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viernes 20 septiembre 2024

México macho

por Luciano Pascoe

Después de dos años de estar separado, decidí que era el momento de iniciar el proceso legal para finiquitar mi entonces matrimonio. Mi ahora ex esposa y yo teníamos ya un buen acuerdo económico y distribución de bienes, e incluso ya estaba en plena operación el acuerdo, la pensión y las responsabilidades compartidas. Tema muy importante de atender con atención, sobre todo cuando hay hijos entre los dos que se divorcian.


Pregunté a un buen amigo sobre algún abogado que manejara estos casos. Me dio los datos de un abogado muy exitoso y eficiente para divorcios, según su dicho. Llegué a una linda casa en la Roma Norte, decorada con libros, muebles de piel, esculturas, todo el ambiente que uno supondría que tiene un abogado de abolengo.


Pasé a ver al licenciado. Rápidamente tomó mis datos genéricos y me dijo si era sobre un divorcio. Le dije que sí. Bien, contestó, no se preocupe, me aseguraré de que usted se quede con todo y no tenga más responsabilidades que las básicas. Me quedé un cuanto estupefacto ante su postura, que no era la mía. Le aseguré que no quería quedarme con todo y que ya teníamos un acuerdo económico y de distribución de los pocos bienes muy bien armado, que sólo quería su apoyo para llevarlo a buen puerto.


Me miró y dijo con voz grave: no se equivoque. Quítele todo, quédese con todo y así lo que usted decida darle será por generosidad suya no por triunfo de ella. Ése fue su gran consejo. Quítele todo.


Su reflexión básica era que yo tuviese todo el poder y que entonces mi acuerdo fuera sólo en la medida en la que mi generosidad y ánimo lo permitiera. No un esquema justo, sino uno controlado.


Le agradecí su tiempo y me retiré disparado. Y sobre todo alterado. Un hombre que va a divorciarse con todo pactado saludablemente con su ex pareja recibe el consejo de quedarse con todo, mantener el control, y ejercerlo. Violencia económica pura.


Recordé esta anécdota de mi vida al ver al gran juez de las izquierdas y las causas progresistas caer presa de sí mismo, de su historia, de su cultura y de su miseria.


Góngora Pimentel, prócer del lopez-obradorismo, pero también de muchas causas liberales, decidió llevar hasta sus últimas consecuencias un juicio contra la madre de sus hijos bajo una premisa básica: ella no hizo lo que él le dijo.


La señora no obedeció. Ni en cuanto a su vida profesional, al renunciar sin su autorización, ni en cuanto a una propiedad que él le dijo que comprara y ella la puso a su nombre.


Para pronto la señora fue una desobediente y el hombre que fue el juez más poderoso del país y del que pendió la justicia nacional por algunos años, decidió que la dama debía de pagar sus faltas y desobediencias. Acto seguido la mandó a la cárcel, sin importarle que tienen dos hijos con algún nivel de autismo y que dependen de su madre —no de él— para tener condiciones propicias de desarrollo.


El caso de don Genaro nos regresa sin piedad a ese México macho, ese país que culturalmente aplasta a las mujeres que no se someten a los dichos de sus señores y no responden prestas a sus instrucciones y deseos.


Es un claro ejemplo que aún las cabezas que se asumen liberales están atrapadas en una cultura espeluznante y retrógrada, en la que aún se oye: ‘como no la iban a violar si salía vestida así a la calle’, una cultura que penaliza a las mujeres que buscan su felicidad fuera de una relación formal. Vivimos en un país —y tal vez mundo— en el que nos parece normal regatear apoyos pensionarios, en el que los hombres divorciados se refieren a los bienes que les dejaron a sus ex parejas como suyos ‘y mira a la infeliz con su novio durmiendo en mi casa’.


La realidad es que nuestra sociedad sigue penalizando a las mujeres por no ser lo que deben, lo que deseamos.


Al final, Góngora Pimentel mandó una carta en la que se dice arrepentido de su proceder y que quiere que la madre de sus hijos se reincorpore con ellos en cuanto salga de la cárcel. Cárcel donde él la metió, y no sugiere desistirse, que sería la ruta sencilla para liberarla. Tampoco sugiere que él quiere encargarse de sus hijos, o jugar un papel protagónico en su cuidado.


En su disculpa don Góngora sólo confirma su pensamiento medieval y su pertenencia al machismo nacional.


Cajón de sastre: Este domingo súmese al programa ‘Limpiemos México’ de Fundación Azteca y sígalo por Proyecto 40. Un ejercicio de construcción de conciencia sobre nuestro ambiente, nuestro entorno y nuestra escasa cultura para recoger y dividir basura.



Este artículo fue publicado en La Razón el 14 de Diciembre de 2015, agradecemos a Luciano Pascoe su autorización para publicarlo en nuestra página

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