Ya son 222 años de existencia y la homeopatía pervive hasta nuestros días sin evidencias científicas que prueben su eficacia. En contraparte, investigaciones de equipos multidisciplinarios de universidades prestigiadas han demostrado fraudes en su nombre, por ejemplo el de un nobel que comprometió su reputación para darle nuevos aires a esa “alternativa médica”.
En Europa, este mercado que factura alrededor de 60 millones de euros al año ya ha recibido golpes demoledores. Por ejemplo, en Reino Unido, durante julio de 2017, el Sistema Nacional de Salud incluyó a la homeopatía en un listado de tratamientos no autorizados en el sistema estatal con base en “la falta de evidencia robusta sobre su efectividad clínica“. Pero en estos lares, la Secretaría de Salud (SS) mantiene en el bagaje de su atención a la salud al Hospital Nacional Homeopático (HNH), el más grande de América Latina, fundado el 15 de julio de 1893, el cual brinda más de 37 mil consultas al año. También el Instituto Politécnico Nacional (IPN) continúa ofreciendo, dentro de su oferta académica, la carrera de Médico Cirujano y Homeópata.
“Negar a la homeopatía es como decir que mañana no va a amanecer”, declaró a BBC Mundo el 8 de febrero de 2016, el doctor Francisco Navarro, director general de Coordinación de Hospitales Federales de Referencia de la SS. No obstante, él mismo reconoció, a más de 100 años de fundado dicho hospital, que se “necesita trabajar para crear la evidencia científica de que la medicina homeopática tiene resultados, porque una cosa es el anecdotario, y otra un soporte científico”.
Pero ese soporte no se ha publicado, hasta el momento, en las páginas de Internet de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía (ENMH) del IPN ni en las del HNH, que fue reinaugurado por Enrique Peña Nieto en 2014, después de una renovación que costó 761 millones de pesos.
Los Hospitales Federales de Referencia, conjunto al que pertenece el HNH, además de prestar servicios de atención médica general y especializada, y de capacitar y formar recursos humanos calificados, participan “en actividades de investigación para la salud. En estas tres áreas los Hospitales han destacado y han marcado la pauta de la atención a la salud y de la calidad académica en México”, tal como se lee en la página de la SS.
Un análisis de la Secretaría de Hacienda informa que en 2017, por ejemplo, el Hospital General Manuel Gea González publicó 95 artículos científicos en revistas indexadas; el Hospital General de México, 57, y el Hospital Nacional Homeopático, ninguno. Sin embargo, su Centro de Enseñanza e Investigación aplicada tuvo en 2015 un presupuesto asignado de más de 30 millones de pesos, como puede observarse en uno de los informes de la Secretaría de Hacienda.
El número de personas atendidas es mucho más bajo en comparación con los demás. La mayoría de los pacientes se concentran en las áreas de medicina tradicional, imagenología, estudios radiográficos tradicionales y urgencias. Con base en datos de la misma Secretaría de Hacienda, respecto a los demás hospitales e Institutos de la Secretaría de Salud, el Homeopático es el que más bajo egreso hospitalario tuvo, pues esperaba, en 2016, mil 794 egresos y sólo fueron 97.
Esas carencias también se perciben en la sección de investigación de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del IPN, que tiene un largo listado de funciones, se menciona recurrentemente a comités de bioética y al método científico, pero no se hallaron líneas de investigación ni artículos publicados en revistas arbitradas de prestigio.
La ENMH tiene a énosi, una revista electrónica de difusión que, en el 2017, asienta en sus páginas que la homeopatía no es otra forma de medicina y sí una terapéutica. Más allá de las distinciones semánticas, en el fondo y la forma subyace un hecho irrefutable: toda terapéutica requiere también de estudios basados en el método científico que avalen su prescripción en seres humanos.
La terapéutica científica o terapéutica racional surgió del acercamiento de la medicina y las ciencias a partir de la antigua Grecia. “Poco a poco, la medicina europea fue abandonando el frágil terreno de los empíricos y el incierto sustento de lo mágico, de lo espiritual o lo divino para establecerse como una disciplina con fundamento en la observación sistemática, en la experimentación y en la evidencia”, tal como señala el doctor Alberto Gómez, de la Asociación Colombiana de Infectología.
Pero lo mágico y espiritual prevalece en el fondo y la forma de la homeopatía. En el artículo “Curando la faringoamigdalitois con homeopatía”, publicado en el segundo número de la revista énosi, se presenta al tratamiento homeopático como una alternativa viable frente a la terapia con antibióticos.
Sus autores no citan ningún estudio serio o artículo científico que los respalde, y se limitan a enumerar un listado de sustancias, así como sus efectos. Subrayan que “a pesar de que la homeopatía se encuentre en un punto muy debatible en México… existe una gran variedad de medicamentos homeopáticos que pueden ser utilizados en el tratamiento de la faringoamigdalitis obteniendo resultados prontos y duraderos”.
En el mismo número de esa publicación electrónica, se habla del Psorinum, medicamento homeopático que se obtiene de las vesículas de sarna, usado en pacientes con prurito físico y espiritual (sic).
Similia similibus curentur
En un mundo de pánico, aglomeraciones, ratas, hambre y supercherías, caldo de cultivo de millones de muertes, entró en la historia hace más de 200 años Samuel Hahnemann y con él, la homeopatía. Entender el contexto en el que ésta nació es fundamental para comprender su éxito.
Antes de que se probara la existencia de microorganismos vivos y que naciera la microbiología médica, prevalecía la idea de que las enfermedades infecciosas se debían a efluvios, miasmas o gases de pantanos que infectaban el aire y provocaban enfermedades contagiosas.
Pero gracias al Omne vivum ex vivo, toda vida sale de vida, o la ley de la biogénesis, Pasteur dio un viraje definitivo a la ciencia médica.
En el siglo XVIII, además de creencias en efluvios, salud y enfermedad dependían de humores que integraban el cuerpo: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema.
Entre personas de cierto estatus, los malos humores se erradicaban mediante purgas, sangrías, lavativas o emplastos de mercurio o cromo. La mayoría de la población no podía pagar esos horrores y se refugiaba en los barberos que lo mismo cortaban el pelo, sacaban muelas o hacían cirugías.
Es entonces cuando Hanemmann se topa con el libro Materia médica y después de experimentar con él mismo sugiere el principio similia similibus curentur –los semejantes curan a los semejantes–. Su teoría se propagó y con ella el nuevo estilo de medicar burbujas azucaradas que, frente a espantables métodos curativos, cobraron popularidad.
Pedro Miramontes, del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Sonora explicó en 2006 que la homeopatía tiene cuatro postulados: 1) Ley de la similitud, 2) experimentación pura, 3) reglas de curación y 4) dosis infinitesimal y medicamento único.
“El primer punto afirma que en la naturaleza no existe nada que pueda dañar y que, a la vez, no pueda curar, pero exclusivamente aquello que la misma sustancia causó. La experimentación pura señala la imposibilidad de determinar con certeza –a priori– el efecto de un medicamento sobre una persona enferma”, por ello se debe experimentar solo en individuos sanos. El tercer punto señala que la curación se efectúa de adentro hacia afuera, desde el plano mental hacia mucosas y piel.
El cuarto rubro –dosis infinitesimales y medicamento único–, núcleo de la homeopatía, “es el más difundido y el peor entendido”. Para que las sustancias homeopáticas puedan actuar en el organismo, requieren una preparación especial; así, deben hacerse diluciones sucesivas.
Se emplea la letra X, el número diez en romano, para representar la dilución a la que se llega después de mezclar una parte del original en nueve de agua. Una dilución 6X quiere decir que se procesó seis veces y que consecuentemente queda una parte del material original entre un millón de partes de la dilución final. Una dilución 30X quiere decir que la parte original es una entre uno seguido de treinta ceros.
La segunda parte del proceso de dinamización de los remedios homeopáticos consiste en agitar la mezcla después de cada paso de dilución… Con el líquido resultante se impregnan unos glóbulos de azúcar y es ésta la presentación que recibe el paciente.
Miramontes explica que, en resumen “después de una dilución 30X, existe una molécula del compuesto original en una esfera que tiene un radio semejante a la distancia del Sol a Venus. Si de ahí sacamos una gota para mojar los chochitos de azúcar, es absolutamente seguro que no habrá ninguna molécula del compuesto original. Entonces, si no queda una sola molécula de la sustancia original en mis chochitos de azúcar ¿qué es lo que cura de la homeopatía, si es que cura?”.

Se ha intentado dar varias explicaciones, por ejemplo la de Peter Morrell, quien dijo que la homeopatía se basa en el élan vital o fuerza vital a la que definía como “una nada. Una entidad invisible e intangible que manipula la sustancia del cuerpo y produce el fenómeno que llamamos vida… es la fuerza vital y organizadora de las moléculas, es aquel agente que se encuentra en un organismo vivo y claramente ausente en un cadáver”.
Bertrand Rusell dijo de forma por demás ingeniosa que el élan vital explica tanto del fenómeno de la vida como el élan locomotrice lo hace del funcionamiento de una locomotora.
También se intentaron explicaciones basadas en experimentos realizados por equipos multidisciplinarios, insatisfechos con el élan vital. En 1988, el inmunólogo francés Jacques Benveniste fue el autor principal de un artículo con supuestas bases científicas que probaba los fundamentos de la homeopatía. Incluso fue publicado en la célebre revista Nature con el nombre de: “Human basophil degranulation triggered by very dilute antiserum against IgE”.
En resumen, ahí se afirmaba que se había activado la liberación de sustancias de leucocitos basófilos cuando lo exponían a dosis extremadamente diluidas de anticuerpos. El 30 de junio de ese mismo año, el periódico Le Monde, entre otros que dieron un gran cobertura mediática, difundió con fanfarrias “un descubrimiento francés que podría trastornar los fundamentos de la física: la memoria del agua”.
Benveniste decía: “es como si usted metiera las llaves de su carro en el río Sena y luego descubre que si toma agua de la desembocadura –a unos 400 kilómetros– ¡ésta tiene la información suficiente para echar a andar su carro!”.
Varios laboratorios independientes no pudieron reproducir los resultados, por lo que Sir John Ryden Maddox, el editor en jefe de Nature pidió a Benveniste y su equipo que repitieran su experimento frente a él, y varios expertos en desenmascarar fraudes científicos. Los resultados fueron negativos y Nature retiró el artículo.
Posteriormente, la Agencia de Proyectos de Investigación avanzada de EU, con un equipo multidisciplinario de prestigiados investigadores, colocó una lápida sobre la memoria del agua. El reporte final fue publicado en 2006, en la revista The FASEB Journal, con el título “Can especific biological signals be digitalized?”.
Luc Montagnier, el virólogo francés que obtuvo el premio Nobel de Medicina en 2008 por descubrir el virus del SIDA (VIH), en 2010 emigró a la investigación en homeopatía con la dilución de moléculas de ADN vírico en agua.
Sobre este reciente intento por dignificar a la homeopatía, el doctor Steven Novella, profesor titular de neurología en la Universidad de Yale, dijo que al homeópata moderno le gustaría recubrirse a sí mismo con la respetabilidad de la ciencia.
“Luc Montagnier ha dado un impulso a las esperanzas en la ´memoria del agua´ de los homeópatas al publicar una serie de experimentos en los que afirma que el ADN altamente diluido en agua puede generar señales de radio. Sin embargo, el diseño de su estudio está descuidado hasta el ridículo”, explicó Novella.
El premio Nobel usó un tosco dispositivo de detección de señales conectado a un ordenador que generó resultados sin valor. “Sus estudios no probaron nada, no han sido replicados pero esto no ha detenido a los homeópatas a la hora de apropiarse de su trabajo para plantear sus reivindicaciones”.
Lo que sí es concluyente en el ámbito de la ciencia es que el agua no tiene memoria. De hecho, se caracteriza por ser extremadamente eficiente en no tener memoria.
Pero, como si estos fraudes científicos no hubiesen sido descubiertos, el doctor Vicente Rosas Landa Lechuga de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del IPN publicó apenas en 2016 Las bases de la homeopatía médica, donde afirma que su obra fue escrita en un momento histórico crucial porque las nuevas aportaciones de la memoria del agua, la física cuántica y las contribuciones del científico Luc Montagnier, permitieron que se vislumbre a la homeopatía como la “medicina del futuro”, cuando no lo ha sido hace 200 años ni ahora.
Tal vez ello dé visos sobre cómo se sostiene al pensamiento mágico de la homeopatía incrustado en el sector salud y en una de las instituciones señeras de enseñanza e investigación en México.