Quién sabe cuál sea la magnitud y la fortaleza del pasado que hemos construido en materia de telecomunicaciones y radiodifusión que ahora, en todos los órdenes, son huella imperante de vestigios, restos fósiles, si es que de veras el tránsito a la modernidad implica aprovechar el desarrollo tecnológico, ampliar la oferta de servicios y contenidos, así como impulsar la competencia y con ello el desarrollo económico en este sector que es, no obstante, uno de los más dinámicos en el país.
En México, aquellas industrias contienen señales del pasado que son vigentes. Ejemplos de ello, entre otros, son la presencia de los monopolios tanto en la telefonía móvil y fija como en la televisión abierta y de paga; los llamados medios públicos que, en realidad, no tienen ni ese resguardo legal ni un funcionamiento que participe de una más amplia oferta respecto de la que hacen las empresas de comunicación privadas; también están las radios comunitarias confinadas a la esfera marginal aunque su función social sea incuestionable.
Creemos que en 2012 los temas señalados serán materia de análisis y, esperamos también, de resoluciones, incluso aunque hasta ahora el gobierno federal, los órganos reguladores y las instancias legisladoras no hayan mostrado visión de Estado para llevar a cabo la ruta de reformas que se necesitan. Y es que las tensiones que hay entre los actores principales del ramo muestran que la anquilosada estructura de telecomunicaciones y radiodifusión ya no da para más.
En etcétera buscamos contribuir con el estudio de esos asuntos y ofrecer propuestas a la discusión, al mismo tiempo que abrir espacio para procesarla. Con tal motivación publicamos el ensayo de un experto que, con datos en la mano y revisando lo que sucede en otros países, busca delimitar coordenadas sobre las que, en nuestro país, podría resolverse una televisión pública moderna. Como sostiene José Luis Peralta Higuera, comisionado de la Cofetel, para cristalizar tal aspiración debemos aprovechar los avances tecnológicos además de que, a través de los contenidos, se consolide como espacio alternativo. En esa ruta de análisis, en este caso mediante la investigación periodística, también registramos varias irregularidades, que se suman a las que antes hemos señalado en la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, Notimex. Además, mediante el enfoque de las aristas que acompañan a esfuerzos de comunicación distintos a los privados, sometemos a su parecer la revaloración que, sobre las emisoras comunitarias, nos propone Daniel Iván en su respectiva columna.
Pensamos que debemos tener amplitud de miras y estudiar las experiencias en otras lugares del mundo donde, por ejemplo, las economías creativas se están desplegando con inusitada rapidez; de ahí la importancia del texto de Maria Cristina Rosas, y de la entrevista que Ariel Ruiz hace a Frédéric Martel para repasar algunos elementos de la llamada “Guerra Cultural” y que supone el intento de diversos bandos por obtener dominio y rentabilidad en amplios territorios a través del soft power (poder suave), que significa la influencia obtenida a través de la introducción de valores e ideas en las sociedades actuales.
Nada de esto forma parte de entelequias o campos de análisis abstractos, al contrario. Entre otras múltiples muestras de ello se encuentra el papel de los medios de comunicación en los procesos electorales. De ahí que con el reporte de Claudia Benassini iniciemos la revisión de los contenidos informativos y editoriales en el contexto de las campañas electorales, situados en la base de que el registro noticioso y de las opiniones que haya en los medios sobre las ofertas políticas de ninguna manera atentan contra la libertad de expresión. Es decir, nuestro punto de vista va en sentido contrario a la opinión que imperó en el IFE para encargar su monitoreo de medios a la UNAM. Y a propósito de las campañas electorales, este mes comenzamos a pasar revista a las estrategias de cada oferta partidaria con los artículos de Rubén Aguilar así como con otros expertos más. Varios de ellos, por cierto, centrarán su atención en lo que ahora pasa en las redes sociales, en particular en Twitter y Facebook, porque sin duda tienen una enorme relevancia en el despliegue de las actividades proselitistas de precandidatos y candidatos.
En la vida cotidiana, los temas se entrelazan tanto que incluso agobian. Por eso aquí, en la versión impresa y en el portal, intentaremos organizarlos y así abordarlos mediante el dato preciso y el rigor analítico que usted conoce. Lo haremos, como siempre, deslindándonos de las posturas tajantes que descalifican en vez de construir, o de los juegos maniqueos que, aún siendo redituables en el mercado de la militancia, nada tienen que ver con este proyecto editorial; son esos otros vestigios que hay que dejar atrás, para mirar al futuro.