luis Álvarez de la Cadena. Comp. Pág. 365).

 

Aunque Sodi de Pallares escribió sobre el son jarocho, el jalisciense y otras manifestaciones del folclor mexicano, la sospecha de que doña Elena no tiene idea de lo que habla comienza desde su primera línea, cuando explica que el significado de sandunga: “quiere decir jota, baile alegre…”.

 

Se enreda con la “geografía musical” de España. Ningún español confundiría la jota con un fandango, ya que la primera pertenece a la zona norte, que colinda con Francia y “arriba” de Portugal (por eso se dice: la jota de Aragón, la de Castilla, la «montañesa» de Cantabria, la de Asturias…).

 

Mientras que la región de donde, indudablemente, proviene el antiguo ritmo de La Sandunga es la parte contraria: Andalucía; de frente a África (zona donde primero se asentaron los moros y la última de donde fueron expulsados).

 

La autora de Los cristeros y José de León Toral, miembro del Ateneo Mexicano de Mujeres, sostiene su aserto con unos versos que atribuye a Máximo Ramón Ortiz: “Saa ndu ngá / Paa ñáándá pa guieeh lu neza / Sandúúnga, viiti ca nááha,/Áy jñá, xhunaaxhi dooh!” (Op. cit. Pag. 365).

 

Y en seguida aclara que, “la divulgación de estos versos se debe al Lic. Matus”. Se refiere a Vicente E. Matus, intelectual juchiteco (de los de Neza) quien participa en esta antología.

 

E. Matus seguro le proporciona la historia literaria de Maqueo Castellanos (lo de la madre muerta) pues la repite Sodi, enriquecida, supongo, con la cosecha de Matus, quien hace hablar en zapoteco a Máximo Ramón.

 

Aparte, arriesga otra connotación a Sodi: en vez de ndungá, propone du’ga: higuera, higo —esto no lo dice la escritora; lo infiero de su “baile que se efectúa bajo una higuera” —W.C. Cruz también menciona esto en su “Higuera mítica” y la historia de la Vela Higuera (“dúuga”, la escribe él); sin embargo, dice Cruz: “no logramos confirmar la realidad de esa etimología que pudiera relacionarse el vocablo ‘Sandunga’ con la fiesta de la Vela Higuera” (Oaxaca recóndita. pp. 328-334).

 

E. Matus ya había escrito sobre la Sandunga desde 1937 en El Universal y en 1940 en Oaxaca en México, en el marco de la discusión sobre si el son era del Istmo o de Chiapas —donde se hizo famoso un chiapaneco: Manuel E. Guzmán, de Cintalapa, quien afirmó que el son aparece entre 1545 y 1550 en su tierra. Vicente E. Matus lo refutó.

 

Gilberto Orozco… también

 

Un año después de la aparición del libro anterior, con el apoyo de Baqueiro Foster se publicó Tradiciones y leyendas del istmo de Tehuantepec del juchiteco Gilberto Orozco. A pesar de su título, privó el ánimo localista, como era común en aquel tiempo. Orozco crea un híbrido con ratos reales, otros dudosos, leyendas que no separa de la historia más pasajes de la novela de Manuel Martínez Gracida sobre Cocijoeza.

 

Este afán localista llega al grado de adjudicarse la “paternidad” de una flor: guiéxhoba (Tehuantepec) guie’xhuuba (Juchitán —guieehshuubba, según Orozco); cuando el padre Gay, dice en su libro que esa flor, llevada del istmo, fue regalada a Mallinali, señor de Tlaxiaco: “los súbditos del rey de Achiutla, durante la campaña de Tehuantepec, habían recogido la simiente de un árbol (…:) de flores pequeñas y blancas de olor suavísimo, superior aun a la rosa de Alejandría (…) y que se conocía con el nombre de izquijochil” (Gay, Antonio. Historia de Oaxaca. p. 150).

 

Orozco escribe: “Hlinalli obtuvo como obsequio del monarca zapoteco, un hermosos ejemplar de Guieehshuubba, el árbol nativo de Juchitán” (Orozco, Gilberto. Tradiciones y leyendas del istmo de Tehuantepec. P.17). En “la campaña de Tehuantepec”, Juchitán aún no existía.

 

En varios casos, aporta sus propias definiciones: “Xhavizénde (en traducción literal zapoteca significa: lugar de San Vicente, que viene de Xha, debajo o lugar de, y Vizénde, Vicente)” (Op. cit. p.14). No explica por qué la apócope de santo, san, desaparece en la traducción.

 

Asimismo, aunque acepta que sandunga es salero, gracia, sostiene: “Sandunga se compone de (…) Saa, Ndu Ngá, que significan: sa, música; ndu, completa, perfecta, terminada, redondeada y nga, esa. Traduciendo esto libremente, indica: esa música es completa, esa música es perfecta o esa música salió redondeada. En otro aspecto puede componerse de otras palabras zapotecas. Sa, Du, Nga, que significan: san, santa; du, satisfacción y ngá, esa [a la primera nga no la acentúa], que dan como traducción libre: esa santa satisfacción.” (Op. cit. p.60) .

 

No hay para dónde hacerse

 

Otra vertiente, importante para la difusión del invento etimológico, es un reportaje sobre el Centenario de La Sandunga en Tehuantepec (mayo de 1953), Escribe Adrian García Cortés:

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“La Sandunga es —escribió en un periódico local el profesor oaxaqueño Ursulino Rueda Saynez— una música alegre (…) Hasta la fecha no hemos sabido de una traducción de la palabra sandunga que la defina claramente. Descomponiéndola se obtiene esa información. Saa es manteca, gordura, nube; Ndú es hasta el fondo (cuando se trata de estocadas por ejemplo), lamento por antonomasia, profundo pero no precisamente hondo (en este caso se dice: guecla, hondo); Ndú también denota la idea de provecho, sacar avante, obtener ganancias (por ejemplo cuando expresamos gasti sabée ndú, que quiere decir: no obtendría ningún provecho— gasti, nada; sabée, sacar y obtener; ndú, provecho, interés— ; y Ngáa es éste, ésta). “Saa, también es música, Saa es caminar (alargando la a, pero suavemente). Podríamos decir, pues, que el significado de sandunga es un lamento profundo de alguien, pero sin provecho, forzando la traducción ideológica con la literaria”(Diario El Universal. 7 de junio de 1953 ).

 

También debe de colaborar a la confusión la opinión (malentendida) del tehuantepecano Raúl Ortiz Urquidi, publicada en su columna Pizarrón meses antes. Pero Urquidi escribe con cautela, sin aceptar la definición:

 

“Tampoco debe abandonarse en esa labor de investigación la traducción al zapoteco de la voz castellana Sandunga: SAA, música: NDU, honda profunda, y NGAA, esa: Esa música, honda, profunda. O más bien, la castellanización de esa tres voces zapotecas, del mismo modo que los españoles castellanizaron el Cuauhnáhuac de los aztecas por el Cuernavaca actual.” (Diario El Universal. Columna Pizarrón. 19 de abril de 1953).

 

Don Andrés Henestrosa también se ocupó de la palabra famosa. Dice en un artículo del libro Alacena de minucias:

 

“En el año de 1936, yo que no conozco de música pero que he oído mucha música, me atrevía a señalar el origen español de ‘La Sandunga’, como título y como melodía, porque en aquellos días muchos de mis amigos de Juchitán andaban queriendo establecer la estirpe zapoteca de la voz sandunga. Y creí bueno detener aquel alud de torpezas” (“La Sandunga sin arcanos”, en Alacena de minucias (1951-1961). Pag. 150).

 

“Escribirla con ‘z’ es un capricho quizás originado para acercarlo en lo posible a la lengua zapoteca, con la que nada tiene qué ver (“Origen y antigüedad de La Sandunga” en Alacena de minucias (1962-1969). Pag. 158).

 

Parece, pero no es

 

Para esa época ya se registraban las obras; entonces, La Zandunga que llegó a México debió tener un autor (cuyo nombre no iba a aparecer en el programa del que todos echan mano). Nadie investigó.

 

Y si la palabra tuvo origen zapoteco el creador de la misma (una persona de cultura superior a la media de ese entonces), debió explicarla en algún lado. Porque a fuerzas sería una palabra compuesta (como hojalata, agridulce, correveidile).

 

No pudo ser una palabra prehispánica, porque a nadie de esa etapa se le ocurriría decir sobre alguna pieza: “música, honda, profunda” (ni pensar en referirse a una mujer sensual); eso es un concepto occidental.

 

La música, para los pueblos precolombinos, tenía un sentido religioso y, si entendían la música como el supuesto significado de zandunga (música profunda), entonces toda su música sería considerada así, no distinguirían a una sola pieza con ese nombre. Por lo tanto, esa palabra sería común entre los zapotecas del virreinato. Pero no aparece por ninguna parte.

 

Si fue creación posterior, tuvo un autor específico. Decimos esto porque a la llegada del español, los pueblos de lo que sería América no habían alcanzado tal grado de cultura lingüística como para crear o traducir a su lengua los nuevos vocablos, utensilios o conceptos traídos de Europa, por lo que dieron nombres a muy poco de lo nuevo —de no ser así, hoy tendríamos una lengua formidable—. Por ello, sólo “zapotequizaban”; es decir, al igual que los españoles, como no podían pronunciar correctamente, alteraban la fonética: Cuauhnáhuac= Cuernavaca; Huitzilopochtli= Huichilobos; Oaxyacac= Guajaca.

 

Así también entre los zapotecas: Por eso hoy se dice, bladu en lugar de plato, bexhu es peso, aguyaá es aguja y Xha Vizende es San Vicente (y no como Orozco traduce: “lugar de San Vicente”).

 

Los actuales zapotecas, principalmente de Juchitán, quieren rescatar su lengua e intentan traducir lo contemporáneo: bichuuga li es teléfono y biaani’ zaahui es televisor.

 

Se hace la digresión anterior para señalar que si la palabra zandunga fue inventada, compuesta a propósito, debió ser especial su momento y no pudo pasar inadvertida esa invención, por lo menos no más de 80 años, que es cuando “aparece” su etimología (1850-1936).

 

Ahora, quienes defienden esa grafía y esas raíces deben explicar cómo aparece esa palabra zapoteca en España y viene a México o cómo se va de acá y luego regresa sin que nadie se dé cuenta y por qué no la consignan los primeros estudiosos del zapoteco.

 

Por cierto, a ninguno de los defensores de las presuntas raíces zapotecas se le ocurrió consultar las fuentes primarias, como el Vocabulario de fray Juan de Córdoba —años después, Henestrosa lo estudiará para hacer su discurso de aceptación como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (Los hispanismos en el idioma zapoteco (1964). Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Pp. 132-141 ).

 

Por ello, ndú es lamento o provecho; o profundo, pero no mucho (Ursulino); es acabado, hecho, completo o satisfacción (Orozco); (fiesta) perfecta o bajo la higuera (E. Matus); o raíz (W.C. Cruz). Es decir, la definición no tenía más límites que la imaginación y el conocimiento de la lengua de cada “etimólogo” regional.

 

Tantas disparatadas definiciones y desacuerdos de esas autoridades, debió demostrar que, en zapoteco, no tenía raíces sustentables sandunga.

 

Wilfrido C. Cruz desmiente

 

Si los que afirman que sandunga es zapoteca, leyeran a Wilfrido C. Cruz, nos ahorraríamos mucho tiempo. En su famoso libro Oaxaca Recóndita (1946), en el capítulo La Sandunga, lo aclara (las negritas, de don Wilfrido):

 

“Lamentable error el del señor Castellanos al asegurar que la palabra ‘sandunga’, en la lengua de Cervantes no tiene significado alguno […] quiere decir gracia, donaire, salero, ya se ha repetido hasta el cansancio. Ahora bien, si la primera sílaba de la voz ‘Sandunga” corresponde etimológicamente al prefijo ‘za’, que designa todo lo que caracteriza y distingue a los zapotecas, ¿qué significa ‘ndungáa’ en zapoteco o mixteco, según el autor de esta peregrina versión?

 

“El escritor no lo dice, sencillamente porque no conocía dichos idiomas nativos, pero nosotros, que creemos conocer uno de ellos, el zapoteco, con el testimonio de todas las personas enteradas de su estructura y de su alcance ideológico, podemos afirmar categóricamente que ndungá en dicha lengua no corresponde a ninguna idea y, por otra parte, de existir el vocablo en mixteco, ninguna relación tendría con el Son Sandunga típico del Istmo de Tehuantepec y no de la Mixteca.

 

“(…) Está bien que los poetas inventen cuentos y leyendas más o menos interpretativos del alma de nuestras razas, pero cuando se trata de averiguar el origen de un hecho, de responder ante la interrogación (…) de nuestra realidad, precisa refrenar el pegaso de la imaginación para no inventar explicaciones que no hacen sino estorbar más la búsqueda de la verdad.” (Cruz, Wilfrido C. Op cit. Pág. 309 ).

 

C. Cruz refuta: “La hipótesis lingüística de que ‘Sandunga’ viene de los términos zapotecos: saha, fiesta; ndú raíz; nga, demostrativo de ‘esa’, es igualmente infundada. Nadie ha dicho (…) ni entre los más viejos especímenes de la raza que hoy sobreviven, ni entre los presentes, zandungá, acentuado, que sería como aproximadamente debería pronunciarse el nombre del Son (…) de admitirse el supuesto filológico indicado (…). Ni el nombre ‘Sandunga’ procede etimológicamente de algún dialecto aborigen, ni la música ‘Sandunga’ es fruto del arte nativo autóctono”(Op. Cit. Pag.335).

 

C. Cruz también supone una etimología, que por complicada no anotamos aquí, pero don Wilfrido se acerca al decir: “La raíz debe proceder de sal”.

 

 

Insisten en la necedad

 

Todo lo que se escribió para aclarar que sandunga no significa más que: gracia, donaire, salero, no bastó, y en libros de autores posteriores se mantiene la pretensión de hacer zapoteco su origen que, en realidad, tiene raíces africanas y andaluzas.

 

Como Hugo de Grial, quien en 1965, guiándose por lo escrito por Ortiz Urquidi (a quien llama biógrafo de Máximo Ramón Ortiz, que no lo fue), retomó esa falsa definición y la apuntó (casi) igual en su libro:

 

“Sandunga es voz zapoteca, que se descompone así, en su significado equivalente en español: SAAA- música, NDU-honda o profunda y NGAA-esa: Esa música honda, profunda, según Ortiz Urquidi.” (De Grial, Hugo. Músicos Mexicanos. Pp. 269-273).

 

Por supuesto, es una mentira; Urquidi dijo: “tampoco debe abandonarse en esa labor de investigación la traducción al zapoteco de la voz castellana Sandunga”.

 

Hugo de Grial copia malamente: le pone tres aes a sáa. Afirma que la madre de Máximo era del barrio de “Santa Isabel”, que no existió, ni existe barrio así llamado en Tehuantepec. Urquidi dice: “Santa María” (la madre era Delfina Isabel).

 

Copia que Máximo “fue presidente municipal” cuando en esa época no existía esta figura jurídica (tampoco fue general). Llama “Méndez” a Gregorio Meléndez. Mañosamente De Grial no consigna la fuente de sus datos, que toma de la columna citada antes y, puritano, omite decir que Urquidi afirma que el padre de Máximo es un sacerdote.

 

El autor de Músicos Mexicanos confunde tiempos al hacer combatiente a Máximo en la guerra contra USA (1846-48) pero después de que Meléndez se levanta en armas (1850). De Grial mezcla esos datos con otros que toma de “Máximo Ramón Ortiz”, un artículo que publica el doctor Alberto Cajigas Langner en Excélsior (24 de marzo de 1953) y “La Sandunga, melodía nacional” de Genaro V. Vásquez, en Veraz (20 de junio de 1953).

 

No obstante, este libro es muy citado por posteriores investigadores, que repiten los errores. Si me extendí un poco, es porque la mayoría de estos equivocados datos aparecen en Wikipedia y en muchas páginas de Internet, esparciendo la confusión.

 

A esto colaboran alegremente otros, como Armando Fuentes Aguirre, el célebre “Catón”, cuyas columnas se publican en más de 150 diarios en el país. Él escribió:

 

Llega el viajero a Oaxaca, prodigio entre las nubes, y oye a una banda de pueblo tocar esa cadencia lánguida que se llama ‘La Zandunga’.

 

Escribe el viajero ‘zandunga’, así, con zeta, porque así escribía la palabra don Esteban Maqueo. Dice este sabio etimólogo que la voz viene del zapoteco, y sirve para nombrar el canto de dolor de un hijo por la madre muerta. También con zeta escribía la palabra el poeta chiapaneco Rodulfo Figueroa.

 

Escribió un soneto, ‘La Zandunga’, que termina con este hermosísimo terceto: ‘… La Zandunga tocad. Si no despierto / al quejoso rumor de esa armonía / ¡dejadme descansar, que estaré muerto’!”. (Fuentes Aguirre, Armando. Diario Reforma y otros. 13 de marzo de 2009).

 

Fuentes Aguirre peca de ignorante (ha visitado Oaxaca en más de una ocasión, pudo enterarse). Solamente leyó la famosa parte recortada, por eso llama “sabio etimólogo” a Maqueo, lo que no fue. Al sintetizar crea una ambigüedad: ¿quién escribió el soneto? Dada la cantidad de personas que leen al norteño, es irresponsable propalar esa falsa versión.

 

Sandunga: sal y pimienta

 

En 1884, en la página 956, la Real Academia Española incorpora a su diccionario la palabra sandunga: “f. fam. Gracia, donaire, salero”; y “sandunguero: que tiene sandunga”. Eso era todo. Como ha sido su costumbre durante siglos, no investigó el origen de la palabra. Tal vez porque el término no era de Madrid.

 

En la edición de 1889, los académicos ya arriesgan una posible etimología alemana, pero, con dudas, por lo que la inscriben con interrogación: “Sandunga. (¿Del al. Salzung, salazón?). F. fam. Gracia, donaire, salero”.

 

Para la edición de 1914, los académicos se arrepienten y le quitan la dudosa etimología, por lo que aparece igual que al principio. En 1927 le incorporan el significado que se la da en Chile: “Jarana, jolgorio, parranda”.

 

En 1936, le agregan que en Puerto Rico significa lo mismo que en Chile. En la edición de 1950 le quitan Puerto Rico. En 1956, se lo adicionan de nuevo. En 1970 le agregan a Colombia, que usa sandunga para lo mismo que en Puerto Rico y Chile, dicen.

 

En 1985, por fin se dan cuenta que en Extremadura se dice sandunga a “extraer piquitos de hilo de algodón en forma de zig zag, que se emplean para rematar algunas labores”. En 1989 le quitan lo de “salero”, dejando nomás, “gracia y donaire”, pero agregan que en México (Méj.) y Perú, también se usa la palabra para lo mismo que los otros países apuntados antes.

 

En 1992, en la última edición, algún otro académico quiso justificar su trabajo agregando que es de “Or.inc.”; es decir, de origen incierto. Agregan salero y le quitan a Perú la dicha de decir que usan sandunga para jarana y jolgorio, pues lo eliminan.

 

Esta es la historia de la palabra investigada por los académicos de la calle de Felipe IV en Madrid. No hay que quejarse mucho, pues en el siglo XIX Guillermo Prieto denunciaba que se escribieran sandeces sobre el español de México, como “Aguacate: fruta parecida a la palta, mantecosa e insípida por lo que se come con sal”. Un siglo después, en la edición de 1984 aún no le cambiaban y no es sino hasta 1992 que le agregan su origen indígena: “árbol de testículos”.

 

Sin embargo, no pudieron obviar el origen de sandunga. Si esta hubiera llegado de México (a España) lo hubieran consignado, tal vez sin su etimología, como en el ejemplo anterior. Pero hubiera aparecido algo así como: Sandunga. Mej. Dícese de la mujer de canto profundo que baila bajo la higuera.

 

La verdadera Sandunga: gitana

 

Los textos que he consultado, en general, coinciden en que la palabra sandunga aparece en Andalucía durante el siglo XVIII al mezclarse una voz africana (bantú) que designa pimienta (ndunga) con sal (sar) fonetizada a la manera andaluza; sardunga, luego sandunga.

 

Sal y pimienta, para señalar el garbo y la sensualidad de las gitanas. Lo más probable es que llegara primero a Cuba (donde se usa de más antiguo que en nuestro país) y luego a México.

 

El investigador español Miguel Ropero Nuñez afirma: “En mi opinión, sandunga es muy probablemente un préstamo del caló. De hecho, está registrado en los diccionarios gitanos (DG, ADC, VDJ; etc.). B. Dávila y B. Pérez (1943), en Apuntes del dialecto caló o gitano puro, recogen sandunga con el sentido de ‘donaire, gracia, garbo, gracejo’ como un término de origen caló, que se emplea en el ámbito de los gitanos andaluces y en el lenguaje del cante flamenco” (Ropero Núñez, Miguel. Tratamiento lexicográfico y sociolingüístico de los gitanismos en el español en el DRAE, en Sociolingüística Andaluza 15. Pag. 63).

 

Y del Congo en Dominicana

 

Por su parte, Roberto Guzmán, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, informa que “Don Fernando Ortiz en su ‘Glosario de afronegrismos’, publicado por primera vez en 1923, reclama para “sandunga” el origen africano.

 

“En el Congo la voz ‘ndunga’ es una clase de tambor o cierto instrumento musical. La voz sandunga se usó en Andalucía y luego en Cuba. En Angola ‘ndonga’ es la sal de ese país. Al final de sus explicaciones acerca de la voz sandunga, el autor citado antes asegura que la voz procede del Congo donde ‘ndungu’ es pimienta, picante” (Guzmán, Roberto. Pajuil. Pajuliar. www.academia.org. ).

 

Por otro lado, Luis Delgado Aparicio-Porta, para justificar ese origen negro y andaluz, en su trabajo La etnomusicología y el sabor, en el apartado “Hablo de la Sandunga”—obviamente se refiere a “su sandunga”, la antillana— escribe:

 

“Para terminar debo afirmar que fue Emile Fauré en ‘Les Trois Gouttes de Sang’ –París 1929 quien afirma: ‘que una sola gota de sangre de negro en un lago de sangre de blancos basta para darle el germen de las cadencias decisivas’. Esto es lo que yo llamo la ¡Metáfora del Café con Leche! Hablo de la Sandunga, ese mágico componente que señalo permanentemente y que no es sino la blanca “sa” o salero de Andalucía, en España, mientras que “Ndungue” es la prieta pimienta africana, que viene del criollo mestizo, y que al mezclarse lo europeo con lo africano y lo antillano se impregna en lo que nos dice Cheo Feliciano: ‘Soy el único negro que suda miel por los poros’” (Delgado Aparicio-Porta, Luis. “Hablo de la Sandunga”, en La etnomusicología y el sabor, en www.mambo-inn.com ).

 

Una estudiosa del teatro cubano, María Teresa Linares afirmó que el término ya existía en Cuba desde principios del 1800: “Vemos cómo desde principios del siglo XIX se conocían ya guarachas calificadas entonces por Esteban Pichardo como «canto y baile de la gentualla», las cuales se incorporaron al teatro bufo, mientras que el término era asumido por el léxico popular cubano. Otro término que se incorpora y que será usado hasta nuestros días es la palabra sandunga, como sinónimo de gracia criolla, que encontraremos copiosamente utilizada durante dos siglos, hasta la actualidad en que ha sido usada por Juan Formell en su guaracha Por encima del nivel. Algunas contradanzas, muchas de ellas con temas tomados de antiguas guarachas muy popularizadas, tienen señalados, como aire y tempo, «con sandunga» en lugar de allegretto con grazia, frase italiana que se usa en las obras musicales” (Linares, María Teresa. “La guaracha cubana, imagen del humor criollo”, en Sin milicutancia posible. Una mirada otra al teatro bufo cubano. Pag. 159.).

 

Antes de que se estrenara la hoy famosa pieza en México en 1850, encontré una advertencia que Santos López Pelegrín “Abenámar”, le hace a un empresario en 1839 en donde se menciona “sandunga”:

 

“Sepa el señor empresario de toros que el mérito de las corridas no está en la variedad, sino en que sean buenas; y le hago esta advertencia […] ya que las corridas de toros es lo único español que queda en España, no consentiré yo que impunemente sea empañada esta gloria ni aun en los carteles. Si otra vez tuviese el empresario que hacer un anuncio de esta clase, venga a mí, que yo se lo pondré de balde y tan español y tan torero, que chorree sandunga. (11-04-1839)” (Forneas Fernández, María Celia. Investigar el periodismo taurino, en la revista Estudios sobre el Mensaje Periodístico no 14. 2008. Pág. 399).

 

No caben acá tantos ejemplos que no dejan lugar a duda de que “sandunga” es de origen gitano-español y de que se usaba antes de conocerse la pieza; en la Península abundan. También he hallado rastros de antiguas cuecas en Chile y Uruguay, en canciones muy viejas de Cuba y en otras partes de América.

 

La sensualidad… fundamental

 

Hay un libro, cuya primera edición, en Sevilla, data de 1882. Es Cantos populares españoles, de Francisco Rodríguez Marín (en esta obra contabilicé cerca de una docena de versos con la palabra “sandunga” en diferentes cantos).

 

Ahí, Antonio Machado Álvarez (padre del poeta, más famoso por Serrat), en el post-escriptum, apunta la definición del deseo del andaluz, refiriéndose a las mujeres de Andalucía, donde la delgadez de la cintura en muy apreciada, pero “más aún el garbo”:

 

“Hay, sin embargo, un distintivo especial de las mujeres nacidas en esta bendita tierra (…) nos referimos a la gracia, al salero, a la sandunga, a eso que se celebra con el clásico ¡olé! (…) Esta es la verdadera nota del pueblo andaluz (…) con sandunga, todo lo perdona, sin ella, Venus de Milo andando por las calles le tiene sin cuidado”. (“Demófilo” (Antonio Machado Álvarez), en Cantos populares españoles. Francisco Álvarez y Cía. Editores. Sevilla, España. 1882. Pag. 227).

 

Eso lo captó Cuba y el Istmo de Tehuantepec. Un ejemplo: el poeta cubano Emilio Ballagas publicó en la Revista Avance en La Habana en 1929 (luego aparecerá en Cuaderno de poesía negra. Santa Clara. Cuba. 1934) un poema sobre una negra que tenía “sandunga”, donde se percibe la gracia y sensualidad de María Belén al caminar:

 

Elegía de María Belén Chacón

 

María Belén, María Belén, María Belén.

 

María Belén Chacón, María Belén Chacón, María Belén Chacón,

 

con tus nalgas en vaivén,

 

de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.

 

En el cielo de la rumba,

 

ya nunca habrá de alumbrar,

 

tu constelación de curvas.

 

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

 

María Belén Chacón, María Belén Chacón…

 

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

 

Ni fue ladrido ni uña,

 

ni fue uña ni fue daño.

 

¡La plancha, de madrugada, fue quien te quemó el pulmón!

 

María Belén Chacón, María Belén Chacón…

 

Y luego, por la mañana,

 

con la ropa, en la canasta,

 

se llevaron tu sandunga,

 

tu sandunga y tu pulmón.

 

¡Que no baile nadie ahora!

 

¡Que no le arranque más pulgas

 

el negro Andrés a su tres!

 

Y los chinos, que arman tánganas adentro de las maracas,

 

hagan un poco de paz.

 

Besar la cruz de las claves.

 

(¡Líbranos de todo mal, Virgen de la Caridá!)

 

Ya no veré mis instintos

 

en los espejos redondos y alegres de tus dos nalgas.

 

Tu constelación de curvas

 

ya no alumbrará jamás el cielo de la sandunga.

 

María Belén Chacón, María Belén Chacón.

 

María Belén, María Belén:

 

con tus nalgas en vaivén,

 

de Camagüey a Santiago…

 

De Santiago a Camagüey.

 

***

 

Bibliografía

 

Álvarez y Álvarez de la Cadena, Luis (comp.). México: leyendas y costumbres, trajes y danzas. Edit. Layac. México. 1945.

 

Ballagas, Emilio. Obra poética . La Habana. Cuba. Ed. Letras Cubanas, 1984.

 

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Cruz, Wilfrido C. Oaxaca recóndita. razas, idiomas, costumbres, leyendas y tradiciones del estado de Oaxaca. Ed. Comité Organizador del CDL Aniversario de la Ciudad de Oaxaca, 1946.

 

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Grial, Hugo de. Músicos Mexicanos. Ed. Diana. México. 1965.

 

Guzmán, Roberto. Pajuil. Pajuliar. www.academia.org.

 

Henestrosa, Andrés. Alacena de minucias (1951-1961). Ed. Miguel Ángel Porrúa. México. 2007.

 

Henestrosa , Andrés. Alacena de minucias (1962-1969). Ed. Miguel Ángel Porrúa-LXI Legislatura. Cámara de diputados. México. 2011.

 

Henestrosa, Andrés. Los hispanismos en el idioma zapoteco (1964). Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Academia Mexicana. 1965.

 

Lázaro, José (dir). La España moderna. Casa editorial “La España Moderna”. Madrid. 1913.

 

Leal, Rine, et al. Sin milicutancia posible. Una mirada otra al teatro bufo cubano. Editorial Letras Cubanas. La Habana, Cuba. 2008.

 

Orozco, Gilberto. Tradiciones y leyendas del istmo de Tehuantepec. Ed. Revista Musical Mexicana. México. 1946.

 

Real Academia Española. Diccionario. Ediciones 1884, 1889, 1914, 1927,1936, 1950, 1970, 1985 y 1992.

 

Ríos Villalobos, Miguel. Tehuantepec. Historia, Tradicióm y Leyenda (Edición de autor. México D.F. 1948).

 

Rodríguez Marín, Francisco. Cantos populares españoles. Francisco Álvarez y Cía. Editores. Sevilla, España. 1882.

 

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