El papel de las universidades está a debate. Algunas lo entienden y andan en medio de productivas discusiones.
El modelo que han desarrollado tiene que ser transformado. Hay un pasado virtuoso, pero hoy no está respondiendo a las demandas, desarrollo y en particular a la búsqueda de mejores condiciones de vida y evolución ciudadana en un país con tantas adversidades.
El conocimiento debe tener como uno de sus objetivos la transformación de la realidad, como se decía en la UAM-X, “la realidad está a la vuelta de la esquina”.
Lo que no puede cambiar es el espíritu crítico, que es una de sus razones de ser y definirse. Es lo que le permite a la sociedad tener un termómetro, un diagnóstico y perspectiva desde el conocimiento y la investigación para que la realidad sea transformada.
Lo que tampoco se debe perder de vista es la calidad académica. Inquieta que el Gobierno proponga la creación de un buen número de universidades y que éstas, entendiendo la importancia de aumentar al máximo la matrícula entre los jóvenes, vayan a carecer de rigurosidad educativa y académica.
Bajo esta perspectiva hay que hacer un diagnóstico y evaluación sobre la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, más allá de filias y fobias. Es importante saber qué ha pasado con sus egresados y, sobre todo, evaluar, como se hace con todas las universidades, su dinámica interna en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La UACM está siendo vista en este momento como un referente para la creación de más universidades.
Destaquemos algunas de las muchas vertientes que tiene el tema, que merecen atención y seguimiento. Sin negar la importancia que tiene que puedan acceder el mayor número de jóvenes a la educación superior, habrá que identificar que no todos están hechos para ser universitarios.
Cursar una carrera no hace al joven ni más ni menos capaz, al final es su opción de vida. Las instituciones educativas están obligadas a garantizar un desarrollo escolar que permita a los egresados insertarse en el mercado de trabajo con una preparación intensa que lleve a que, eventualmente ese mercado de trabajo, sea transformado con las herramientas que adquieren los jóvenes en las universidades.
La principal obligación está al interior de las instituciones de educación superior. Mientras no se lleve a cabo una revisión sistemática bajo la cual deberían estar dichas instituciones, se seguirán repitiendo modelos que en muchos casos no permiten la transformación profunda del país, además de que no están respondiendo a enfrentar los entornos. El conocimiento es el nombre del juego y, quien accede a él, lleva mano en todos los sentidos.
Otra de las grandes cuestiones es qué tanta conciencia y convicción existen en los gobiernos sobre las universidades. Qué tan dispuestos están a invertir entendiendo que lo que se hace en las universidades no tiene un efecto inmediato y que en ellas hay una conciencia crítica.
No sólo se trata de que los gobiernos cumplan con su obligación presupuestal, se trata de que las tomen en cuenta en función de lo que se hace en ellas. Parece que lo que importa a los gobernantes es sólo evitar problemas estudiantiles o laborales.
Muchas universidades se han burocratizado atendiendo asuntos administrativos apagando fuegos internos. También han caído en vicios en que los maestros entran en dinámicas poco alentadoras en función del entorno.
Es impresionante la investigación y el conocimiento que se produce cotidianamente en diversas universidades públicas. Da la impresión de que no tienen la más pálida idea de lo que se produce en ellas.
Las universidades tienen que hacer su parte, pero si en los gobiernos no se entiende su función y su espíritu crítico, seguiremos en las mismas.
RESQUICIOS.
Hace no mucho el TLC era repudiado por quienes gobiernan, pero hoy andan de fiesta. Como sea, no hay duda que el T-MEC nos viene muy bien y más en función de un largo año de complicaciones y torpezas económicas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 17 de enero de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.