Vivimos en un tiempo de cambios acelerados, tiempos en los cuales, aunque la sociedad se mueve, difiere o cambia en sus formas estructurales, el sujeto se mantiene dentro de una ideología inmutable que permea en la década. Mucho se puede decir de esta ideología y de su carácter totalizante, desde la concepción de una falsa conciencia, el ocultamiento de intereses propios de un grupo social, hasta la ideología que se reproduce y sustenta a ella misma dentro de la sociedad. La ideología no sólo se reproduce por las estructuras que operan dentro de ésta, se halla tan interiorizada en el goce del individuo que es la manera en que se relaciona con su medio. La permanencia de las piezas artísticas en el tiempo está dada por su capacidad de ser reflejo de la realidad social, se plasman en ellas los matices de la ideología que se expresan en un momento histórico preciso, son la mirada del ser sublime y artístico que se mueve en el devenir de su ser histórico.
La esencia contractualista, liberal y paternal del capitalismo queda intacta dentro de un proceso histórico de larga duración que (en palabras de Wallerstein) llegará a su fin, pero que ni los cambios sociales y culturales llegan a tocar en esencia u ordenamiento. La ideología se escurre entre el puño de las llamadas revoluciones y asume nuevas formas, manifestaciones en las cuales se esconde y es imposible (a veces) encontrar sus más ínfimos fenómenos. Esta característica premia a la ideología sobre la cultura, volviéndola más “resistente” a los cambios e impregnándola de sí, “ideologizándola”. Podemos encontrar aquí la razón de que las expresiones culturales por sí mismas sean reconocibles por sujetos alternos en tiempo y espacio, las expresiones culturales son una mirada profunda a la ideología hegemónica.
En materia musical, una pieza sublime que manifiesta esta mirada profunda a la hegemonía es el álbum “Synchronicity”, el último de la banda británica The Police y sin duda uno de sus trabajos más famosos, con piezas que encabezaron las listas como “Every Breath You Take” y “Wrapped Around your Finger”, y que lo consagraron como uno de los mejores álbumes de la década de los 80.
El título del álbum hace referencia a la teoría de la sincronicidad de Carl Gustav Jung, y con su canción homónima, la banda londinense abre el telón a un disco lleno de referencias y agudas miradas contemplativas a las últimas décadas del siglo XX. Jung defi ne a la sincronicidad en su obra “La interpretación de la naturaleza y la psique” como “la manifestación de una coincidencia significativa en el tiempo, es decir, la sincronicidad responde a la conexión acausal entre la psique, el espacio y el tiempo que se manifiestan en determinados fenómenos que tendemos a denominar como coincidencias dadas por el azar, delimitado la frontera entre los hechos causales y los acausales”. Si partimos de la frase de Lévi-Strauss que afirma que “todo lo que en el hombre es universal pertenece al orden de la naturaleza y se caracteriza por la espontaneidad; mientras que todo lo que se halla sujeto a una regla pertenece al orden de la cultura y presenta los atributos de lo relativo y particular”, la sincronicidad sería exactamente la coyuntura de lo “espontaneo” en la normatividad de la realidad, en su cualidad de percepción. La sincronicidad actúa como puente entre lo natural y lo humano, en donde son las espontaneidades naturales son las que construyen lo acausal de los fenómenos que interpretamos simbólicamente, es este carácter simbólico lo que permite que podamos interpretarlas como manifestaciones de un síntoma.
En “Synchronicity II” apreciamos la coyuntura entre dos sucesos alejados en tiempo y espacio: la dinámica social de los suburbios ingleses y la figura reptante del monstruo del Lago Ness. En términos jungnianos, se nos presenta al “monstruo” como un fantasma (sueño o visión) que resulta ser un reflejo más o menos fiel de un acontecimiento objetivo. Este otorgado simbolismo le daría significado a la acausalidad del monstruo por sí mismo, dentro de la vida monótona de las clases bajas y medias, el fantasma del monstruo representa la alineación y enajenación de los sujetos. Así, podemos decir que la canción se convierte en una odisea de las problemáticas sociales –normalizadas e interiorizadas por acción de la ideología capitalista– que enfrenta el proletariado (que no necesariamente tiene que ser inglés, pues el colonialismo y la globalización nos trajeron una forma de ver el mundo, “en una libertad y un sistema democrático”, pero con una visión enajenada y universalista de la realidad). El monstruo del Lago Ness es el síntoma que asoma del proletariado moderno, un significante bajo el cual se agrupan los monstruos de la cotidianidad del proletariado; se agrupan como secretos que se olvidan porque están a la vista, apenas una molestia en el día a día del trabajador pero que son la señal de una transgresión que va más allá de las problemáticas sociales que las políticas públicas puedan atender.
Esta mirada crítica de la realidad social será retomada en el sencillo “Wrapped Around your Finger”, marcada por un aura mística y complementada con referencias mitológicas que adornan la temática del sirviente y el amo, la subordinación y necesidad de un maestro que revele un “secreto” serán el eje que tome la canción. El secreto que encierra el maestro no es otro que el síntoma, lo perdido e irrecuperable dentro del discurso, que se busca en el saber para llegar a lo vacío en el objeto que causa nuestro deseo. Para Lacan, el síntoma será un modo más de organizar el goce, goce que oculta lo vacío en el ser, evidente cuando en “Wrapped Around your Finger” el sirviente se revela como el auténtico maestro. La superación del síntoma es cuando el antiguo sirviente es capaz de reconocer (en lo Real de su síntoma dentro de la narrativa), el único soporte de su ser.
¿Qué pasaría si al igual que “Synchronicity II”, el sujeto omitido en “Wrapped Around your Finger” fuera el sujeto colectivo del proletariado? El final de la canción representaría la llegada a la consciencia de clase, a una mirada que le permite ver más allá del goce de su síntoma –la ideología– para poder enfrentar la realidad (la lucha de clases) como un nuevo hombre que es consciente de su papel histórico, un hombre activo que es capaz de encontrar lo perdido (y alguna vez pensado irrecuperable) en su salida de la enajenación.
Buscando los remanentes de la ideología en el disco, nos encontramos ahora con “Miss Grandenko”, la historia de un amor desarrollado en un Estado de Europa del Este que nos hace vislumbrar el antaño totalitarismo de la Unión Soviética. La canción nos adentra en un Estado vigilante de sus conciudadanos que naturalmente nos remite al distópico universo de 1984, de George Orwell, donde somos presentados con la personificación del último enemigo de la democracia y de la libertad: el Estado Totalitario, el Gran Hermano.
El pensamiento Occidental sobre la democracia puede ser justamente resumido en la frase de Churchill: “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos”, frase en la que con comicidad se nos explica que, en orden de perpetuar la ideología, la única opción viable con la que contamos es el Estado democrático. De esta manera, el miedo al “totalitarismo” se convierte en la herramienta con la que la ideología mantiene a la democracia como única alternativa para mantener las libertades contractualistas y el status quo de la sociedad occidental. La ideología como falsa consciencia nos hace repudiar lo que es ajeno a la forma con que (“nosotros”) vemos el mundo mientras sirve como pantalla para intereses y preferencias ocultos propios de un grupo social, es decir, mantiene una hegemonía, la hegemonía del Estado democrático.
Extrema se tangunt, los extremos se tocan. Al igual que en el totalitarismo, la democracia termina privando de los derechos que proclama velar al preservarse a toda costa y mantenerse funcionando aunada al Estado, es un “totalitarismo” más sutil, puesto que en el Estado totalitario la ley autoritaria es obscena, es una ley que ha perdido su neutralidad; la democracia en cambio permite el goce en la Realidad, pero para esto crea una Realidad, la construcción de la fantasía que nos permite enmascarar lo Real de nuestro deseo. El goce pasa ordenar las incongruencias de la misma democracia; es en esta “fantasía-real” donde vivimos y que nos impide ver que los términos extremosos terminan por tocarse, dejando ver el síntoma.
En nuestro país vivimos una dictadura de un solo partido durante casi 70 años, vivimos matanzas, censura, pero todo esto dentro de la democracia, dentro del goce. La esencia del totalitarismo que hemos puesto en el Otro (países lejanos y socialistas) reside también en el mismo estado democrático y no estamos dispuestos a renunciar a nuestro síntoma, porque lo amamos más que a nosotros mismos; renunciar al síntoma es renunciar al placer que encontramos dentro la ideología.
No es difícil encontrar similitudes entre el Gran Hermano y el acosador de “Every Breath You Take”, los dos buscan el control por medio de la vigilancia, el ver sin ser vistos, reafirmando su ejercicio del poder mientras su Realidad disimula su control y objeto de deseo, pues el expresado afecto del acosador por su víctima y el fraternal nombre con el que el primero disimulan su fin. Este acercamiento tampoco dista de las políticas de estado que apremian la seguridad (control) nacional por sobre la Constitución. Al final, la ideología termina haciendo que los medios justifiquen el fin, la justificación es la necesidad del Estado como proveedor de seguridad y libertad, aunque encontremos el grotesco síntoma dentro de sus contradicciones.
Referencias
Gilberto, G. (2005). La teoría y el análisis de la cultura, Ciudad de México: CONACULTA.
Jung, C. G. (1994). La Interpretación de la Naturaleza de la Psique. Barcelona: Paidós.
Kosík, K. (1995). Dialéctica de lo Concreto. D.F.: Grijalbo.
Lacan, J. (1976). “El Sínthoma”, Seminario 23. Buenos Aires: Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Villoro, L. (1985). El concepto de Ideología. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Zizek, S. (2016). El sublime objeto de la ideología. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.