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Desde el inicio de la era de Internet y las nuevas tecnologías, algunos países con políticas ideológicas y religiosas conservadoras vieron con recelo el surgimiento de las nuevas tecnologías y, particularmente, el potencial de comunicación que tenían los en ese entonces micrositios de interacción social (hoy redes sociales) como MySpace y Hi5, que se tornaban amenazadores para la estabilidad de sus gobiernos.

China es uno de esos países recelosos que desde 2009 prohibió la conexión desde su territorio (excepto en Shangai) con Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter y YouTube. Xi Jinping, presidente de China, preocupado por el potencial de penetración de Internet y sus micrositios, ordenó crear un súper firewall (cortafuegos) que filtra los contenidos del exterior sin el consentimiento de los usuarios ni de los dueños de las grandes redes sociales.

Con esta acción respaldada por una regulación que prohíbe “perjudicar la reputación de los órganos de Estado”, “Incitar a derrocar al gobierno o el sistema socialista” y “Participar en actos de terrorismo o incitar a otros a la actividad criminal; insultar abiertamente a otras personas o distorsionar la verdad para calumniar a personas”, entre otras cosas, China podría parecernos el ejemplo más claro de censura a la libertad de expresión en el mundo; sin embargo, no todo lo que apesta está podrido: la necesidad de controlar los flujos de información de dudoso origen debe ser una cuestión de Estado, y no solo en los procesos electorales, sino de manera permanente debido a la imperiosa necesidad de combatir temas de seguridad en los que la Internet y millones de usuarios contribuimos sin saberlo: secuestros, venta de armas y drogas, fraudes, plagio, suicidios, difamación, trata de menores y de blancas han estado presentes en las redes sociales de todos los días, sin que nos dé la gana darnos cuenta; China en este sentido cortó por lo sano ante la segura negativa de las gigantes de Internet para modificar sus políticas de privacidad y, aprovechando el poder del Estado, restringió en un 90% la conexión con estas redes y páginas web “sospechosas” para evitar, además de los ataques a sus gobernantes, todo el rosario de males que líneas arriba describimos.

¿Son los Fake News un problema de Estado?

La respuesta a esta pregunta será diferente dependiendo del contexto y el individuo, grupo, grey, prole, estrato social o gremio al que se le formule, pero sin duda, el común de los usuarios estará de acuerdo en que se debe regular, claro, pero más que los contenidos, se debe cuidar la protección de datos personales (identidad, contraseñas, cuentas bancarias, etcétera).

Es aquí en donde está el problema de Estado, y esto lo vemos con el escándalo que hizo perder a Marck Zukerberg 40 mil millones de dólares en la bolsa, tras descubrirse que la consultora londinense Cambridge Analytica, contratada por Stephen Bannon, asesor de Donald Trump, robó los datos de 50 millones de usuarios norteamericanos de esta red para reorientar el pensamiento colectivo en favor de Trump mediante FN. Éste sí es un gran problema de Estado.

Las Fake News son de fondo preocupantes, ya que por regla general contienen información tendenciosa para dañar, especialmente en tiempos electorales, pero ¿es válido que justamente cuándo hay elecciones, más voces exijan que se castigue a quienes los generan o utilizan?

Noticias sin ética

Desde el punto de vista periodístico, es imperdonable transmitir una información sin estar absolutamente cierto de la calidad y veracidad de la fuente; desde ese ángulo, lastima que medios sin escrúpulos intenten competir retomando información falsa por dinero, por “vender más” o, peor aún, para dañar un proyecto político; sin embargo, las FN no son una novedad. Las noticias falsa en Internet surgieron desde los mismísimos inicios de la gran red y desde entonces han sido utilizadas (tal como sucedió desde la antigua Roma) con el fin de desprestigiar al enemigo o al gobierno, cierto, pero también han sido utilizadas en la guerra comercial entre marcas, o para simplemente causar rechazo hacia un producto: ¿Por qué no se armó alboroto nacional cuándo se han dado tantos ejemplo de FN disfrazados de “leyendas urbanas”? Como las camionetas de Danone cargadas con cadáveres de niños sin entrañas; la pesadilla que vivió el tío del primo del amigo que escribió el texto en el que narra como la leptospirosis fue acabando lentamente con la vida de su amada tras beber una lata de refresco contaminada con orines de ratón, o el Chupacabras. No, esto nunca fue un motivo de alarma nacional; sin embargo, ahora en las elecciones, el tema de las Fake News toma relevancia y la falta de control de contenidos en las redes sociales potencializa la viralización de materiales Fake.

El que tiró la piedra es el mismo que siempre ha escondido la mano

Un ejemplo claro de viralización y evolución de los FN es el video de “La niña bien”, Almudena Ortiz Monasterio, de Guadalajara, que promueve el voto a AMLO; a decir de Juan Ignacio Zavala, este material fue generado por el productor de Fake News, perdón, de videocontenidos, Epigmenio Ibarra, quien por cierto ha negado la factura del video (aunque tenga toda la pinta de ser suya). Don Epigmenio ha sido señalado como el principal productor y promotor de noticias Fakes en contra del gobierno federal de Enrique Peña Nieto, el PRI y todos los que estén en contra de Andrés Manuel López Obrador desde 2011.

El que con Fake News anda a engañar se enseña

El verdadero problema de los Fake News es el daño que producen estas falsas noticias al aprovecharse de la ignorancia de las personas, y decimos ignorancia porque no hay capacidad de análisis en los usuarios y mucho menos el interés de cotejar, o al menos consultar otras fuentes de información. A los gigantes de las redes sociales, poco les preocupa la calidad de la información y los principales difusores de Fake News tienen en el diseño de sus políticas de privacidad elementos que les impiden (muy convenientemente) censurar un contenido si este es vertido, por ejemplo, en una fanpage creada como medio de comunicación, pues estarían en el supuesto de un atentando contra la libertad de expresión; en el caso de Twitter, si el perfil fue creado como parodia, es decir, un perfil llamado por ejemplo “@GobiernoCDMX” (en franca copia de @GobCDMX) y en su descripción señala ser parodia de la cuenta de la CDMX, difícilmente serán censuradas.

Lograr regular las redes sociales sin el consentimiento de sus administradores, no será posible, salvo que se inviertan miles de millones de pesos en un Firewall (un muro para Internet, lo que haría feliz a Mr. Trump), pero estaría en chino.

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