jueves 14 noviembre 2024

Vacíos y gazapos informativos

por Fedro Carlos Guillén

Sistemáticamente etcétera, revista a la que considero mi segundo hogar, ha dado cuenta de pifias, imbecilidades y abusos mediáticos. Sin embargo y con la persistencia de un cangrejo, los medios y los funcionarios se siguen comportando como los hermanos Marx en Una noche en la Ópera reiterando muestras de imbecilidad que asustarían de no ser un pan cotidiano con el que desayunamos los que tenemos la perversa costumbre de seguir periódicos y noticieros.

Dos son los casos de coyuntura en este mes que se han desgranado y la enorme paradoja es que en uno de ellos el desastre se manifestó por la falta de información y en el segundo por exceso de la misma.

Diego Fernández de Cevallos desapareció, eso es todo lo que sabíamos, de inmediato iniciaron versiones delirantes que en muchos casos se basaban en hipótesis como las que maneja Jaime Maussan nomás que sin enanitos verdes. Lo anterior es normal, los mexicanos somos una raza a la que le da por la “opinadera” y lo de menos es si esas opiniones tienen fundamento alguno. Sin embargo, es moneda corriente que las partes emitan comunicados de acuerdo a sus intereses y no a la información con la que se cuenta. Calderón, por ejemplo, descartó un secuestro de activistas, ¿con qué bases? Ninguna que sea pública. En este caso se trataba de mostrar una imagen de estabilidad que me recuerda al capitán de un barco que se hunde mientras él dice “todo está bien”. Lo siguiente fue el silencio informativo de Televisa bajo el sorprendente argumento del “respeto”.

Dios, ¿respeto? Los que tenemos más de cuatro años y no somos imbéciles hemos sido testigos del tratamiento sistemático y amarillo de muchos temas por parte de la empresa. Recordemos, por ejemplo, las comparaciones que en la red se presentaron acerca del manejo de temas como el terremoto de Haití, donde algunos medios, principalmente europeos, documentaban la restauración mientras Televisa se concentraba en la catástrofe. Lo único que me parece una enorme falta de respeto es la barra entera del Canal de las Estrellas, con el Compayito incluido.

El segundo tema es el caso de la niña Paulette, un monumento a la forma en la que no se debe abordar un tema público. El Procurador Bazbaz, sin que nadie se lo pidiera, aventuró una hipótesis de homicidio, ése es el preciso momento en que todo se fue al carajo. Para cualquiera que no sea imbécil (otra vez) resulta claro que la declaración correcta es “esperaremos los resultados de los informes”. Por supuesto, cuando estos llegan y no corres-ponden con la especulación original se genera una nube de suspicacia (los mexicanos también somos suspicaces y amigos de las teorías de complot) que nadie podrá erradicar en muchos años.

Todo esto se adereza y agrava con el cada vez más cuestionado papel de las redes sociales en el uso de la información. Hace días, Excélsior cometió la pifia de dar una nota diciendo que AMLO había confundido a Carlos Santana (el rockero) con Antonio López de Santa Anna (el dictador), la fuente era seria y varios lo tomamos como una verdad atendible, después de todo los políticos nos han acostumbrado a estas perlas. Para la noche una grabación demostraba que la información era falsa, pero ya había corrido muchas burlas y pitorreos. El director de Excélsior, Pascal Beltrán, hizo lo correcto: ofrecer una disculpa pero el daño ya estaba hecho. Fue notable el nivel de encono provocado entre los detractores y seguidores de AMLO y todo por información que no tenía confirmación alguna en uno de los medios de mayor prestigio nacional.

Trascender agendas e intereses, dar la información de manera oportuna y basada en evidencias y cotejar la nota, son tres retos que los medios y los funcionarios tienen por delante y que parecen no advertir día con día, de otra manera se me ocurre que empezaré a crear notas como: “Balean a comando de pingu%u0308inos en la Colonia Escandón” y seguramente alguien con la ingenuidad suficiente la dará por buena, iniciando de esta manera una bola de nieve que deberíamos aprender a evitar.

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