Cuentan los vecinos del Club de Golf Los Tabachines en Cuernavaca que Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, gusta de jugar unos cuantos hoyos todas las mañanas, digamos, hasta las 11 o así.
Le debe ayudar a concentrarse para gobernar.
No se sabe, por más que pregunto, dónde andaba ayer en la mañana El Cuau, cuando en pleno zócalo de Cuernavaca a reventar de paseantes, comerciantes y manifestantes, y a unos metros donde uno de sus secretarios, el ex árbitro Gilberto Alcalá, daba una entrevista, mataron a dos líderes sindicales.
El gobernador salió más tarde. Muy indignado anunciando que se llegará, sí, usted lo adivinó, hasta las últimas consecuencias.
Pequeño detalle es que momentos antes había salido el alcalde de Cuernavaca rodeado de todo su equipo a rogar humildemente, sí, así lo hizo, al gobernador Blanco que se coordinaran, que trabajaran juntos, que los pelaran, que los voltearan a ver para algo más que no sea la guerra política.
Los dos pidieron ya intervención federal. El gobernador Blanco, por cierto, también está peleado con el fiscal y el Congreso de Morelos.
Pues así. A veces, la democracia es canija. Después de tres años desastrosos en la presidencia municipal, la gente votó a su héroe futbolero para gobernar. Él, por su parte, puso la responsabilidad de todo en quien por años fue su agente, su administrador. Y por ahí pues también le dio chamba a algún árbitro, ¿por qué no?
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